Días atrás escribimos algunos tips sobre el futuro que llega con el cambio de autoridades políticas del país. Centramos esfuerzos para entender dónde está parado el sector pesquero y hacia dónde va, pero para ello debemos mirar la política y la economía argentina como una gran cinta transportadora, donde por más que una actividad corra en un sentido, si la cinta va en el opuesto, es muy difícil avanzar, innovar, invertir y por sobre todo, generar trabajo y rentabilidad.
El paradigma productivo, se ve fuertemente modificado a futuro mediato, cuando haya dos eventos claves en materia de la administración del Estado, y que vendrán de la mano del nuevo paradigma,
- Recuperar la estabilidad a través de una reconversión fiscal, monetaria y cambiaria.
- Recuperar el crecimiento a través de una desregulación laboral, comercial e impositiva.
Inexorablemente debiese ser en ese orden y con esas premisas, dentro de un paquete integrado respetando primero la estabilidad y después el crecimiento, pero primero lo fiscal, después lo monetario y por último lo cambiario, nunca al revés.
En el marco de esta transformación del Estado y su posterior administración, el sector privado sufrirá grandes y dolorosos cambios. Se rompe un status quo que se mantuvo equilibrado por un factor recurrente que a todos molesta, pero que nadie quiere cambiar.
Las empresas se han acostumbrado a ganar con el modelo inflacionario, y vieron que es más cómodo que innovar, capacitar, COMPETIR, planificar, y diseñar su propio futuro. El pragmatismo de la generación financiera de utilidades, tapa lo operativo y seduce.
Aparecen así, nuevos empresarios que llegaron a serlo por utilidades extra operativas o por márgenes abultados en otros tiempos previos a la pandemia en lo comercial que, ya hoy no existen.
Las actuales autoridades políticas electas hablaron de castas, pero se olvidaron de una, la prebendaria y acomodadiza casta empresarial; aquella que jugó toda la vida a dos puntas y que además abrió el paraguas del freno a las importaciones como primera barrera en defensa de sus propios intereses particulares, escondidos bajo el pretexto de la defensa de la industria nacional, que siempre antepuso, como buen justificativo, para hacer pingues negocios. (hay que ver la industria automotriz por ejemplo, y no es de ahora, un Renault 12, había que pagarlo por adelantado en un plan Rombo; valía el doble en moneda dura lo que valía un BMW, y se daban el lujo de entregarlo después de 8 meses, así, creció y fue la Industria Argentina, y en algunos aspectos lo sigue siendo).
El modelo al que apunta el perfil de las venideras autoridades económicas es la de bajar la exacerbación que provocó índices inflacionarios previos a una gran hiperinflación. En ese modelo, todos ganan, salvo el asalariado, al que al retrasarle sus haberes congelados por dos o tres meses automáticamente pierde el poder adquisitivo, y un Estado que terminó financiando todos los desajustes de la cadena.
¿Y el resto? El resto siempre está cubierto, cuando no es con tasas de intereses que ofrecen los bancos cercanas a la inflación, será con algún rally del tipo de cambio que favorece en tenencias dolarizadas o algún otro instrumento financiero que pulula dentro del sectorizado mercado de capitales.
Lo concreto es que nadie habla de eficiencia, eficiencia operativa, genuina, sino de ganancias extraordinarias como consecuencia de una gran cinta transportadora que viaja últimamente al casi 15% mensual, donde las empresas defienden sus rentabilidades sin pensar en lo genuino.
Es decir, entrando en lo estrictamente operativo de la actividad que nos compete, la actividad pesquera, el esquema encontró cómo defender sus arcas.
Hoy, con un mercado internacional que viene mostrando desinterés por productos argentinos y lo hace notar bajando los precios de referencia a mínimos históricos como el caso del complejo langostinero y poniendo techo a la actividad, hacen que con lo que se paga en el muelle, es imposible que haya rentabilidad operativa en la exportación. idéntica performance muestra el complejo merlucero.
Es decir, las empresas primarias y extractivas, como las procesadoras que integran el tramado del clúster pesquero, hoy operativamente pierden dinero. Y cuando uno habla de rentabilidad negativa, es precisamente esto.
¿Hasta cuándo están dispuestas a perder operativamente las empresas? Es simple, hasta que no se baje la inflación, pues las utilidades de las empresas se vieron incrementadas por ganancias financieras, extraordinarias y no operativas, por ende las empresas más avezadas con una arquitectura financiera eficiente y voraz, han suplido el hueco de lo operativo. Pero las que no tienen esa avezada estructura, lo hacen al margen de la Ley.
No existe empresa que sin tener una arquitectura financiera eficiente, pueda soportar precios con un 45% menos en el mercado internacional, y además, con un tipo de cambio acotado (recién estos últimos meses algo más competitivo a través del programa de incremento exportador, que es pan para hoy y hambre para mañana) y con costos ascendentes, indexados por IPC y cuando no, por precio dólar blue papel.
Hoy capturar y procesar hasta la EXPO una tonelada de filet de merluza, dependiendo de la empresa, ronda los u$s 4200 de costo; y hay quienes los ofrecen en el mercado internacional a u$s 3500.
¿Dónde está el negocio?, ¿Como lo hacen?, bueno existen controles en la cadena productiva que no cumplen su verdadera función; pero también generar un volumen de dinero, que alimente y engrose el volumen para utilidades financieras o compensaciones de importaciones de «otras actividades». Y ahí, puntualmente el negocio no es la pesca, sino el diferencial o «hedge» que existe entre la pérdida operativa y la utilidad financiera.
De forma más ortodoxa, la sobrecarga, cambio de especies, trabajo en negro, cajones de hasta 46kg en calamar de fresqueros, de hasta 40kg en merluza, subfacturación, triangulación, etc., etc., etc. No es el espíritu de esta nota ventilar las innumerables irregularidades que ocurren en los muelles y plantas irregulares, cuando las rentabilidades son negativas, simplemente que corre esa vieja premisa socialista que dice, “ El Estado hace que controla y la empresa hace que la cumple “; la realidad es que ni el Estado controla, porque mira para otro lado y LO SABE; y las empresas, hacen que trabajan bajo el paraguas de lo legal, cuando ambos dos, saben fehacientemente que no cumplen ni su función ni las leyes, ordenanzas y disposiciones. (por supuesto no son todas, vale aclarar). Para muestra solo hace falta ver la cantidad de plantas irregulares de procesado, donde solo las autoridades y hasta algún gremio no ven, o no quieren ver, por ejemplo.
No vayamos más lejos, hay que solamente observar el comportamiento en un procedimiento de tránsito. A quien pasa con un carro tirado por caballos no lo controlan, ni lo prohíben, pues «es pobre y de algo tiene que vivir«; quien pasa con su credencial de CD Cuerpo Diplomático, tampoco; y quienes están en el medio pagan por el pobre y por el CD. Así es la pesca, de la misma manera. Por eso son tan violentos ciertos controles, que para unos es muy estricto y para otros siquiera existen.
Esto, es insostenible en el tiempo y marcó una profunda división, entre participantes dentro de los mismos puertos e incluso entre puertos de distintas latitudes.
Volviendo al esquema laboral y económico. El país, es su afán de bajar drásticamente los índices inflacionarios, indirectamente esterilizará la única fuga que tienen las empresas para sostenerse, y es que va a desaparecer lo que las sustentan, lo financiero.
Imagínese, cuando el IPC caiga a niveles algo más sensatos, pongamos un 1% mensual, la tasa de interés será del 10% anual, la pregunta es, ¿cómo van a hacer las empresas para poder sostener su equilibrio sustentable o break even?
Por eso se acercan etapas muy duras para la vida empresarial. El sistema se infló y busco rápidamente como enmendar las pérdidas operativas, con lo financiero. Ahora, si el país busca valores internacionales, desaparecerá lo financiero y con ellos, varias empresas van a tener que asumir con dureza la realidad que les llega más temprano que tarde. Operativamente pierden dinero.
Mas desempleo, caída de empresas del sector; que en el mejor de los casos bajaran sustancialmente sus ahorros, y en el peor, endeudamiento y crisis.
El clúster pesquero está frente a un escenario complejo y de bruscos cambios, quienes rápidamente lo entiendan provocarán un cambio sin fórceps, planificado y administrado; quienes no, lamentablemente quedarán en el camino.
Por este motivo, encontramos en el título de esta nota, la inflación, un modelo que todo lo esconde, así es, la inflación esconde el verdadero problema de fondo que tiene el sector, impuestos a fondo, Tipo de cambio no competitivo, fantasmagórico, presión sindical ascendente, costos operativos crecientes, mercado internacional sin demanda y con precios amesetados en mínimos, y ahora, le sacan la única via por la que lograban el punto de equilibrio, lo financiero.
Si bien se especula con otro tipo de cambio, competitivo, alto, que pueda beneficiar al sector, es tan drástico el cambio de escenario y paradigma, que quienes no lo practiquen de ante mano, podrán sufrir un golpe. Esperemos que el sector, que ya liquidó el ahorro que poseía en las cámaras de frío, pueda soportarlo.
O quizá sea, el triunfo del «gatopardismo» o lo «lampedusiano» que es, en ciencias políticas, el «cambiar todo, para que nada cambie», paradoja expuesta por Giuseppe Tomasi di Lampedusa (1896-1957), el Conde de Lampedusa decía «Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie«, o traducido sería “que todo cambie; para que nada cambie”. Un clásico de la decadencia y el declive de la aristocrática Sicilia de aquellos años.
Veremos hacia donde sale Argentina, aunque conociendo los participantes y después de años de energía potencial acumulada (como un resorte) es altamente probable que el modelo vire hacia la primer premisa.
La actividad pesquera deberá elegir, entre dos dolores; el dolor de la disciplina de hacer lo que se debe hacer, o el dolor del arrepentimiento.
Preocupante, al menos en el primer año, y no hablamos de lo social; donde las parcialidades quedarán más divididas, polarizadas y con fuerte predominancia hacia esquemas que podrían generar, en principio, desempleo y protestas, pero, que el caldo de cultivo pueda generar también enfrentamientos violentos que alteren la paz social.
Y, como siempre, se expone al criterio del lector, que no son 4 los puntos cardinales como tampoco 7 los colores del arco iris, dejando las consideraciones de ésta temeraria dinámica, a su juicio, sugiriendo que no la desconozca…
By DMC