La reciente reunión entre el presidente de Francia Emmanuel Macron y el mandatario argentino Javier Milei ha generado un renovado interés en el Tratado de Libre Comercio (TLC) entre la Unión Europea (UE) y el Mercosur. Más allá de las implicancias generales del acuerdo, este encuentro puso de manifiesto tensiones específicas relacionadas con los intereses comerciales de Argentina, como impulsor del Mercado Común Sudamericano con referencia a los bienes de la agricultura, pero que podrían extender también a la discusión sobre la eliminación de los aranceles que afectan al sector pesquero en su ingreso al mercado europeo.
En casi cinco días Javier Milei se habrá reunido con cuatro de los líderes mundiales más importantes del mundo: Donald Trump (Estados Unidos), Xi Xinping (China), Narendra Modi (India) y ahora, Emmanuel Macron (Francia).
A la lista quizás haya que sumar otras citas bilaterales en el G-20 en Brasil -como el príncipe regente de Arabia Saudita, Mohamed bin Salman– y, de vuelta en Buenos Aires, con Giorgia Meloni (Italia).
La posición francesa: Agricultura y Medio Ambiente en el centro del debate
El presidente francés, Emmanuel Macron, ha expresado de manera categórica su rechazo al Tratado de Libre Comercio (TLC) en su forma actual. Sus argumentos se centran en dos pilares: la protección del sector agrícola francés y el cumplimiento de compromisos ambientales que, según París, serían vulnerados con este acuerdo. Estas preocupaciones han llevado a Francia a liderar una oposición frontal al tratado dentro de la UE, dificultando su implementación.
En contrapartida, para países como Argentina, cada dia mas vinculados a los Estados Unidos de America con una reciente manifestación de amistad y transito por la misma via, este tratado representa una oportunidad determinante.
La agricultura francesa, absolutamente protegida y subsidiada por el gobierno francés e indirectamente europeo, estaría frente a un verdadero dilema en caso de prosperar un TLC entre UE y Mercosur, pero además y a futuro, podría sumarse el sector pesquero, que enfrenta significativas barreras arancelarias para su ingreso a Europa (12%); de esta manera, el beneficio para los integrantes del Mercosur con beneficios directos por una reducción o eliminación de estas tasas, permitiría incrementar la competitividad de sus productos en un mercado de alto valor. Actualmente, estas limitaciones afectan de manera desproporcionada a las economías regionales que dependen de esta actividad.
El rol estratégico de Javier Milei en las negociaciones
La postura del presidente argentino, Javier Milei, adquiere relevancia estratégica en este contexto, mientras el común de la sociedad, en la noche de ayer, se preguntaba ¿qué hace el presidente francés en Olivos?. Su gobierno ha adoptado una actitud crítica hacia ciertos compromisos internacionales, como la Agenda 2030, y ha retirado a Argentina de eventos clave como la COP29, Milei comprende que la apertura de los mercados europeos resulta fundamental para potenciar sectores exportadores clave de la economía argentina, como la agricultura y la ganadería. Sin embargo, esta visión estratégica no parece extenderse con la misma contundencia al sector pesquero, que enfrenta un contexto adverso marcado por la falta de prioridades claras por parte del oficialismo.
La situación actual hacia el sector pesquero argentino refleja un desinterés que ha generado profunda inquietud entre los actores de la industria. Los acontecimientos recientes en el Consejo Federal Pesquero (CFP) son testimonio de esta problemática, particularmente por la inexplicable demora en la redistribución de las cuotas de merluza hubbsi. Este retraso, atribuible al accionar de los representantes del Poder Ejecutivo Nacional y la propia presidencia del CFP, en la figura del Subsecretario de Recursos Pesqueros y Acuáticos, ha puesto en vilo a todo el sector y queda de manifiesto.
La inacción en esta materia no solo dificulta el desarrollo de la industria pesquera y naval, sino que también limita las posibilidades de negociar beneficios sustanciales en tratados internacionales, como la eliminación de aranceles para el ingreso de productos pesqueros al mercado europeo. Este contexto evidencia una desconexión entre las necesidades de la industria y las decisiones gubernamentales, subrayando la urgencia de políticas más coherentes y efectivas para apoyar un sector estratégico que podría ser un pilar clave en el comercio exterior del país. Aunque, haciendo una crítica al sector, el mismo siempre estuvo más ocupado por sus propias iniciativas individuales que lograr su visibilidad en los entes de gobierno y opinión pública como sí lo hizo y oportunamente y hace a diario el campo.
Para Argentina y el sector pesquero, la imposición de aranceles no es simplemente una barrera comercial, sino una restricción que frena el crecimiento de un sector con gran potencial económico, aunque por lo transitado por el oficialismo en el propio seno del Consejo Federal Pesquero, de menor relevancia e interés.
Por supuesto que esa actitud fue permitida por un grupo de intermediarios que no tuvieron ni el peso, decisión y trabajo que viene desarrollando el sector ganadero con una clara postura de sus objetivos, sino que están más acordes a la búsqueda de propios desafíos internos y particulares más abocados a lo operativo laboral que a lo estratégico comercial para los grupos empresarios que representan. Desde esta perspectiva, la diplomacia argentina tiene el desafío de buscar acuerdos que, aunque respeten las sensibilidades de los socios europeos, permitan liberar al sector agrícola ganadero de estas limitaciones que de prosperar una buena gestión podría filtrarse hasta lo pesquero.
Falta de protagonismo
La crítica hacia los intermediarios y gran parte del sector pesquero industrial es inevitable cuando se analiza la ausencia de esta industria en la agenda prioritaria del gobierno. Estos actores, que deberían ser los principales promotores de la relevancia estratégica de la pesca y la industria naval en el desarrollo económico del país, han fracasado rotundamente en posicionar al sector como un pilar clave en la política nacional. En lugar de articular una visión integral y estratégica que ponga en valor la importancia de este rubro, los intermediarios con directivas explicitas de su contratantes han mostrado una marcada tendencia a centrarse en objetivos operativos inmediatos y privados particulares, dejando de lado la construcción de una narrativa sólida que logre resonar en los niveles más altos de decisión política y en la opinión pública de la sociedad en general.
La incapacidad de estos representantes para generar un lobby efectivo o una presencia contundente en espacios clave de discusión ha resultado en una alarmante falta de visibilidad y prioridad para el sector pesquero. A diferencia de la agricultura y la ganadería, cuyos actores han sabido articular demandas claras y sostenidas con resultados palpables, incluso en participaciones de Concejos Deliberantes de las más remotas localidades y hasta, diputados y senadores provinciales y nacionales, la industria pesquera sigue relegada, atrapada en su propia inercia y en la desidia de quienes deberían liderar su proyección estratégica. El egoísmo todopoderoso que da el dinero y el poder oculto que eclipsó en sombras a actores de sobrada capacidad para poder evidenciarlo.
Este vacío de gestión no solo limita el potencial del sector en el comercio exterior, sino que también perpetúa un modelo de negligencia que afecta directamente a miles de trabajadores y a las economías regionales que dependen de esta actividad como así también a las empresas, que hoy, muy tarde, en plena lucha de sus intereses apuran el andamiaje para visualizar su problemática.
Un cambio en el contexto internacional
La cumbre Macron-Milei también se inscribe en un escenario global en transformación. La reciente reelección de Donald Trump en Estados Unidos ha revalorizado la producción y la industria pesada, promoviendo un enfoque menos comprometido con agendas conservacionistas y proteccionistas orientando la libertad de mercado y el comercio internacional. Este cambio de paradigma parece resonar con las ideas que Milei ha planteado en diversos foros, donde ha abogado por priorizar la producción y el crecimiento económico sobre restricciones que, a su juicio, limitan el desarrollo de las naciones y quitan libertad a sus sociedades.
Esta convergencia de factores internacionales podría jugar a favor de Argentina, especialmente si logra enmarcar sus demandas dentro de una narrativa que privilegie el desarrollo productivo, un argumento que podría ser más aceptable para ciertos sectores de la UE, incluso dentro del complejo entramado de intereses que representa el Mercosur.
La necesidad de un acuerdo equilibrado
Dias atrás, las palabras del ministro de Economía francés, Antoine Armand, quien describió el tratado como un «ataque directo» al sector ganadero francés, evidencian las resistencias que enfrenta el TLC. No obstante, sectores como el pesquero argentino, que no representan una amenaza directa para la economía gala, podrían abrir una vía de negociación más viable, aunque incipiente en esta etapa de negociación.
La eliminación de aranceles en este rubro no solo beneficiaría a Argentina, sino que también permitiría construir un acuerdo más equilibrado y menos conflictivo para ambas partes. Este tipo de concesiones podría ser clave para avanzar en un tratado que, pese a las tensiones actuales, sigue siendo una meta ambiciosa para el Mercosur.
En conclusión la reunión entre Macron y Milei deja entrever que el futuro del TLC UE-Mercosur no solo dependerá de consideraciones ambientales y agrícolas, sino también de la capacidad de Argentina para posicionar sus intereses estratégicos en sectores clave como el agrícola ganadero de fuerte impacto en Francia, y podría colarse en caso de una buena gestión del sector, el pesquero. En un mundo que parece revalorizar la producción y el desarrollo industrial, Argentina tiene la oportunidad de aprovechar el nuevo contexto global para negociar un acceso más justo y equilibrado al mercado europeo, esencial para su crecimiento económico y su integración comercial internacional aunque haya países que lideran el proteccionismo que ofrecen resistencia, era lógico.