La 66° Cumbre de Presidentes del MERCOSUR y Estados Asociados, celebrada el 3 de julio de 2025 en el histórico Palacio San Martín de Buenos Aires, dejó un saldo mixto: mientras se anunciaron avances sustantivos en materia de integración comercial, el presidente argentino Javier Milei clausuró el encuentro con un mensaje firme sobre la necesidad de acelerar la apertura del bloque, incluso de manera unilateral si fuera necesario.
En el marco de esta cumbre semestral, el Consejo del Mercado Común —máximo órgano decisorio del bloque— adoptó una medida de alto impacto al aprobar una ampliación extraordinaria de las listas nacionales de excepciones al Arancel Externo Común (AEC). La decisión permite a los Estados parte incorporar hasta 50 códigos arancelarios adicionales con rebajas temporales al AEC, incrementando el margen de maniobra frente a las tensiones del comercio global.
El canciller argentino, Gerardo Werthein, destacó que la resolución constituye “una flexibilidad estratégica que permite a los países miembros adaptarse a las nuevas realidades del comercio internacional sin renunciar al marco común de integración regional”. La medida, impulsada por la Argentina, fue leída como una señal clara de voluntad política para avanzar en acuerdos bilaterales con potencias extrarregionales, sin romper la arquitectura regional compartida.
Proyecciones sobre el acuerdo con la Unión Europea
Entre los consensos alcanzados durante la cumbre, destacó la ratificación de la voluntad del bloque de concluir antes de fin de año el Tratado de Libre Comercio con la Unión Europea, tras más de dos décadas de negociaciones. Este entendimiento, alcanzado políticamente en diciembre de 2024, se encuentra ahora en su fase de revisión legal y traducción, de cara a su próxima firma y ratificación parlamentaria.
La concreción del acuerdo representaría una expansión significativa de los flujos comerciales birregionales, con impactos particularmente positivos para sectores estratégicos de exportación. Entre ellos, los productos agropecuarios y de origen marino.
Actualmente, las exportaciones pesqueras sudamericanas enfrentan un arancel del 12% al ingresar al mercado europeo, lo que supone una barrera importante para su competitividad. La entrada en vigor del acuerdo permitiría la eliminación progresiva de ese arancel, generando nuevas oportunidades para economías regionales costeras y fortaleciendo la posición del bloque como proveedor de recursos pesqueros sostenibles y trazables.
Tensiones discursivas: integración o disociación
Durante la ceremonia de traspaso de la presidencia pro tempore del MERCOSUR, el presidente argentino Javier Milei instó a sus pares a avanzar sin dilaciones en un proceso de apertura y desregulación, lanzando una advertencia inequívoca sobre el rumbo que seguirá su administración.
“Sería una gran alegría que, dentro de unos años, cuando Argentina tenga nuevamente la oportunidad de presidir este bloque, se encuentren en la recta final para lograr un conjunto de objetivos destinados a la apertura comercial del MERCOSUR”, expresó.
Y advirtió: “Si esto no fuera posible, y los socios prefirieran persistir en un camino que no nos ha resultado, tendremos que insistir en flexibilizar las condiciones de sociedad que nos unen. Emprenderemos el camino de la libertad, y lo haremos acompañados o solos, porque –como ya he dicho– Argentina no puede esperar”.
Más adelante, subrayó: “Necesitamos más comercio, más actividad económica, más inversión y más trabajo, de manera urgente. Y por eso necesitamos más libertad, también de manera urgente. Nuestra Nación ha decidido dejar atrás décadas de estancamiento y encarar el sendero del progreso”.
En contraste, el presidente de Uruguay, Yamandú Orsi, reivindicó una mirada cooperativa de la integración, señalando que la apertura no implica desarticulación:
“No existe incompatibilidad alguna entre la modernización del proceso de integración y la defensa de los intereses comerciales de los Estados parte”.
Y agregó: “Un claro ejemplo de este equilibrio ha sido el reciente consenso alcanzado para ampliar las líneas nacionales de excepción. Esta flexibilidad demuestra la capacidad del bloque para responder con unidad a los desafíos del presente escenario internacional”.
Orsi también reconoció que Uruguay enfrenta una “necesidad estructural de mayor apertura al mundo”, aunque aclaró que ello “no debe interpretarse jamás como un alejamiento del MERCOSUR”.
Perspectivas regionales y proyección global
El presidente brasileño Luiz Inácio da Silva, al asumir la presidencia del bloque, celebró el avance del acuerdo con la Unión Europea y delineó una ambiciosa agenda de negociaciones con terceros mercados: “Estoy seguro de que a fines de año firmaremos los acuerdos, creando una de las mayores áreas de libre comercio del mundo”.
Y proyectó: “Es hora de que el MERCOSUR mire hacia Asia, centro de la economía mundial. Nuestra participación en las cadenas globales de valor se beneficiará de lazos más estrechos con Japón, China, Corea del Sur, India, Vietnam e Indonesia”.
Asimismo, Lula anticipó avances con Canadá, Emiratos Árabes Unidos, Panamá y República Dominicana, además de actualizar acuerdos con Colombia y Ecuador.
Un escenario cargado de simbolismo
La celebración de la cumbre en el Palacio San Martín, joya arquitectónica de la Belle Époque y sede protocolar del Ministerio de Relaciones Exteriores argentino, dotó al encuentro de un aura histórica y diplomática singular. Allí, donde se han desarrollado capítulos centrales de la política exterior argentina, los líderes del bloque trazaron el rumbo futuro del MERCOSUR.
Las decisiones adoptadas en Buenos Aires delinearon un nuevo capítulo en la proyección internacional del bloque, que busca combinar flexibilidad interna con acuerdos estratégicos de gran alcance. La voluntad de adaptarse a los tiempos sin perder el anclaje regional marcó el tono de una cumbre que, a pesar de las tensiones, dejó abiertas puertas concretas para el crecimiento y la integración.
En este contexto, la eventual concreción de un Tratado de Libre Comercio con la Unión Europea hacia fin de año 2025, se perfila como la oportunidad trascendental que el sector pesquero aguarda para superar la onerosa barrera arancelaria que menoscaba su competitividad. La gravosa tasa del 12% que recae sobre el valor de las exportaciones de productos marinos argentinos constituye un obstáculo determinante, cuya eliminación abriría una senda decisiva para la revitalización económica del sector. Una vez concluidos los consensos empresariales y sindicales, este instrumento internacional se erige, sin duda, como una pieza cardinal en la estrategia destinada a restaurar la rentabilidad y vigor necesario para consolidar el futuro sostenible de la industria pesquera nacional.