La pesca comercial enfrenta un desafío crítico: la captura accidental de miles de especies marinas cada año. Este problema no solo pone en riesgo la biodiversidad marina, sino también la sustentabilidad de la industria pesquera. Sin embargo, innovaciones tecnológicas como balizas acústicas, redes inteligentes con inteligencia artificial (IA) y sistemas de clasificación robótica prometen revolucionar la actividad, equilibrando la conservación marina con la viabilidad económica.
Se estima que el 20% del total de la pesca comercial a nivel mundial es incidental e incluye especies protegidas o indeseadas de escaso valor comercial, a pesar que muchos de ellos son devueltos al mar es una práctica involuntaria de la actividad.
La creciente presión sobre las flotas pesqueras ha impulsado la búsqueda de soluciones tecnológicas que permitan una pesca más selectiva y respetuosa con el medio ambiente, sin comprometer la rentabilidad del sector.
Uno de los desarrollos más prometedores es Marine Beacon, un sistema de red de arrastre con IA desarrollado en Francia. Equipado con cámaras submarinas y algoritmos de aprendizaje automático, permite identificar y clasificar la captura en tiempo real, activando mecanismos de liberación para especies no deseadas. En pruebas de laboratorio, ha demostrado capacidad para identificar especies en video y controlar trampillas de escape automatizadas. El próximo desafío es su implementación en grandes embarcaciones comerciales.
De manera similar, en el Reino Unido, el dispositivo Smartrawl emplea un sistema robótico subacuático que distingue peces según su tamaño y especie, facilitando una pesca más selectiva y eficiente. Su sistema de compuerta patentado, operado por la fuerza del agua, permite reducir significativamente los descartes y la captura incidental.
Por su parte, el Instituto Francés de Investigación para la Explotación del Mar (Ifremer) está llevando a cabo pruebas con redes de arrastre inteligentes diseñadas para optimizar la selectividad de las capturas y minimizar la pesca incidental. Este desarrollo se fundamenta en los últimos avances en inteligencia artificial y tecnología de sensores, con el objetivo de mejorar la eficiencia operativa y la sostenibilidad de la actividad pesquera.
Cada año, aproximadamente 20 millones de toneladas de pescado, equivalentes a una cuarta parte del volumen total de capturas marinas, son descartadas o desembarcadas sin ser aprovechadas. Para abordar esta problemática, investigadores del Ifremer están implementando en Lorient (Morbihan) un innovador sistema de redes de arrastre que integra capacidades de clasificación en tiempo real, permitiendo identificar y seleccionar especies objetivo antes de ser izadas a bordo.
Tradicionalmente, las redes de arrastre operan sin un control inmediato sobre las especies capturadas, funcionando como grandes dispositivos de recolección remolcados durante horas sin conocimiento en tiempo real de su contenido. Julien Simon, especialista del Laboratorio de Tecnología y Biología Halieútica del Ifremer, destaca la importancia de esta innovación, que transforma la gestión de capturas al dotar a los pescadores de herramientas para una toma de decisiones más informada.
El desarrollo de estas redes inteligentes forma parte del proyecto Game of Trawls (Giving Artificial, Monitoring Intelligence to Fishing Trawls), liderado por Ifremer en colaboración con la Universidad de Bretaña Meridional (UBS), la empresa Marport, especializada en sensores avanzados, y el comité de pesca de Morbihan. Esta iniciativa busca reducir significativamente la captura de especies no deseadas mediante tecnologías que refuercen la precisión y sostenibilidad de la pesca.
Según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), el descarte de especies varía ampliamente, alcanzando tasas del 22% en el caso de la sardina y hasta el 41% en la cigala. A pesar de las mejoras en la selectividad de las artes de pesca, derivadas del ajuste de las dimensiones y configuraciones de las mallas, su eficacia sigue dependiendo en gran medida del comportamiento de las especies capturadas más que de un control directo por parte de los pescadores. Con el uso de estas tecnologías emergentes, se espera una gestión más eficiente y responsable de los recursos marinos.
El uso de barcos autónomos y equipos de pesca automatizados representa otro avance clave. Mediante GPS, sensores avanzados y algoritmos de IA, estas embarcaciones pueden optimizar rutas de pesca, reducir costos operativos y minimizar el riesgo para los tripulantes. Además, utilizan sistemas de sonar para detectar bancos de peces y maximizar la eficiencia de la captura.
La automatización también ha transformado la manipulación de capturas, con redes inteligentes programables que mejoran la selectividad y reducen descartes. Las redes automatizadas pueden ajustarse a ciertas profundidades o volúmenes de captura, permitiendo una gestión más precisa de los recursos marinos.
Además de mejorar la selectividad, la tecnología también está optimizando el almacenamiento y transporte del pescado. Métodos modernos de refrigeración y envasado al vacío prolongan la frescura del producto, permitiendo su comercialización en mercados más exigentes.
Asimismo, la incorporación de sistemas satelitales y modelos de aprendizaje automático permite predecir zonas de pesca favorables, reduciendo la huella ambiental de la actividad. El análisis de datos en tiempo real contribuye a la toma de decisiones estratégicas, maximizando la eficiencia y minimizando el impacto ecológico.
La implementación de tecnologías avanzadas en la pesca implica una inversión inicial considerable, especialmente para las flotas más pequeñas. Sin embargo, a largo plazo, la reducción de capturas incidentales y el acceso a mercados sostenibles pueden traducirse en mayores ingresos y reducción de desperdicios pero sobre todo a llevar adelante una política amigable con el recurso, su manejo y sobre todo con la opinión pública, que ve al pescador como un oportunista que hace daño al ecosistema, algo que desde conductas ancestrales es exactamente contrario. El pescador de buena cepa, no deteriora el medio ambiente porque sabe que de El, depende el futuro del sector, las pruebas están a la vista, en el caladero argentino goza de salud y estabilidad en las especies comerciales después de una labor encomiable de cada participante del sector.
Además, la posibilidad de obtener certificaciones de sostenibilidad aumenta el valor comercial del pescado, ya que cada vez más consumidores y cadenas de distribución exigen productos provenientes de prácticas responsables. Para facilitar esta transición, será fundamental el apoyo gubernamental mediante incentivos, subsidios y financiamiento específico para la modernización del sector.
Las innovaciones tecnológicas prometen un futuro donde la pesca será más precisa, eficiente y, sobre todo, sostenible. Al combinar avances científicos con conservación, la industria pesquera se encamina hacia un modelo que protege tanto la vida marina como los medios de subsistencia de quienes dependen del mar.