En una de las campañas científicas más trascendentes de los últimos años, el Schmidt Ocean Institute, junto a investigadores del Servicio de Hidrografía Naval, la Universidad de Buenos Aires y el Conicet, culminó una serie de inmersiones que marcarán un piedra fundamental en futuros trabajos para el conocimiento científico del Mar Argentino.
A bordo del buque de investigación FV Falkor Too, el robot submarino SuBastian realizó las últimas transmisiones en vivo desde las profundidades australes, capturando imágenes inéditas de criaturas abisales que habitan en uno de los ecosistemas más complejos y biodiversos del planeta.


Durante más de dos semanas, el equipo científico recorrió el Talud Continental argentino, una vasta extensión submarina donde el océano desciende abruptamente desde los 200 hasta más de 5.000 metros de profundidad. En este punto de confluencia, las corrientes frías de Malvinas se encuentran con aguas más cálidas, generando una “bomba biológica”, según describió la oceanógrafa Silvia Romero, jefa de la misión. Este fenómeno natural alimenta una productividad oceánica excepcional y convierte al área en un núcleo vital para la vida marina del Atlántico Sur, -es Argentina y hace falta cuidarla-.
Las transmisiones permitieron observar escenas que alternaron entre el asombro y la preocupación. A más de 400 metros de profundidad, las cámaras registraron un ser translúcido y brillante que flotaba en la oscuridad del lecho marino, una estructura colonial del orden Siphonophorae, compuesta por diminutos organismos interdependientes que se desplazaban como una constelación viviente.

En otra inmersión, apareció una figura anaranjada de contornos sinuosos —posiblemente un coral Cirrhipathes spiralis— cuya morfología desconcertó incluso a los investigadores. También se identificaron gusanos bentónicos capaces de resistir presiones de hasta 500 toneladas por metro cuadrado y una comunidad de corales tricolores que tapizaban el fondo con tonos violeta, naranja y amarillo, recordando que incluso en la penumbra más absoluta florece la diversidad y el brillo de los colores, –un mensaje que bien podría utilizarse en acontecimientos de la vida humana cotidiana-.
Sin embargo, no todas las imágenes fueron alentadoras. El SuBastian registró a 333 metros de profundidad bolsas plásticas y desechos metálicos dispersos entre los cañones submarinos. La escena provocó indignación entre los científicos, quienes decidieron retirar los residuos para evitar que interfieran en el equilibrio ecológico del entorno. Este hallazgo refuerza una advertencia ya conocida pero aún vigente: la huella humana alcanza incluso los confines más remotos del océano, donde todos los participantes en el mar argentino son responsables.

Entre los momentos más singulares de la expedición se destacó el encuentro con una mantarraya que se aproximó al lente del robot en un gesto que los investigadores bautizaron como “el beso de la mantarraya”. También apareció una gran medusa blanca, cuyas extensas prolongaciones se mecían al compás de las corrientes, y una anémona de rayas rojas y blancas —apodada “la anémona en pijama”—, posiblemente una especie aún no descrita por la ciencia.

Al cierre de la misión, con más de sesenta tripulantes y veinticinco científicos a bordo, el Falkor Too emprendió el regreso hacia el puerto de Buenos Aires dejando para Schmidt Ocean Institute las campañas más destacadas realizadas precisamente en todo el mar argentino. El registro visual obtenido constituye un testimonio inédito de los secretos del fondo marino y abre nuevas líneas de investigación sobre los procesos biológicos y químicos que sustentan la vida en el Atlántico Sur. Aunque la campaña concluye por ahora, los datos recopilados alimentarán futuros estudios destinados a comprender cómo el océano, silencioso y vasto, continúa revelando su complejidad ante quienes se atreven a explorarlo.
