La incorporación de principios de circularidad en las cadenas de valor de la acuicultura representa una oportunidad clave para mejorar la eficiencia en el uso de recursos, reducir desperdicios y consolidar un sector más sostenible. Así lo destaca la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), que subraya el rol esencial de la acuicultura en la seguridad alimentaria, la nutrición y el sustento de millones de personas en comunidades costeras y rurales de todo el mundo.
Según datos del organismo, en 2022 la acuicultura superó por primera vez a la pesca de captura salvaje en producción de especies de cultivo. Sin embargo, este crecimiento ha generado preocupaciones, en especial por el incremento en la demanda de harina y aceite de pescado como insumos para alimentos balanceados, y por la contaminación asociada a los desechos. No obstante, FAO señala un avance positivo: si bien la producción de cultivo ha crecido, la proporción de harina de pescado en los alimentos balanceados se redujo del 19 % al 9 % desde el año 2000.
La circularidad —basada en los principios de eliminar residuos, aprovechar al máximo el valor de productos y materiales, y regenerar la naturaleza— es vista como una vía estratégica para transformar el sector. FAO propone una serie de acciones para avanzar en esa dirección.
Una de las líneas de acción sugeridas por FAO es el desarrollo de ingredientes alternativos que reduzcan la dependencia de insumos derivados de la pesca tradicional oceánica. Entre las fuentes destacadas figuran subproductos de peces y animales terrestres, insectos, residuos agrícolas, algas y hasta desechos generados por la propia acuicultura. Cabezas, exoesqueletos, escamas, pieles o vísceras que suelen descartarse pueden transformarse en alimentos, nutracéuticos, cosméticos, alimentos balanceados y fertilizantes.
La reutilización y el reciclaje del agua y los nutrientes también son fundamentales. Ejemplos de estas prácticas incluyen la acuaponía, el cultivo integrado de arroz y peces, los sistemas multitróficos (IMTA), los sistemas de recirculación de acuicultura (RAS) y el policultivo.
Además, los residuos tradicionales del sector, como efluentes y lodos, pueden valorizarse para producir biofertilizantes o biogás. A ello se suma la posibilidad de incorporar fuentes de energía renovable en las granjas de cultivo, con beneficios tanto económicos como ambientales.
La valorización de residuos y subproductos no solo reduce impactos ambientales, sino que puede generar nuevas fuentes de empleo e ingresos en sectores como la alimentación, la energía y la agricultura. Para FAO, una acuicultura circular permite maximizar el uso de insumos como el agua, la energía y los alimentos balanceados, y acelera la transición hacia sistemas alimentarios para la acuicultura, más sostenibles.
Sin embargo, avanzar hacia modelos circulares presenta desafíos relevantes. Entre ellos, la necesidad de contar con políticas adecuadas, inversiones e infraestructura para el tratamiento y aprovechamiento de residuos. También se requiere el desarrollo de tecnologías que se adapten a la diversidad de especies y sistemas de cultivo presentes en la acuicultura global.
FAO insiste en que esta transformación sólo será posible si todos los actores involucrados —productores, gobiernos, investigadores, consumidores— están informados y comprometidos. En este sentido, su Hoja de Ruta para la Transformación Azul y las Directrices para la Acuicultura Sostenible destacan la importancia de integrar la circularidad en todas las etapas de la cadena.
Finalmente, iniciativas como la Asociación para la promoción de la acuicultura sostenible a nivel mundial (GSAAP) reúnen a centros de investigación y entidades académicas para aplicar soluciones científicas que fomenten instalaciones y procesos más sostenibles, consolidando el camino hacia una acuicultura de espíritu circular.