China ha anunciado una prohibición total de los productos marinos procedentes de Japón como respuesta a la decisión de Tokio de liberar aguas residuales radiactivas tratadas de la planta nuclear de Fukushima. La liberación ha provocado tensiones entre los dos países vecinos. China calificó esta operación como un «acto egoísta e irresponsable«.
El Departamento de Aduanas de China anunció la prohibición de importar productos acuáticos japoneses para prevenir el riesgo de contaminación radiactiva en la seguridad alimentaria. Japón argumenta que la liberación es segura y necesaria para liberar espacio en la planta nuclear dañada.
La empresa encargada, TEPCO, planea liberar aguas residuales tratadas durante un período de tiempo específico. Aunque Estados Unidos respalda a Japón y Taiwán ha expresado un apoyo cauteloso, China y otras naciones del Pacífico se oponen a la liberación, argumentando preocupaciones sobre impactos regionales e internacionales en la salud humana y el medio ambiente marino.
La decisión china de prohibir los productos del mar japoneses podría afectar significativamente a la industria pesquera japonesa, ya que China es uno de los principales mercados de exportación para estos productos; lo habíamos adelantado oportunamente en la nota referente al vertido de agua contaminada al Océano Pacífico, días atrás. A pesar de la controversia, Japón y sus partidarios internacionales, incluida la Agencia Internacional de Energía Atómica (OIEA), afirman que la liberación se llevará a cabo de manera segura, ya que las aguas residuales se han tratado y diluido antes de su liberación en el Océano Pacífico.
Según los resultados de las pruebas realizadas por Tepco y publicados el pasado jueves, el agua en cuestión contenía aproximadamente 63 becquereles de tritio por litro. Esta cifra está por debajo del límite establecido para el agua potable por la Organización Mundial de la Salud, que es de 10.000 becquereles por litro. El tritio es un isótopo radiactivo del hidrógeno que se considera inocuo debido a su emisión de radiación en niveles muy bajos y a su incapacidad para acumularse en el cuerpo humano, según afirma la compañía.
Adicionalmente, la Agencia Internacional de Energía Atómica (OIEA) también emitió un comunicado en el que afirmaba que su propio análisis in situ confirmaba que la concentración de tritio estaba significativamente por debajo del límite establecido. Geraldine Thomas, ex profesora de patología molecular en el Imperial College de Londres, agregó que no existía base científica para prohibir las importaciones de alimentos japoneses y aseguró que no habría efectos perjudiciales para la salud.
Varios expertos han señalado que plantas de energía nuclear en otros países, incluida China, han estado liberando tritio diluido en el mar durante décadas sin incidentes. Tony Irwin, profesor asociado honorario de la Universidad Nacional de Australia, indicó que las plantas nucleares en todo el mundo han estado vertiendo agua con tritio rutinariamente durante más de 60 años sin causar daños a las personas ni al medio ambiente, a menudo a niveles más elevados que los previstos para Fukushima.
No obstante, hay críticos de la descarga que argumentan que la falta de datos a largo plazo hace imposible afirmar con certeza que el tritio no representa una amenaza para la salud humana o el ecosistema marino. Greenpeace ha expresado su preocupación por la falta de una evaluación exhaustiva de los riesgos radiológicos y ha destacado que no se han tomado en cuenta los posibles impactos biológicos del tritio, el carbono-14, el estroncio-90 y el yodo-129, que serán liberados como parte de esta descarga.
En respuesta, grupos civiles han llevado a cabo protestas tanto en Japón como en Corea del Sur. A pesar de las afirmaciones del Gobierno de Seúl de que la descarga es segura, ha habido manifestaciones frente a la sede de Tepco en Tokio, con participantes portando pancartas que denuncian la liberación de agua contaminada al mar. Una protesta más significativa tuvo lugar en Seúl, donde alrededor de 50 personas se congregaron y 14 fueron detenidas por ingresar al edificio de la embajada japonesa. Los manifestantes, en su mayoría jóvenes, llegaron hasta el octavo piso del edificio y colgaron pancartas con consignas como «El mar no es el basurero de Japón» y «Detengan la liberación de agua contaminada de una vez«.