El puerto de Mar del Plata podría convertirse en un punto estratégico para el turismo de cruceros en Argentina, posicionándose como una escala intermedia entre Buenos Aires y Puerto Madryn. Así lo expresó el embajador argentino en Brasil, Daniel Scioli, a través de su cuenta oficial en la red social X, tras mantener una reunión con Alejandro Carrancio, coordinador de productos turísticos del Instituto Nacional de Promoción Turística (INPROTUR).
“Mar del Plata, un paso para los cruceros que debería ser fundamental entre Buenos Aires y Puerto Madryn”, escribió Scioli, quien destacó que la ciudad ya dispone de la infraestructura necesaria en la Base Naval. Sin embargo, aclaró que para que los cruceros turísticos puedan operar en condiciones óptimas, es necesario concretar tareas de dragado que faciliten el acceso y el amarre de estas embarcaciones, pero sobre todo que la Nacion se haga cargo de financiar estos megaproyectos cuyo destino es mas resonante que real y operativo.

En este marco, el embajador recordó que la Ciudad Autónoma de Buenos Aires recibe más de 100 cruceros por temporada, transportando a más de 400.000 turistas. Para la próxima temporada, se espera un incremento del 10% en los arribos. En ese contexto, incorporar a Mar del Plata como una nueva escala tendría un impacto significativo en la economía turística local.
El impulso a esta iniciativa se suma a las gestiones realizadas recientemente en el Seatrade Cruise Global, el principal evento de la industria a nivel internacional, celebrado en Miami. Allí, representantes argentinos mantuvieron encuentros con autoridades de la Asociación Internacional de Líneas de Cruceros (CLIA), así como con ejecutivos de empresas líderes como MSC Cruise y Norwegian Cruise Line, con el objetivo de atraer inversiones y ampliar la presencia de cruceros en puertos nacionales.
Quizá lo más llamativo de esta discusión no es el potencial de Mar del Plata como escala de cruceros —que existe y es evidente—, sino la falta de decisiones concretas para hacerlo realidad. Hoy el puerto está siendo dragado, una oportunidad única para haber incluido el sector de la Escollera Norte y su área de giro, fundamentales para que los cruceros puedan ingresar. Sin embargo, no hubo gestiones visibles ante el Consorcio Portuario ni aportes específicos para ampliar el alcance de esa obra clave que fue financiada íntegramente por el Consorcio Portuario Regional Mar del Plata ante el desinterés de la Nación. Quienes operan a diario en el puerto de Mar del Plata y que además, son quienes financian cada movimiento dentro del mismo, se preguntan: ¿dónde y cómo ingresaron este tipo de navíos mayores a 200 metros de eslora? y calados que exceden ampliamente las posibilidades de utilizar el puerto de Mar del Plata para estos planteos, que termina siendo pirotécnica publicitaria, que hechos concretos. Por ahora y desde hace 100 años, solo la pesca es quien sustenta la actividad portuaria, el resto, solo promesas y expresiones de deseos, de quienes utilizan la terminal portuaria como eventos preelectorales y de gestión inexistente.
Más allá de los anuncios altisonantes y las declamaciones bienintencionadas que solo consolidan expresiones de deseos, la realidad impone una advertencia ineludible: sin una planificación integral e infraestructura, anclada en inversiones concretas y visión estratégica, estas iniciativas corren el riesgo de disolverse en gestos estéticos y meramente simbólicos, como ya ocurriera en la década del ’90 con aquel impulso efímero promovido desde la Bolsa de Comercio de Mar del Plata. Aquel episodio, lejos de consolidar una política de Estado, terminó siendo antesala del desembarco del fallecido Eduardo Pezzati en la conducción del Consorcio Portuario, en un gesto más ligado a las afinidades coyunturales empresariales, que a una verdadera articulación entre turismo y desarrollo portuario.
Pretender que el crecimiento del turismo de cruceros pueda resolverse en foros internacionales, sin correlato operativo en el territorio, constituye un ejercicio de superficialidad institucional. Mar del Plata no necesita nuevas promesas; necesita definiciones. No es el discurso lo que falta, sino la determinación política de establecer qué rol debe ocupar su puerto en el tablero logístico y económico del país. Postergar esa discusión, mientras se avanza sobre el ya exiguo espacio operativo con propuestas que, en los hechos, relegan la única actividad que sostiene financieramente al puerto —la industria pesquera—, no solo es imprudente: es estratégicamente irresponsable. Porque cuando las decisiones se toman sin un norte claro y a espaldas de la realidad productiva, lo que se compromete no es un plan turístico, sino el destino mismo de una ciudad que, una vez más, corre el riesgo de hipotecar su futuro en nombre de visiones románticas desconectadas de toda viabilidad real y operativa.