Dejar sus barcos amarrados al muelle o buscar alternativas en otras terminales son las respuestas posibles que encontraron diversos armadores costeros a la caída del negocio en el puerto local.
Según pudo establecer Pescare.com.ar, son más de veinte los buques que registran escasa/nula actividad o se mudaron. Ente ellos, están “Juan Mario, “Don Carmelo”, “Gloriosus”, “Don Darío”, “Francisco A”, “Doña Ada” “Lekhan I” y “Mabel”.
También se suman: “Doy Gracias a Dios”, “Ciudad de Diamante”, “Anave”, “Ana III”, “Nueva Lucía Madre”, “San Benedetto”, “Santo Vito Di Mazzara”, “Susana”, “Madonna Di Giardini”, “Dr. Carlos Ottolengui” y “Madonna Di Giardini”, entre otros.
La parada forzosa tiene vínculos directos con la delicada ecuación económica. A la porción de flota que se dedica a la pesca de arrastre le cuesta zarpar, teniendo en cuenta los actuales valores de venta fresca en banquina de especies como lenguado, pez palo y gatuzo.
De hecho, los tres recursos muestran desembarques en baja, de acuerdo a datos registrados hasta agosto por la Subsecretaría de Pesca de la Nación: lenguado (3.639 t. / -12,2 por ciento), pez palo (3.897 t. / -12,6 por ciento) y gatuzo (3.192 t. / -17,2 por ciento).
A la variable “precios” se le contrapone un alto gasto de combustible, cuyo precio ha escalado a lo largo de estos nueve meses un 12 por ciento más, el desgaste de los materiales aplicados a la pesquería y un pasivo en crecimiento.
Hay armadores que le deben sumas por encima de los 500 mil pesos a Coomarpes, la cooperativa que les provee pertrechos. Es justo decirlo, mejor suerte corren los abocados a corvina y pescadilla; aunque se trata de un grupo acotado.
Paralelamente, comienzan a surgir alternativas para escarparle a la crisis. En principio, cuatro embarcaciones de este estrato tendrían destino patagónico para los próximos nueve meses.
Se trata del “Sofía B”, “La Santa María I”, “Porto Belo I” y “Porto Belo II”. Las unidades serían rentadas para la pesca de centolla por Yaganes, una empresa de capitales canadienses que ayer abrió formalmente sus puertas en Caleta Paula, Santa Cruz.
Mientras tanto, la incertidumbre crece en Mar del Plata. Así quedó de manifiesto en la reciente botadura del costero “Trabajamos”. Contessi lo construyó sin dueño a la vista. “No le pudimos conseguir novio”, graficaron desde la empresa.
Y el astillero ya tiene casi lista otra unidad de similares características, que por ahora tampoco tiene interesado. Síntomas de una actividad herida.
Más de veinte embarcaciones permanecen amarradas por la compleja situación económica que atraviesan sus armadores. Miradas al sur en busca de alternativas.
Noticia AnteriorMalestar entre los armadores por una nueva modalidad operativa
Siguiente Noticia Cafrexport renovó autoridades