La temporada de pesca comercial de corvina rubia en Samborombón, a pesar de los desafíos y las tensiones, sigue siendo un momento clave para la comunidad pesquera local y regional.
Este año, como en ocasiones anteriores, la movilidad de la flota pesquera de costeros marplatenses entre los puertos de la provincia de Buenos Aires ha generado debate, especialmente en el puerto de General Lavalle. Sin embargo, más allá de los desacuerdos entre artesanales y pescadores históricos de Mar del Plata que hacen la temporada de la corvina rubia en aguas de la Bahía de Samborombón, este contexto puede interpretarse como una oportunidad para fortalecer el diálogo y encontrar soluciones creativas que beneficien a todos.
La temporada transita al 31 de agosto pasado, 24.614 toneladas descargadas oficiales en total, además de los artesanales que no registran partes de pesca y que hoy tienen un gran impacto en la economía informal de la Bahía, por cantidad de embarcaciones como por cantidad de cajones descargados diariamente con destino plantas de procesado que después de algunos vericuetos administrativos alejados de la trazabilidad y el marco formal, exportan al oeste de África por el puerto marplatense en la llegada de los reefers Libra y Cassiopea.
Es cierto que un grupo de pescadores locales en General Lavalle ha expresado su resistencia a la llegada de barcos de otros puertos, preocupados por el impacto que podría tener en sus propios ingresos a lo largo de la temporada, pero todos los años se registran este tipo de inconvenientes principalmente en el puerto de la localidad de Gral. Lavalle; quizá hoy más preocupado por la flota artesanal que por las pocas parejas de costeros que opera legalmente sobre esa pesquería.
Es loable informar que los buques que operan en la zona cuentan con los permisos necesarios otorgados por la Dirección de Pesca de la Provincia, lo que garantiza que se respetan las normativas y se protege el ecosistema marino bajo el marco formal y legal de operaciones de pesca. La intención de estos barcos no es solo cumplir con la demanda de corvina rubia, sino también contribuir al desarrollo de sustento económico de sus aletargadas empresas, por lo general familiares, que esperan la temporada para poder acomodar mejor sus finanzas, en medio de situaciones financieras que complican su normal desarrollo.
Al 31 de agosto pasado el puerto de Mar del Plata ha registrado un total de 11.665 toneladas de corvina rubia descargadas principalmente en el muelle 10 del puerto local, mientras que el resto de los puertos provinciales aportaron 12.944,70 toneladas completando así un total de 24.614 toneladas para toda la temporada de pesca de corvina rubia.
Los precios, no son los mejores, acompañan la poca demanda y un mercado interno absolutamente deprimido con caídas de consumo generalizadas, mientras que en el segmento internacional los precios están sostenidos, por lo que el comprador en el muelle pago en los últimos días $1100 por kilo; valor que pone piso para el procesador con destino mercado internacional.
A lo largo de los años, la pesquería ha demostrado ser un importante eslabón en la lucha por subsistir de un segmento de flota castigado desde hace mucho tiempo, donde ya quedó relegado solo a la corvina habiendo perdido la zafra de anchoíta y caballa, por su alejamiento operativo al puerto de Mar del Plata.
El final de la temporada de corvina rubia en Samborombón es prometedor, siempre y cuando se sigan buscando soluciones cooperativas, justas y se mantenga el enfoque en el uso sostenible de los recursos pero dentro del marco legal de permisos y autorizaciones que generan controles para cada participante, poniendo de relieve la importancia de reglas de juego claras para todos los participantes del ambiente pescador.
Si bien la pesca es una fuente de vida y sustento para muchos participantes de la comunidad ribereña, desde la propia flota costera histórica de Mar del Plata, exigen mismas reglas de juego para cada integrante del sector pesquero.