Estados Unidos atraviesa una ola inédita de retiros de productos de mar: entre abril y agosto de 2025 se sucedieron más de diez advertencias de la FDA por supuesta contaminación con metales pesados, listeria, norovirus, histamina, plásticos y últimamente hasta radiación. Sin embargo, analistas internacionales advierten que, más allá de los riesgos sanitarios, la movida responde a una estrategia proteccionista de la Casa Blanca contra los productos pesqueros importados.
La sucesión de hechos parece haber marcado un pulso inusual en la política de control alimentario estadounidense. El 29 de abril se firmó en California un acuerdo por niveles elevados de metales tóxicos en mariscos. Apenas un mes más tarde, el 28 de mayo, Santa Monica Seafood retiró del mercado salmón de la marca Aldi, al mismo tiempo que la FDA emitía una advertencia sobre el norovirus en las ostras.
En junio, los retiros de mariscos se multiplicaron: camarones por posible listeria (13/6) y bolas de bagre vietnamitas (16/6). En julio la secuencia se intensificó: filetes de anchoa y pasta de pescado blanco por histamina y partículas de plástico (8/7), camarones Sea Horse por sulfitos no declarados (15/7), ensalada de atún contaminada con listeria (22/7) y ostras coreanas por norovirus (24/7). Agosto no trajo calma: el 8 se anunció un nuevo retiro de ostras en California. Ante las medidas, ya China comenzó también a aplicar idénticos criterios: el 15 de agosto pasado un informe reveló altos niveles de contaminación química en mariscos del noreste asiático.
El hecho más resonante golpeó al mercado del camarón de cultivo la semana pasada, donde la propia FDA advirtió sobre camarones congelados por posible radiación.

En apenas 120 días, prácticamente todos los productos de mar de origen importado quedaron bajo sospecha. La coincidencia temporal es tan marcada que abre la puerta a un interrogante mayor: ¿se trata de una verdadera crisis sanitaria o de una estrategia de blindaje comercial?
Algunos especialistas en comercio internacional apuntan que la actual administración norteamericana endurece los controles sanitarios al mismo tiempo que refuerza medidas arancelarias contra productos extranjeros. Bajo esta lógica, el objetivo no sería únicamente la protección de la salud pública, sino también el favorecimiento de la producción local frente a competidores asiáticos y latinoamericanos.
Exportadores de distintas regiones ya hicieron sentir su malestar. Desde América Latina y Asia advierten que la incertidumbre está paralizando operaciones y erosionando la confianza en el mercado estadounidense. Varios empresarios subrayan que “el consumidor final recibe un mensaje de temor, lo que impacta incluso en proveedores que cumplen con normas internacionales de inocuidad alimentaria y pesca salvaje, natural.”
La pregunta persiste. Aunque los riesgos microbiológicos y químicos existen y no pueden ser ignorados, la frecuencia y simultaneidad de los retiros alimentan sospechas. Para fuentes ligadas al comercio internacional, es difícil concebir que todos los mariscos del mundo estén contaminados al mismo tiempo. Lo más probable, señalan, es que “se trate de un sesgo en la aplicación de inspecciones y regulaciones, con un trasfondo político más que sanitario.”
Con la batalla económica en marcha y un clima global de tensiones comerciales en aumento, todo indica que la llamada “crisis de los mariscos” no se disipará en el corto plazo. Queda abierta la incógnita: “¿busca Estados Unidos proteger la salud de sus ciudadanos o blindar sus fronteras económicas?”, se preguntaba un responsable de uno de los importadores más grandes de producto de origen marino para los Estados Unidos.