Bien feriado nos decía hoy un pescador de lancha amarilla, como le gusta denominarse, además de contarnos que es la tercera generación “que va al agua”, aunque duda que puedan sucederlo.
A la espera que los días transcurran y que empiece a acercarse la caballa, siempre esperada entre la primavera y el comienzo del verano, les abre una nueva ventana a más trabajo, donde cerca de 1000 trabajadores pueden dedicarse a ello en tierra.
No es solo trabajo para las embarcaciones, sino también la demanda de un sector que a raíz de la pandemia, se vio favorecida por el aumento de los consumidores en productos enlatados y donde justamente la caballa no fue en zaga.
Igualmente el sector conservero está atravesando una modificación en los ingresos de materia prima, por un lado, las lanchas quedaron cada vez mas afuera de ese negocio, que solo aparece cuando se “arrima” a su radio operativo; y por otro, los pesqueros fresqueros de altura que volvieron de la zafra de langostino y que bien podrían armar a anchoíta o caballa, se encuentran con el problema que en caso de no pescar la CITC de merluza, directamente la pierden. Motivo por el cual, la distribución de las capturas se da a la merluza, dejando en el fondo, sin materia prima a las conserveras y a los saladeros.
Así, es como ha quedado en el camino otro saladero de anchoíta, dejando 35 personas fuera del sistema laboral, y como de a poco, la flota multipropósito por excelencia, solo pesca langostino o merluza; esta última, generando una sobre oferta en el muelle, donde la variable de ajuste, es el precio.
Lo habíamos anticipado, el kilo ya perdió mas del 60% del precio de hace 40 dias atrás, generando un movimiento cíclico y estacional, que si además, le sumamos el “parate” que hubo debido a la escasez de alrededor de 50.000 cajones vacíos, todo apuntó a concentrar en salidas e ingresos que generan cuellos de botella, en precios, volúmenes y en disponibilidad de gente para el corte del pescado en las plantas procesadoras en tierra.
Así es como, la banquina histórica quedó parada para la foto de los turistas y visitantes; mientras el muelle de los fresqueros de altura, todos, una vez que aparecieron los envases, salieron juntos a zona de pesca; quedando el puerto con muy poca actividad y para dentro de una semana concentrados 70.000 cajones, a la venta, algo que habría que buscarle la vuelta, desde lo político, para administrar, evitando la pesca de una sola especie.
Pero, por otro lado, como siempre sucede en fines de semana “extra large”, desde horas tempranas de la mañana y hasta cerca del mediodía, era muy entusiasta el movimiento que se veía en el sector comercial de la banquina, donde los lobos marinos, casi entendiendo la situación, solo ocupaban el borde de la banquina, dejando libre el tránsito para los visitantes.
“Pregúntele a este señor que es de PESCARE”, le decía un trabajador que ajustaba amarras, casi por costumbre ante un día sin viento y el mar como espejo, quien le había preguntado acerca de la hora de salida de las lanchas de paseo.
Evacuamos la consulta y nos acercamos hasta el “Anamora”, donde cercano al mediodía ya había diversas personas dispuestas a realizar el viaje que muestra una postal que pocos pueden apreciar de Mar del Plata; consultamos por los costos y gentilmente nos informaron que el viaje cuesta $ 1800 para los adultos y que tienen promociones para los menores de edad.
En la recorrida no dejamos de observar los emblemas de los paseos turísticos, a la espera que comenzara a sonar la típica música que indica que tanto la “Ciudad de Mar del Plata”, la “Leonardo Da Vinci” y la “Anabella” en minutos más comenzarían a hacer subir a los ansiosos navegantes, que ponderaban la limpieza que se estaba realizando a bordo teniendo en cuenta los protocolos sanitarios vigentes.
Un fin de semana que dejará algunos dividendos para los comerciantes, sobre todo de la parte gastronómica que tan vapuleados han sido con el cierre de sus comercios durante largos meses.
Salvador, con más de 20 años al frente de uno de los tradicionales restaurantes del Centro Comercial del Puerto, nos contaba que fueron muy duros los meses donde tuvieron que cerrar, con 40 empleados en su establecimiento y donde la cadena comercial “se cortó”, por eso agradecía no solo el buen clima con que comenzó el fin de semana, sino porque, ante las consultas, debió redoblar la mercadería a ofrecer y buscando los mejores productos en forma de agradecimiento a quienes lo visitan.
En todo el recorrido, hemos visto una cantidad de turistas que nutrían hasta altas horas de la noche la noche marplatense, donde el estacionamiento quedó chico y donde además, las caras de los visitantes vaticinaban su espíritu turista.
Por Gustavo Seira