Desde hace no mucho tiempo se viene desarrollando en nuestro país una política de género importante, sobre todo en lo que se refiere al desempeño laboral.
La medida del trabajo es la responsabilidad, eficiencia y compromiso, cualquier otro aspecto queda al margen, incluso el género. Desde hace tiempo afortunadamente vemos como la mujer es parte de los mismas ocupaciones y cargos que antiguamente eran solamente propiedad de hombres. La igualdad en materia laboral es uno de los aspectos que esta evolucionando en la actividad pesquera.
Hoy las mujeres ocupan lugares que eran exclusivamente potestad de hombres. Claro que no es muy habitual encontrarlas trabajando en esos lugares, sobre todo en la industria pesquera, ocupando lugares con eficiencia por cierto, pero tal vez no es muy usual que desarrollen tareas al pie del muelle.
Soledad Romito, con una historia familiar muy particular dentro de la estiba, es uno de esos casos. Su abuelo, su padre, sus hermanos, han estado y están todos vinculados a desempeñar esa tarea, por eso ya no llama la atención ver a Soledad trabajando a la par de los hombres.
¿Cuándo comenzó su tarea en el muelle?
Hace aproximadamente 10 años que estoy prácticamente sola en el muelle, antes lo hacía con mi papá y mi hermano, estuve un tiempo sola hasta que mi hermano volvió a trabajar con nosotros.
¿Cuál es su tarea o su función?
Soy capataz de descarga, me encargo de pasarle el horario a mis compañeros, que son once personas, más el güinchero. Los armadores me dan el horario y ahí comienza la tarea de organización.
Atendemos 7 barcos: el Padre Pío, el Belvedere, Niño Jesús de Praga, Franca, Don Franco, Popa y Marta S que va y viene al sur porque tiene asiento allá y acá en Mar del Plata.
Los armadores me pasan el horario y combinamos. Tenemos “dos manos”. Cuando estamos complicados de horarios, hacemos un barco y un barco. Sobre todo para que no se generen problemas y los armadores no tengan que estar esperando, a veces está complicado pero cumplimos.
Me pasan los repartos y una vez que estamos en el muelle, traemos las herramientas, que por cuestiones de salud las estaba trayendo mi hermano, porque yo tuve un accidente cayéndome del tractor y me lesioné la columna.
Una vez que está todo organizado iniciamos la descarga. Yo me encargo de que vayan viniendo los camiones, de hablar con los compradores, de perfilar los camiones adelante para que no nos falte ninguno, me encargo de pedir los cajones al lavadero, de pedir los paleros a las fábricas de hielo, combinar con los camiones de hielo, porque a veces tenés vacíos y no tenés hielo, a veces tenés hielo y no tenés cajones.
Tiene que ser todo una secuencia de coordinación de horarios para que no se “clave” nadie.
¿Por qué trabajar en la estiba? ¿Cuestiones de necesidad de trabajo o por qué en algún momento sintió que era una tarea para usted?
Lo mío fue una decisión personal. Toda mi familia ha estado en el muelle. Mis abuelos, mis tíos abuelos, mis tíos directos, mi padrino, mi papá, mi hermano, mis primos que hoy trabajan conmigo.
Fue algo que yo quise. Al principio arranqué en la oficina, pero desde chiquita me gustaba ir a ver a mi papá al muelle, cuando íbamos a la playa del Puerto.
Pero fue una cuestión de gusto que decidí ir al muelle. Una vez que creció mi hermana, que estudió para despachante de aduana y administradora portuaria, ella se quedó en la oficina y yo decidí ir al muelle por una cuestión de gusto. Porque te tiene que gustar. No pasa ni por la parte monetaria ni nada.
Se pasa frío, se pasa calor, se pierden cumpleaños, se pierden eventos, actos escolares de tus hijos. Hay que llevarlo en el alma, yo lo llevo en el alma. Pueden haber 50 km. de viento, llover, lo que sea, yo voy al muelle.
Esto es algo que me enseñó mi papá y siempre quise que él esté orgulloso de lo que hacía yo. Cada vez fui aprendiendo más y más y más y hoy me desempeño de la manera que lo hago, porque los años me llevaron a hacer todo lo que hoy sé.
Soledad Romito trabaja para la Cooperativa Estimar Limitada y además de vérsela apasionada con su labor, no deja detalles librados al azar, se ve y se nota cuando se la observa trabajando.
El comienzo no debe haber sido nada fácil, porque mujeres en su actividad no había, ¿Cómo fue la aceptación? ¿Hubo respeto desde el comienzo?
La aceptación no fue inmediata. Era yo sola “contra” 700 hombres en la estiba. Fácil no fue. Sinceramente la pasé pésimo, quizá yo venía con el guinche y no se corrían. Tuve denuncias, me hacían bajar del guinche, del tractor y tenía que venir mi papá a entrar las herramientas, me denunciaban mis propios compañeros de otras cuadrillas, hasta que ellos mismos entendieron que yo no iba ni a “modelar” ni mucho menos. Yo iba a trabajar, que era algo que a mí me gustaba y le estaba dando una mano a mi papá.
Yo quería que entendieran que iba a ser un hombre más para ellos. No iba a ir de tacos, de minifalda. Yo iba a trabajar y a ganarme el pan como cualquiera, porque de hecho no tengo estudios, no terminé el secundario porque en la época mía, mis papás estaban muy complicados y costaba comprar libros, el boleto del colectivo, todo se hacía costoso.
Empecé a ir al puerto y me quedé ahí. Después vinieron épocas mejores y mi hermana pudo estudiar y las cosas fueron mejorando. No me fue fácil.
¿Y el respeto de los hombres?
Jamás recibí un piropo agresivo, una falta de respeto, una agresividad. De eso jamás. Yo me hice respetar siempre. Ellos me vieron siempre como mujer, pero no de la forma provocativa. Soy un varón más para ellos, pero no me fue fácil para nada.
Había mucho recelo, que era obvio, porque era una sola mujer. Pero hoy somos todos compañeros, si necesito una mano me la dan, si se me quedó sin batería el tractor, viene cualquiera y te tironea. Lo mismo hago yo. Se le para un tractor a un compañero y yo le llevo las pinzas, hacemos puente, se le rompe algo o no tiene gasoil, voy y se lo consigo.
Así siempre nos damos una mano entre todos. El otro día me cortaron los cables del guinche para robármelos y ahí vino otro compañero y me prestó el grupo electrógeno para que probara los cables a ver si andaban.
¿Cómo es la estructura de la cooperativa Estimar, donde usted trabaja?
Trabajamos para la Cooperativa Estimar. Somos tres mujeres. Dos secretarias, Luján y Daniela (que es mi hermana) y yo que trabajo en la estiba.
Se trabaja con dos secretarias porque son “dos manos” o cuadrillas. Por ejemplo a mí hay días que me toca un barco de los que atiendo yo, un día me va a tocar un barco de los que atiende “el tío Luis”, como lo llamamos cariñosamente y es como lo conocen todos en el muelle y es el capataz de la otra mano. De esa manera vamos combinando los barcos.
En total se atienden 14 barcos en la cooperativa y hacemos uno y uno para no cansarnos tampoco ni nosotros ni que mi mano haga todo los barcos y ellos no tengan nada, porque ellos la sufren mucho la otra mano, porque en el invierno a ellos los barcos se les van al sur.
A nosotros nos quedan 3, el Padre Pío, el Belvedere y el Don Franco acá en Mar del Plata y a la otra cuadrilla le queda el Ciudad de Diamante y el Orión, son barcos chicos y hay que tener una amortización de plata y de movimiento para cumplir con la gente.
En la parte de estibadores somos entre 28 y 30 personas, donde hay 13 por cada mano. Dos capataces más los dos güincheros que manejan la grúa.
En tantos años seguramente le han ocurrido situaciones raras o al menos graciosas, sobre todo por como veníamos diciendo que no es una actividad habitual para una mujer.
Personalmente extraño momentos únicos con mi papá en el muelle. A mi mandaba como “maleta de loco” para todos lados. Ir atrás del tractor de él, sentada y decirme “desenganchá el acoplado”, “enganchá el chimango”, “andá para acá, andá para allá” y que me chifle, porque no me decía el nombre, me chiflaba desde la otra punta del muelle y vos sabías que algo tenías que hacer o te hablaba por Nextel.
Algo que fue muy gracioso, un día se desató una tormenta grandísima, mucho viento, mucha tormenta eléctrica, en pleno verano, me llama mi papá mientras yo quería enchufar los pilares de luz, y me dice por Nextel “espero que te hayas sacado los aros, que no estés de ojotas”, yo le iba respondiendo que tenía las botas puestas, que estaba abrigada, etc. Enchufé el cable y cuando me di vuelta estaba mi papá ahí mirándome desde el auto a ver si era cierto todo lo que le estaba diciendo.
Pasiones que no se empardan en actividades que muchos hombres tal vez no podrían hacer, no por falta de capacidad o compromiso, sino por falta de apasionamiento, condición fundamental para trabajar en la actividad pesquera, además de responsabilidad, eficiencia y compromiso.
Por Gustavo Seira