Entre enero y mayo de 2025, las exportaciones de camarón ecuatoriano alcanzaron los 3.462 millones de dólares, superando por 280 millones a los ingresos generados por el petróleo, que viene en caída tanto en volumen (-4,2 %) como en precios (-15 %). Con 591.815 toneladas enviadas al exterior, la industria camaronera no solo ha batido récords en volumen, sino que también ha afianzado su protagonismo como uno de los pilares del comercio exterior no petrolero de Ecuador.
Este crecimiento, que representa un alza del 15,9 % en toneladas y del 26 % en ingresos respecto al mismo período de 2024, marca el retorno a una senda expansiva tras dos años de moderación. Si esta tendencia se mantiene, el país podría cerrar el año con exportaciones de hasta 1,5 millones de toneladas de camarón, superando los 1,6 millones en peso vivo.
Los principales destinos siguen siendo China (49 % del total exportado) y Estados Unidos (19 %), aunque en los últimos meses se ha observado una expansión notable en mercados como la Unión Europea y Japón. Además del volumen, los precios promedio por kilogramo han sido favorables, especialmente en plazas exigentes como Estados Unidos, España y China, lo que refleja no solo cantidad sino también una percepción positiva de la calidad del producto ecuatoriano.
Este avance del camarón Vannamei de cultivo no ha sido neutro en el escenario global: se ha dado, en buena medida, a costa de la pérdida de competitividad del langostino salvaje argentino. Pese a sus atributos organolépticos superiores y su calidad reconocida, el producto argentino ha cedido terreno frente a especies de cultivo más baratas y constantes en oferta.
El Vannamei, criado en granjas, ofrece menores costos de producción y mayor previsibilidad comercial, lo que le permite ser comercializado a precios más bajos. En un contexto donde los compradores priorizan el precio sobre la excelencia gastronómica, el langostino argentino ha quedado relegado a un segundo plano, especialmente en Asia y ciertos segmentos del mercado europeo.
Hoy, al cumplirse treinta y dos años de trayectoria, la Cámara Nacional de Acuacultura de Ecuador, reafirma su compromiso inquebrantable con la industria que nutre al mundo. En cada libra de camarón que cruza las fronteras del Ecuador se entretejen las historias de familias, comunidades enteras y miles de ciudadanos que, con esfuerzo y convicción, sostienen una actividad que no solo impulsa la economía, sino que transforma vidas. A lo largo de cada etapa de este complejo y virtuoso proceso, la CNA ha estado presente: acompañando con cercanía, defendiendo con firmeza, asesorando con conocimiento y promoviendo el desarrollo sostenible del sector. Con legítimo orgullo y gestión eficiente de la cámara, la institución enarbola una identidad que une, representa y proyecta al Ecuador hacia el futuro. Así lo refleja en su cuenta X.


Lo que hasta hace pocos años era considerado un sacrilegio —comparar un langostino salvaje y natural argentino con un Vannamei cultivado en Ecuador, India, México o Bangladesh— hoy se ha vuelto habitual. La presión económica ha empujado a los mercados a privilegiar los precios por sobre la calidad, y el producto argentino enfrenta el desafío de reconquistar su espacio en un escenario cada vez más competitivo.