Cada 20 de noviembre, Argentina no solo recuerda un combate del siglo XIX, reafirma una decisión colectiva que atraviesa generaciones, gobiernos y coyunturas polÃticas. La Nación se reconoce, en esa fecha, como sujeto de derecho frente al mundo y como comunidad responsable de custodiar un patrimonio territorial, material y simbólico que no admite renuncias: la soberanÃa.
Desde la Puna hasta la Antártida pasando por cada una de las islas del Atlántico Sur, miles de hombres y mujeres de las fuerzas armadas y de seguridad, del sistema cientÃfico-tecnológico, de la producción y del mundo del trabajo sostienen, dÃa a dÃa, tareas que hacen concreta esa noción de soberanÃa: vigilan el espacio aéreo y marÃtimo, custodian fronteras, investigan, producen, enseñan, negocian en foros internacionales, resguardan recursos estratégicos y construyen memoria. La fecha actúa como un espejo: obliga a preguntarse qué significa hoy la palabra “Patriaâ€.
El 20 de noviembre de 1845, hoy, exactamente a 180 años, en un recodo del rÃo Paraná conocido como Vuelta de Obligado, se enfrentaron dos dimensiones de la historia: de un lado, el poder naval y comercial combinado de Gran Bretaña y Francia, en pleno ciclo de expansión imperial; del otro, una Confederación Argentina joven y heterogénea, decidida a impedir que sus rÃos interiores fueran convertidos en simples corredores al servicio de intereses ajenos. Se disputaba mucho más que un paso fluvial: se disputaba el derecho de un paÃs a decidir sobre su propio territorio.
Las gruesas cadenas cruzadas de costa a costa, sostenidas por barcazas y defendidas desde las barrancas de San Pedro, no fueron un gesto romántico. Fueron un mensaje inequÃvoco: la navegación interior es un atributo soberano. Aquella barrera de hierro marcó un lÃmite polÃtico, económico y simbólico frente a dos potencias que pretendÃan imponer la libre navegación bajo sus propios términos.
La superioridad bélica de la flota anglo-francesa permitió que finalmente cortara las cadenas y avanzara rÃo arriba. Sin embargo, la resistencia argentina —prolongada en distintos puntos del Paraná— elevó los costos de la expedición hasta volverla inviable. Los invasores comprendieron que no podÃan navegar los rÃos sin la anuencia del gobierno local, ni sostener una presencia militar prolongada sin un desgaste inadmisible.
Ese proceso derivó en acuerdos diplomáticos que reconocieron la soberanÃa argentina sobre sus rÃos interiores. La Vuelta de Obligado, por lo tanto, ofreció un ejemplo singular en la historia continental: una derrota militar que produjo una victoria polÃtica y estratégica, afirmando la potestad del Estado argentino en un área clave de su geografÃa.
Una batalla de profundas resonancias históricas
A lo largo del tiempo, diversos historiadores, desde diferentes perspectivas, han coincidido en señalar la densidad polÃtica del episodio. Obligado ha sido leÃda como una gesta de dignidad nacional, como un punto de inflexión en la definición del interés argentino frente a presiones externas, y como un acto inaugurador de la proyección soberana sobre los rÃos, los recursos y el comercio.
La consolidación de esta visión llevó, en 1974, a la declaración oficial del 20 de noviembre como DÃa de la SoberanÃa Nacional, y décadas después, a su incorporación como feriado nacional. Con ello se reconoció que la fecha no es una evocación folklórica, sino un hito en el proceso de afirmación del Estado argentino.
El legado de Obligado recuerda que la soberanÃa no es un monumento, sino una práctica cotidiana que exige instituciones fuertes, ciudadanÃa comprometida y decisiones estratégicas. En la actualidad, los frentes soberanos son múltiples: el Atlántico Sur, la plataforma continental, los recursos naturales, la energÃa, el agua, el ambiente, la tecnologÃa, la infraestructura crÃtica y la presencia cientÃfica en la Antártida.
En todos esos ámbitos, la enseñanza de 1845 adquiere vigencia; no puede haber desarrollo sin autonomÃa, ni integración al mundo sin capacidad de decidir las condiciones de esa inserción.
La escena de las barrancas de San Pedro conserva una potencia emocional e intelectual singular: milicianos mal pertrechados, artillerÃa improvisada, apoyos civiles, oficiales al frente de posiciones precarias. Aquella resistencia no respondió a un cálculo de conveniencia, sino a la convicción de que un paÃs debe fijar lÃmites incluso —y especialmente— cuando enfrenta fuerzas superiores.
Ese mensaje continúa interpelando a la Argentina contemporánea. Invita a reflexionar sobre la soberanÃa energética, ambiental, tecnológica, marÃtima y alimentaria; sobre el desarrollo con justicia social; y sobre la necesidad de consensos duraderos en torno a los intereses esenciales de la Nación.

“El sable que me ha acompañado en toda la Guerra de Independencia de la América del Sud, le será entregado al General la República Argentina Don Juan Manuel de Rosas, como una prueba de la satisfacción, que como Argentino he tenido al ver la firmeza que ha sostenido el honor de la República contra las injustas pretensiones de los Extranjeros que tratan de humillarlaâ€, Gral.Don José de San MartÃn.
El 20 de noviembre es una convocatoria a pensar la independencia como proyecto. Convoca a estudiantes, trabajadores, cientÃficos, productores, empresarios, diplomáticos y actores polÃticos a reflexionar sobre qué significa custodiar el interés nacional en un mundo interdependiente.
La Vuelta de Obligado enseña que la Patria se sostiene con coraje, lucidez y determinación, y que su futuro depende, como entonces, de la fortaleza de su pueblo para sostener con inteligencia el principio irrenunciable de la soberanÃa.
Asà como en 1845 las cadenas tendidas en el Paraná marcaron un lÃmite frente a las pretensiones externas, hoy cada navegante que surca el mar argentino reafirma con su presencia la soberanÃa nacional. Desde los buques cientÃficos y pesqueros hasta las embarcaciones artesanales que parten de los puertos patagónicos o bonaerenses, todos ellos despliegan, aun sin proclamarlo, un acto silencioso de afirmación territorial.
En los confines australes, en las aguas frÃas del Atlántico Sur, cada estela que dibuja un casco argentino es una señal viva: la bandera continúa ondeando donde la Nación ejerce sus derechos históricos. Cuando una tripulación iza el pabellón en alta mar, no solo identifica su origen; ratifica la jurisdicción argentina sobre un espacio vital para su desarrollo económico, ambiental y estratégico.
Por eso, pescar es también un acto de soberanÃa. No se trata únicamente de producir alimentos o de dinamizar economÃas regionales: es sostener una presencia efectiva en un territorio que forma parte esencial de la geografÃa nacional. En cada captura regulada, en cada operación controlada, en cada práctica sostenible, se refuerza una premisa fundamental: sin presencia no hay soberanÃa, y sin soberanÃa no hay futuro.
El mar es, como lo fue el rÃo, un escenario en el que la Nación demuestra su voluntad de existir. AllÃ, el trabajo de los pescadores, navegantes y trabajadores marÃtimos, sumado a la vigilancia cientÃfica, militar y ambiental, constituye una de las expresiones más concretas de la continuidad histórica iniciada en aquellas barrancas del Paraná. Porque la Argentina se defiende también navegándola, habitándola y produciendo en ella.









