Las altas temperaturas debería ayudar, pero el mal tiempo y lo inestable de este no ayuda a la pesca del magrú. El poco incentivo económico tampoco colabora para una temporada que desde la banquina dicen debería ser indudablemente mejor.
La queja llega del hombre que se enorgullece en contar que lleva “58 años en el agua” y que no tiene otra ocupación o negocio más que “ir al agua”.
No son argumentos en vano o desde el desconocimiento, sino desde lo que ahora se llama expertise o expertise. Experiencia en definitiva, frío en la piel, humedad del agua del mar en el cuerpo y años de alguna alegría y con la esperanza que aún no se pierde de que las cosas puedan mejorar para, tal vez, el sector menos oído a la hora de los reclamos en la pesca.
“Lo que hoy están pagando el kilo de magrú no alcanza para comprar un litro de leche. Hasta me da vergüenza decirte el precio. Pero te lo digo sin problemas: $100. Así como lo escuchás. Se entiende. Han comprado mucho magrú a los barcos y lo tienen congelado. Son las reglas del juego. Pero yo tengo a 10 personas que trabajan conmigo y todos están ‘en blanco’ como tiene que ser, como corresponde”, dice el hombre de mayor trayectoria en años en el puerto marplatense.
“Parece que cada vez que hablo con vos tengo alguna queja, pero fíjate que todas las veces que te arrimás para hablar estamos parados siempre en el mismo lugar. Esto no avanza. Te lo dije: no hay mucho pescado y encima barato. Yo voy a seguir diciéndolo. Algunos no quieren salir a hablar. Tengo 58 años pescando, a esta altura que me pueden decir. Conozco todo. Nadie me puede venir desde un escritorio a decirme a mí como es la pesca”, nos cuenta entre indignado y resignado.
Apenas son tres las embarcaciones que se alejan a 10 o 12 millas para traer el magrú, que en otro momento representaba una muy buena fuente de ingreso no solo para el propietario de la embarcación sino también para quienes esperaban el momento de ir a buscar “la caballa del Atlántico”.
“Un par de muchachos a los que yo triplico en edad casi nos dicen que no podemos pescar en la costa. No se puede hacer pesca de arrastre. Ahora yo te digo: hay detectados en la provincia de Buenos Aires cerca de 4.000 barquitos que pescan de arrastre, sin permiso, sin nada. Ponele que llevan 3 personas, hacé la cuenta y decime… y ni te digo si lo multiplicás por los cajones que levantan. A nosotros nos piden todo y está bien que nos pidan lo que las ordenanzas y legislación requiere. Pero a ellos también que se le exijan. Yo sé que esto te lo digo cada vez que hablamos, pero es la realidad”, dice Franco Boccanfuso, en definitiva de él se trata y el consecuente lector de PESCARE ya ha descubierto seguramente.
Sus colegas argumentan que tienen derechos adquiridos a través de los casi 100 años que llevan de pesca en el mismo sector y se enfurecen cuando se les menciona que la prohibición llegó de parte de un vecino (ex curul) de Villa Gesell, por pedido de un sector que considera el impacto visual que generan las embarcaciones a tres o cuatro millas de la costa es impactante y que daña el medio ambiente la forma de pescar. Desacertado por cierto si es que hay que abrir un juicio de valor al respecto.
“Los famosos artesanales no gastan nada. Solo unos litros de nafta. ¿Cómo hacemos para vivir nosotros? La ley provincial no permite arrastrar. De acuerdo. ¿Y los trakkers artesanales como pescan? No le dan laburo a nadie. Agarran el pescado y se van para la casa. Y no es pescado para comer ellos. Eso es para vender como hacemos nosotros, con la diferencia que ellos no tienen nada registrado, ni siquiera la venta diaria de hasta 300 cajones a frigoríficos que exportan. ¿como hacen? no lo se, pero cobran a culata de camión. Ojo, nosotros no queremos estar en las mismas condiciones que ellos, todo en negro, todo trucho. Todo lo contrario, queremos que se igualen las condiciones pero para que esté todo en regla. Eso sería lo justo, pero nadie nos escucha, ni siquiera pesca de la provincia que están más interesados en las abejas y la miel artesanal que en el histórico sector pesquero cuna del desarrollo de la pesca en Argentina, acá hay muchos que se hacen los boludos, miran para otro lado para no tener quilombo con nadie”, nos relata ya un ofuscado Boccanfuso.
Proponen hacer una mesa grande, con autoridades, funcionarios, representantes de las embarcaciones, que todos y cada uno de los sectores esté presente. Esa es la propuesta aun sabiendo que es casi imposible.
“Nos están masacrando de todos lados. Queremos que los que tienen que dar las indicaciones, poner las reglas nos consulten, pero no que nos consulten en privado, que hagan una mesa grande. Con todos, con los del escritorio, con los que tienen que controlar, con el periodismo, así se enteran todos de la situación que nosotros vivimos. Nos dicen que los barcos artesanales no necesitan nada de lo que nos piden a nosotros, pero ellos se llevan 900 cajones de pescado. ¿Eso es artesanal? ¿Por qué no quieren charlar, debatir con nosotros con muchos testigos? Porque le vamos a decir la verdad en la cara y encima les vamos a pedir una solución”, propone Franco ya en un tono más resignado, pero será solo el tono de su voz, nada más que eso.
“Parece que nosotros somos los depredadores del mar. Ahora tendremos que ir a pescar a Lavalle y ahí tenemos que bajar la cabeza, porque las condiciones las ponen ellos. En Mar del Plata siempre les abrimos las puertas a todo el mundo, vamos a otro lado y las reglas las ponen ellos. Otra injusticia más”, dice Boccanfuso antes de seguir con la aguja en la mano y observando con ojo clínico las redes.