Recorrer cincuenta años de historia en una actividad no es tarea sencilla, mucho menos si se trata de una de aquellas vinculadas al mar, a la pesca. Avatares, traspiés, complejidades de una actividad como el buceo en el propio puerto de Mar del Plata.
Con su taller, galpón y oficinas en el mismísimo puerto marplatense, la empresa Canal & Canal cumple 50 años de un recorrido al que nos invita a compartir su titular: Jorge Canal.
“Mi actividad empezó en el rubro cuando tenía 17 años. Empecé a trabajar con Alfredo Montes ‘Chapaleo’, que tenía su empresa. Yo con 16 años había ido a pescar dos veces, en dos barcos distintos y realmente me hacía mal, me descomponía. Un día estaba en Esdipa (propietaria de los barcos donde trabajé) y un señor me dice si quería bucear y en cuantos días podía aprender. En dos le dije”, rememora Jorge con una sonrisa que lo transporta a aquellos años.
Nació en San Miguel del Monte, provincia de Buenos Aires, lugar de nacimiento del reconocido arquero Ubaldo Matildo Fillol. “Mi mamá, que está próxima a cumplir 99 años fue su maestra en la escuela y ‘el Pato’ siempre la llama”.
Una inundación hizo que su padre perdiera su chacra a 100 kilómetros de la Capital Federal, lo que los motivó a radicarse en Mar del Plata para buscar un nuevo horizonte.
“Trabaje 8 meses con ‘Chapaleo”. No arreglé el sueldo y el ‘Indio’ Toledo estaba trabajando con Centeno y se independizó y empezó a agarrar la Banquina Chica y me propuso hacer una sociedad al 50% y ahí arrancamos, un 4 de marzo de 1974”.
Párrafo aparte, hoy, y después de una vida recorriendo cascos desde abajo del agua, «el Indio«, personaje mítico del puerto, se lo puede ver como gerente de operaciones del tradicional y único café de marinos, «El Michelangelo«, orgulloso, inquieto y atento a todas las mesas; mostrando en su pecho la condecoración de buzo recibida por una vida en esa profesión.
La fecha no podría haber sido mejor elegida porque el puerto de Mar del Plata vivía una de sus mejores horas. “Vengo realizando un camino muy lindo, sostenido por el aguante de mi señora (Beatriz), estuve 29 años con Toledo, los hijos crecieron y siempre tienen nuevas ideas y continuamos como Canal y Canal, mi hijo Maximiliano me acompañó mucho tiempo pero se independizó y hoy tiene un barquito en Caleta Paula. Mis hijas también me acompañan en este trabajo, una de ellas es abogada y me asesora (María Florencia) y la otra (Gisela) es la que se encarga de toda la parte administrativa. En esta actividad se requiere de mucho trabajo pero mucho orden en los papeles, hay normativas que cumplir tanto del Consorcio como de Prefectura, a quienes siempre les estoy agradecido por la predisposición que tienen para nuestro trabajo”.
Canal sabe que ha hecho obras trascendentes, pero las cuenta con humildad a pesar de la espectacularidad de las mismas. Durante siete años, él y su equipo participaron en la construcción del emisario submarino de Mar del Plata, aunque lo cuenta con orgullo, sus ojos se llenan de lágrimas al recordar que por una muerte súbita, falleció uno de sus más estrechos colaboradores: Domingo Isaac Chávez, “era como un hijo, después de tantos años lo sigo extrañando”.
Hoy trabajan prácticamente con todas las embarcaciones del puerto de Mar del Plata, describiendo de qué se trata una empresa de ‘salvamento y buceo’ ante la consulta de PESCARE.
“Se trata de que nosotros podemos reflotar barcos, por ejemplo yo soy buzo de primera, ya no ejerzo más el buceo, pero soy perito en salvamento y buceo con la libreta de primera. Esa matrícula me hace sacar barcos sin tonelaje, es decir desde un pesquero hasta un barco de ultramar, siempre y cuando te acojas a los planes de salvamente que firma la Prefectura Naval Argentina”, detalla sobre su empresa.
A la hora de recordar alguno de los trabajos más complicados que le tocó afrontar, Canal cuenta que no hay trabajos sencillos, que todos tienen sus complejidades como el emisario submarino de Mar del Plata, o el rescate de uno de los barcos de Wanchese en la escollera norte, en otro de los trabajos que el titular de la empresa considera como muy importante, en colaboración con colegas porteños.
“Ahora reflotamos el ‘Ribazón Inés’, después de nueve años de hundido. Estaba lleno de barro, tuvimos que sacar todo el barro de adentro, fue una un trabajo titánico para los buzos prepararlo, se había preparado para hundirlo, pero no se había preparado para reflotarlo, estaba todo abierto. Hubo que tapar y soldar para que flote”, describe entre las difíciles tareas como soldar debajo de la superficie.
Canal tiene en mente cada uno de los trabajos que realizaron, pero no puede precisar sobre cuantos buques pusieron sus cabezas debajo del agua en estos cincuenta años de un recorrido que sigue día a día.
“Otro de los trabajos importantes y más reciente fue el del cerealero en Necochea, que tocó el veril, hizo dos rumos y tuvimos que trabajar durante seis días para que pueda navegar con normalidad”.
Entre los trabajos realizados y los que tienen por delante, el buzo de primera cuenta que ellos se encargaron del hundimiento en el Parque Submarino Cristo Rey, de lo que fuera el BP Simbad y ya tienen programado hacer lo mismo con el Sirius y el Coral Blanco.
Las actividades no se circunscriben al puerto de Mar del Plata y la zona. “Hemos hecho el emisario submarino de Carlos Paz, en Córdoba, el acueducto de Calafate de 126 metros con caños de 800 hemos, dos emisarios submarinos en Ushuaia, entre otros tantos trabajos”.
Lejos de imaginarse en sus comienzos con el recordado “Chapaleo”, que llegaría a ser buzo de primera y perito en la materia sus días desde los seis hasta los dieciséis años transcurrían en el esquí acuático, formando parte del seleccionado argentino de ese deporte. Rememora que su padre fue empleado de “Frigocen” y su hermano trabajaba en la descarga del congelado, Jorge se arrimó al puerto y sacó su primera libreta de embarque para ser parte del “Segundo Sombra” y del “Pierre”, pero su estómago no lo dejó arriba de los barcos, tal vez porque su vida estaría debajo del agua destrabando hélices, detectando rumbos y poniendo su ojo clínico en aquellos lugares donde no todos pueden ver un barco.
“Cuando le respondí a ‘Chapaleo’ que en dos días iba a aprender a bucear me fui a la pileta Lafayette con mi amigo Marcelo Beltramino para que me enseñara y así fue, en dos días empecé como buzo. El primer trabajo fue en el ‘Don Pascual’, había que sacar un paso variable y lo saqué, saqué la hélice, la desarmé (en esa época se podía) y ahí comenzó esta linda historia que nos tiene acá vigentes y orgullosos”, se vuelve a emocionar repasando su trabajo y su vida también deportiva, “siempre he sido muy deportista, jugué mucho al rugby, en el club de mis amores: Biguá y hasta jugué en el seleccionado”.
Hoy su equipo de trabajo está compuesto por siete buzos más la parte administrativa de la empresa, recordando que a su hijo Maximiliano lo inició en el buceo cuando apenas tenía tres años, “ya era un loquito, ya de más grande además de bucear por el trabajo corrió en Monomarca (automovilismo) y fue campeón, por eso muchos le dicen ‘el buzo’ Canal en los autódromos. Cuando tenía quince años lo llevé por primera vez a trabajar a Buenos Aires, le gustó la actividad, le gustó ‘el número’ (risas) y dejó el colegio industrial para dedicarse a esto que es un trabajo de mucho riesgo, pero muy lindo”.
Recordando su formación como buzo desde la década del ’60 Jorge Canal destaca que el agua del puerto de Mar del Plata “es como que se aclaró, al no estar más las harineras y que no arrojen sus desechos al mar como antes pasaba, hoy se ve mejor debajo de la superficie, hay días de mejor visibilidad que otros, pero ha cambiado mucho para mejor”.
A la hora de pedirle algún hecho curioso o risueño para que nos lo relate, Jorge hace una pausa larga y cuenta que en una ocasión, en plena tarea debajo del agua, sintió como que algo o alguien lo tomó del botellón de oxígeno y lo llevó a la superficie, sin explicación alguna porque no había nada ni nadie con él, en un hecho que aún no le encuentra explicación y que siempre recuerda como tal vez lo más curioso y llamativo. “Creo en Dios, soy católico y apostólico, tenga mucha fe pero no voy a la iglesia, yo cada mañana pido por todos, por los que conozco y por aquellos que no”, cierra con esa frase el llamativo suceso vivido hace algunos años.
En estos cincuenta años de historia quedan atrás los casi dos centeneras de lanchas amarillas asistidas, los barcos que como los de “Ventura, Frigocen, Poletti, con todos esos también trabajé, no sé la cantidad. Trabajamos en La Plata, Lavalle, el Salado, Samborombón, San Clemente del Tuyú, en toda la costa de la provincia.”
Hoy el titular de la empresa, mostrando su moderno equipamiento, el cual desplegó ante la presencia de esta Editorial, también se enorgullece de que sus trabajos son realizados con filmaciones subacuas, una tecnología moderna que le permite al cliente y a la Prefectura, ver a la perfección lo que se hace debajo de la superficie en cada barco.
Medio centenar de años con una presencia fuerte y constante en el puerto de Mar del Plata, con el compromiso y la dedicación que se requiere para estas actividades, Canal y Canal trabaja donde otros no pueden hacerlo, dicho de otro modo, ponen sus ojos donde otros no. Salud!