El muelle está quieto, poca actividad durante el sábado nublado. Ya inicio de temporada de langostino 2025, pero los barcos no salen. En el puerto de Mar del Plata, donde se entrecruzan historias, reclamos y esperas, el delegado del Sindicato de Obreros Marítimos Unidos (SOMU), Damián Basail, camina entre grúas, redes y trabajadores varados. Habla pausado, con firmeza. No lleva papeles en la mano, pero sí convicciones en su interior. Accede a conversar mientras recorre el lugar que conoce de memoria, es habitué, es el ámbito de trabajo permanente.
—¿Qué está pasando hoy en el puerto de Mar del Plata?
—Lo que está pasando es injusto. Hay empresas que conocen perfectamente a sus trabajadores, que vienen al muelle, que miran la descarga, que saludan a los marineros… Y sin embargo son esas mismas empresas las que hoy impulsan ajustes, recortes, reducciones de dotación. No es que no nos conocen. Nos conocen, y aun así eligen deshumanizarnos. Somos un número que se utiliza para recortes.
—¿Se refieren a decisiones de las cámaras empresariales?
—Sí. Esto no es una reacción desesperada a una crisis imprevista. Es una jugada calculada. Las cámaras sabían cómo venía el año, no dijeron nada, no se sentaron a dialogar antes. Pero ahora que empieza la zafra, cuando hay que salir a laburar, aparecen con propuestas para bajar salarios. ¿Qué están buscando? Presionar. Que el trabajador, por necesidad, acepte lo que sea.
—¿Y cuál es la respuesta del sindicato ante esa presión?
—No vamos a ceder. No vamos a permitir que nos usen como variable de ajuste. Los trabajadores están cumpliendo, están listos para salir. No piden nada fuera de lugar. Solo quieren trabajar y llevar el pan a casa. El problema no es el marinero, el problema es que hay empresarios que, pudiendo cumplir, eligen no hacerlo.
—¿Cómo describiría el mecanismo que están utilizando?
—Es una extorsión, simple y directa: “aceptás el recorte o te quedás afuera”. Eso no es negociación. Eso es aprovecharse de la necesidad del laburante. Y lo hacen sin dar la cara, desde comunicados o voceros. Mientras tanto, el marinero está en el muelle, sin respuestas, con la familia esperando.
—¿Por qué cree que se repite este conflicto todos los años?
—Porque hay un patrón: siempre intentan discutir las condiciones cuando ya no hay margen. No se puede esperar al día del embarque para decir que hay crisis. Eso es un lock out patronal disfrazado. Las cosas se discuten antes, en los ámbitos legales. Si hay problemas, nos sentamos y los vemos. Pero no se chantajea al trabajador sobre el arranque de la temporada.
—Habló de dos formas de mirar el conflicto: desde arriba y desde abajo. ¿Qué significa eso?
—Ellos miran desde arriba: primero se garantizan sus ganancias, su rentabilidad, y después, si queda algo, hablamos del salario. Nosotros lo miramos desde abajo: primero que el trabajador esté bien. Que tenga un sueldo digno, obra social, futuro. Porque si el laburante está bien, gira la rueda. Ganan todos: empresarios, comercios, el Estado. No discutimos el destino, discutimos las prioridades.
—¿No cree que esto es producto de la falta de interés de los compradores internacionales, la caída de precios y costos que las empresas no pueden absorber, y prefieren un ajuste que a quedar parados por quebrantos?
—Todo es entendible en el marco de una negociación seria, consensuada, con diálogo; pero esto fue una imposición desde fines de febrero de algo que las empresas venían masticando mucho antes. Eso no se hace. Nos esteramos de la situación por los medios, así es difícil lograr un entendimiento. Parece prepotencia y nosotros respondemos a nuestra gente. A parte te digo algo, nosotros tenemos un CCT firmado, homologado y en curso; las formas que implementaron no fueron correctas. Además que desde la jurisprudencia argentina y convenios internacionales de la OIT, no se puede bajar el salario de forma unilateral. Lo dice la Ley de Contrato de Trabajo. No existe en la legislación argentina. Así lo dijeron las máximas autoridades de trabajo en la mesa de negociación. Carece de validez.
—¿Cuál es el mensaje que quiere dejarles a los empresarios del sector?
—No queremos que les vaya mal. Queremos que nos vaya bien a todos. Porque cuando hay laburo y producción, el puerto se mueve, la ciudad respira. Pero no puede ser a costa nuestra. No puede ser siempre el trabajador el que paga los platos rotos. Eso no lo vamos a aceptar.
El sol baja sobre el muelle. Algunos barcos alistados. Otros siguen esperando… como los marineros. Como sus familias. La caminata termina, pero el reclamo sigue. En el puerto de Mar del Plata, la tensión no está en el mar, está en los escritorios, en tierra firme.