Los grandes buques congeladores atracados en los puertos gallegos de Vigo y Marín ultimaron detalles durante el mes pasado y esta semana partieron con rumbo a las Islas Malvinas para una nueva campaña de pesca del calamar (Loligo), en la que las armadoras depositan altas expectativas a pesar de la incertidumbre biológica del recurso. Aunque en los últimos años el estado de la biomasa ha sido irregular y preocupante, el grueso de la flota —compuesta por dieciséis embarcaciones y casi 1000 tripulantes — partió esta semana pasada con provisiones suficientes para una travesía de hasta cuatro meses, con la esperanza de no tener que regresar antes de lo previsto.
El arranque de la campaña se da en un contexto marcado por la merma de capturas en esas aguas linderas a las Islas Malvinas como en toda la franja lindera exterior a la milla 200 de la ZEEA. En los primeros meses del año, apenas se alcanzaron capturas por 20 toneladas al día, una cifra muy por debajo de las 45 alcanzadas en temporadas anteriores e incluso lejana a las 75 toneladas que se lograban en las mejores épocas.
No obstante, las empresas armadoras se muestran moderadamente optimistas y apuestan por una recuperación progresiva de las capturas en esta nueva zafra. En principio porque la segunda temporada de 2024 fue cerrada mientras que la primera de 2025 se cerró 10 días antes con una merma del 21% de las capturas cotejadas contra el año anterior.
En estos momentos, el estado real de la biomasa en la zona de faena —situada en torno al caladero de las Islas Malvinas— continúa siendo incierto. La naturaleza altamente variable de la población de calamar hace imposible realizar una evaluación precisa hasta que los barcos inicien sus primeras prospecciones.
Algunos biólogos marinos y expertos en ciencias del mar atribuyen las persistentes disminuciones en las capturas a un incremento sostenido de la temperatura media del océano en la región, superior al promedio registrado en años anteriores. Otros, con una mirada más conservacionista, sugieren que podría tratarse de una consecuencia directa de la sobreexplotación pesquera en estas latitudes, impulsada por la intensa actividad de grandes buques factoría que operan en la zona con altos niveles de esfuerzo pesquero. No obstante, un fenómeno inquietante se suma a este complejo escenario: desde hace ya varios años, ha cesado abruptamente la tradicional migración de cefalópodos desde el mar territorial argentino desde la plataforma continental de Tierra del Fuego y el sur de Santa Cruz. Algunos analistas conjeturan que el constante bombardeo sísmico asociado a prospecciones hidrocarburíferas y gasíferas de esa cuenca fueguina y santacruceña, podría haber provocado un daño significativo en los estadios larvales y juveniles del calamar, afectando gravemente su ciclo biológico. Sin embargo, todas estas hipótesis habitan todavía en el terreno de la especulación, dado que no existe —hasta el momento— evidencia científica concluyente que esclarezca la causa real del fenómeno. Lo único indiscutible es la ausencia actual de ese stock de calamar que, hasta hace poco, constituía un recurso clave para la región.
El Prión, buque insignia de Pescapuerta, ya ha zarpado rumbo al caladero y será el primero en recabar datos en la zona, aunque en el Atlantico central se encuentran con proa a Malvinas los buques, Monte Lourido, Hadassa Bay, Monteferro, Argos Cies, Argos Berbes, Argos Pereira, New Polar, Sil, Robin M Lee, Beagle F1 y Venturer, estos últimos algo más retrasados.




Dentro de esta renovada flota destacan tres unidades de última generación: el Argos Berbés, perteneciente a Armadora Pereira; el Prión, de Pescapuerta que ya está a la altura de Samborombón después de abastecerse en Montevideo; y el Hadassa Bay, operado por Copemar. Estas modernas embarcaciones, junto a las recientemente actualizadas por compañías como Rampesca, Moradiña o Marfrío, incorporan tecnología de vanguardia tanto para las labores de pesca y procesamiento como para mejorar las condiciones de habitabilidad a bordo.



Asimismo, los arrastreros Venturer y Falcon, operados por la empresa malvina Petrel Fishing —participada por la viguesa Pescapuerta y su socio local Fortuna Ltd.— ya han recibido a sus respectivas tripulaciones y se disponen a incorporarse a la campaña. Estos se suman al contingente de 14 buques más vinculados a armadoras gallegas, que año tras año participan en la pesca del calamar en aguas del Atlántico Sur.
Cabe recordar que la primera campaña finalizó de forma anticipada el 27 de abril, tras una reducción del 10 % en los días de faena y una caída del 21 % en las capturas totales, que se situaron en torno a las 37.300 toneladas. A ello se añade la cancelación definitiva de la segunda zafra del año, lo que incrementa aún más la presión sobre esta nueva fase.
En términos de mercado, la situación comercial también refleja contrastes. Según brokers especializados en la compraventa de cefalópodos, los calamares de menor tamaño tienen demanda selectiva, mientras que el tamaño mayor se destaca por una vigorosa demanda del sudeste asiático que acompaña con precios muy firmes como durante todo el año.
La relevancia económica de esta pesquería es igualmente notable en las Islas Malvinas, donde representa aproximadamente el 60 % del Producto Interior Bruto, que supera los 278 millones de libras esterlinas. La actividad de los buques gallegos en la región genera ingresos significativos a través de licencias —valoradas en torno a un millón de euros por barco— y servicios logísticos.
En este contexto, el gobernador del archipiélago, Mark Polland, ha anunciado un ambicioso plan de renovación portuaria con vistas a reforzar la infraestructura pesquera.
Con una estrategia financiera sin precedentes, el Gobierno de ocupación de las Islas Malvinas ha asegurado una inversión de 150 millones de libras esterlinas destinada a modernizar su infraestructura clave, destacando entre los proyectos la construcción de un nuevo puerto en Puerto Argentino, cuya inauguración se prevé para 2027. Esta ambiciosa operación fue estructurada con el asesoramiento de Rothschild & Co, que orquestó una colocación privada de deuda no garantizada a través de la cual se canalizaron 100 millones de libras procedentes de Legal & General y otros 50 millones aportados por Aberdeen Group PLC. El acuerdo contempla una amortización escalonada a lo largo de 25 años, con el primer vencimiento fijado para 2040. Esta inyección de capital marca un suceso sin precedentes en la política de inversión de la isla y supone un impulso decisivo para su desarrollo económico y logístico, dado que el nuevo puerto reemplazará a la actual infraestructura operativa desde 1984, mejorando de forma sustancial las capacidades operativas de la flota pesquera que sustenta gran parte del PIB local.