Con unos pocos actos oficiales se recuerda a los caídos y se homenajea a quienes participaron activamente en el conflicto bélico que cambió la historia de nuestro país.
Un conflicto que podría ser calificado de absurdo por la forma en que comenzó y se desarrolló, pero que demostró la unión del pueblo argentino ante el mayor peligro de su historia, porque a pesar que se siguen buscando eufemismos, fue un combate, una guerra, ni más ni menos, con todo lo que encierra esa situación que se llevó la vida de 649 combatientes, más aquellos que no se han contabilizados post-guerra.
El sector pesquero también cumplió su parte muy importante en el Teatro de Operaciones del Atlántico Sur a través de varios buques, que oficiaban de apoyo en distintas tareas que se les había encomendado.
El más simbólico es sin dudas el Buque Pesquero congelador Narwal, al que se le rinde homenaje todos los años con un acto en la plaza que lleva su nombre en las calles Tripulantes del Fournier y Aguado en la ciudad de Mar del Plata, donde resuena el nombre del contramaestre Omar Alberto Rupp, caído bajo las balas de la Fuerza británica cuando realizaba tareas de inteligencia electrónica, visual y de comunicaciones a bordo del recordado buque.
Por estas tierras, inmigrantes italianos y españoles, con hijos entregados a la Argentina, vivían las mismas pesadillas padecidas en sus lugares de nacimiento, donde 1914 y 1939 (años de comienzo de la Primera y Segunda Guerra Mundial), los marcarían para siempre y los obligaron a tomar la determinación de emigrar a tierras de paz y prometedoras de trabajo, llegando a ciudades como la de Mar del Plata que sin querer, los llevaba a un lugar al que nunca pensaron volver: la guerra. Dolor y sufrimiento.
A pesar de los 42 años que han transcurrido desde aquel inicio de la guerra, algunas cosas no han cambiado. La falta de reconocimiento para muchos veteranos, de los cuales decenas volvieron a sus casas de noche, transportados como si hubiesen sido los responsables de un resultado que solo algunos trasnochados podían no premeditar.
No hubo “pibes” de Malvinas, fueron hombres que cumplieron con su juramento: defender la bandera hasta perder la vida, en y por actos de servicio.
Las cuestiones políticas parecen no homenajearlos ni siquiera desde los concurridos escritorios de los funcionarios. La desatención en la defensa del recurso pesquero en derredor de las Islas Malvinas y los coqueteos y desavenencias con sus pares británicos, hacen que la lectura ante la situación sea cuanto menos confusa, recordando años de la política internacional argentina y sus “relaciones carnales” de los ’90, donde se entregó todo, incluso una fuente generadora de divisas para el país.
Militares, civiles, fuerzas que estaban entrenadas pero tal vez no preparadas para lo que fue, no midieron nada y allá fueron, para defender el pabellón argentino que, como marca la historia y su propia constitución geológica, que va más allá de lo político, le pertenece a la Argentina, pero que los invasores y sus cómplices de distintos países, persiguiendo espurios negocios, no reconocen lo que la historia misma marca. Las Islas Malvinas son argentinas y no hay punto de discusión ni de negociación.
“Capitán Cánepa”, “Constanza”, “Invierno”, “María Alejandra”, “Mar Azul”, “Usurbil”, “Ceibo”, “Narwal”, son solo algunas de las embarcaciones que brindaron su colaboración, con héroes anónimos y que se sumaron a la guerra con tripulaciones compuesta por civiles que no sabían bien de qué se trataba pero que nada les importó para hacer su aporte a la Patria.
Las Cámaras pesqueras de aquel entonces (CAPECA y la Cámara de Armadores) brindaron su aporte para que los buques de las empresas argentinas pudieran colaborar en la búsqueda y rescate de tripulantes, pilotos, sobrevivientes en las heladas aguas del Atlántico, pudieran ser vehículos de rescate, sabiendo del riesgo al que se enfrentaban pero siguiendo el mismo concepto, el defender a su país.
Fotografía gentileza Marcelo Pasetti
Nadie quedó fuera del conflicto bélico y todos colaboraron desde el lugar en que podían, aun a sabiendas de que estábamos inferioridad de condiciones, porque el invasor venía por todo, no en defensa de la Soberanía como lo hacían sus antepasados piratas, movilizados solamente por conseguir un lugar estratégico para la pesca y el petróleo, sino para el dominio estratégico y geopolítico del control del Atlántico Sur en su único paso natural hacia el Pacífico y con proyección directa a la Antártida; respuesta que está a la vista del mundo.
Difícil se hace apartar la emoción de la escritura, rememorando los días insólitos y angustiantes que tocó vivir en 1982.
Hoy se cumplen 42 años de la Gesta de Malvinas, oportunidad en la cual recordamos a los veteranos y caídos en esa dolorosa y desigual contienda bélica. Una buena oportunidad para rescatar la historia y revalorar el coraje y sacrificio de nuestros héroes. Honor, gloria y eterna gratitud hacia todos ellos!!