El colapso del sistema eléctrico ocurrido el martes 25 de febrero en Chile, a las 15:15 horas, ha suscitado inquietud en múltiples sectores productivos del país, particularmente en la industria salmonera. La interrupción del suministro, atribuida a una «operación no deseada en el sistema de control y protección de la línea«, según el Coordinador Eléctrico Nacional de Chile (CEN), afectó de manera transversal la infraestructura nacional, repercutiendo desde la Región de Arica y Parinacota hasta la Región de Los Lagos, a lo largo de más de 2.400 kilómetros.
A pesar de que el restablecimiento del suministro se concretó mayoritariamente hacia la medianoche, las implicaciones del evento han generado un debate crítico sobre la estabilidad y resiliencia del sistema eléctrico chileno. En respuesta a la crisis, el gobierno de Gabriel Boric decretó estado de excepción y estableció un toque de queda desde las 22:00 hasta las 06:00 horas del día siguiente, desplegando 3.000 efectivos militares para garantizar el orden público.
Las consecuencias del apagón se manifestaron en diversas esferas: colapso del tráfico urbano debido a semáforos inoperativos, interrupción del transporte subterráneo, paralización de aeropuertos, afectación en el suministro de agua potable y fallos en los servicios de telecomunicaciones. Frente a este panorama, la Superintendencia de Electricidad y Combustibles (SEC) inició investigaciones para esclarecer las responsabilidades, con la empresa ISA Interchile bajo escrutinio gubernamental.
Si bien las empresas salmoneras lograron mitigar las disrupciones gracias a sus sistemas de respaldo, la magnitud del evento ha reavivado las preocupaciones sobre la fiabilidad del sistema eléctrico.
Consultadas algunas empresas del sector, entre las grandes productoras, destacaron «que la industria cuenta con infraestructuras tecnológicas avanzadas que permitieron asegurar la continuidad operativa «; no obstante manifestaron una profunda preocupación en caso de reiterarse y poder prolongar en el tiempo este tipo de eventos. El segundo exportador mundial de salmónidos expresó su disconformidad ante estos eventos impredecibles y jamas vividos. La producción e industria de salmones, depende del esquema eléctrico nacional, cualquier caída prolongada podría tener un impacto indeseable en toda la cadena por corte en la cadena de frío, en la etapa final del proceso previo a las exportaciones.
No obstante, reconocieron que este tipo de incidentes tiene un impacto que trasciende lo empresarial, afectando comunidades y cadenas de valor vinculadas a la salmonicultura pero sobre todo a la cadena de oxigenación en granjas de menor tamaño que no tienen equipos propios de respaldo.
Desde el sector advirtieron sobre la fragilidad del sistema eléctrico nacional, subrayando la urgencia de abordar sus deficiencias con mayor seriedad. «Si bien nuestros sistemas de respaldo respondieron adecuadamente, un evento prolongado podría haber ocasionado problemas significativos«, enfatizó en declaraciones.
El apagón ha evidenciado la vulnerabilidad del sistema de transmisión eléctrica de Chile, lo que exige una evaluación rigurosa y reformas estructurales que garanticen su fiabilidad ante escenarios de crisis. La industria salmonera, como sector clave de la economía nacional, depende de un suministro energético estable para evitar riesgos operacionales que puedan comprometer su competitividad y sostenibilidad.
En este contexto, todo el sector impulsa y exige que las autoridades y actores del sector energético adopten un enfoque proactivo para reforzar la infraestructura y optimizar los protocolos de contingencia, mitigando así futuras disrupciones que puedan comprometer no solo la producción, sino también la estabilidad económica y social del país.