La acuicultura se ha consolidado como un pilar fundamental para alimentar al mundo. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), más de la mitad del pescado que se consume a nivel global proviene de esta práctica. A medida que las capturas de pesca salvaje se estabilizan, la acuicultura sigue en expansión, creciendo un 5% anual y con proyecciones de incremento del 22% hasta 2030.
La situación del hambre y la malnutrición
A pesar de los avances económicos, la lucha contra el hambre sigue siendo uno de los mayores desafíos de la humanidad. Según la FAO, nueve de cada diez personas en el mundo sufren de malnutrición severa. «Estamos fallando como sociedad en la lucha contra el hambre«, afirma Manuel Barangé, subdirector general de la FAO y experto en pesca y acuicultura. La solución, según Barangé, radica en potenciar la acuicultura, un sector que, a pesar de su rápido crecimiento, debe incrementar su producción aún más para poder alimentar a un planeta en constante crecimiento.
La acuicultura no solo es vital por su capacidad de producir grandes cantidades de alimentos, sino también por su bajo impacto ambiental en comparación con la ganadería terrestre. Con más de 3.500 especies de peces explotadas en el mundo, de las cuales 700 se cultivan en acuicultura, esta actividad ofrece una alternativa más eficiente y sostenible. «La acuicultura es el sector de producción de alimentos que más crece«, señala Barangé, quien destaca su alto valor nutricional y la creciente relevancia de este sector para la seguridad alimentaria.
La sostenibilidad es un aspecto central en la gestión de la acuicultura. Sin embargo, la sobreexplotación de las pesquerías y el cambio climático representan amenazas significativas. La FAO advierte que más del 90% de la energía generada por el cambio climático se acumula en los océanos, alterando la distribución de las especies marinas y afectando la productividad del mar. Estas alteraciones pueden cambiar las zonas de pesca y obligar a una adaptación en la gestión pesquera y acuícola.
Barangé subraya la necesidad de gestionar los océanos de forma sostenible y adaptarse a los cambios climáticos. La investigación y la colaboración internacional son clave para garantizar que la producción acuícola siga siendo una fuente vital de alimentos. Según el experto, el 73% del pescado consumido en el mercado global proviene de explotaciones sostenibles, lo que ofrece una perspectiva alentadora en medio de estos retos.
A largo plazo, el impacto del cambio climático en la pesca podría reducir la biomasa explotable entre un 5% y un 7% para mediados de siglo, y hasta un 21% en el peor de los escenarios hacia finales del siglo. Este declive afectaría gravemente los niveles de nutrición global. Para mitigar estos efectos, Barangé aboga por soluciones regionales que promuevan una gestión eficiente y sostenible de los recursos marinos.
A pesar de estos retos, la acuicultura continúa siendo una de las principales soluciones para acabar con el hambre y la malnutrición, especialmente en regiones de África subsahariana y en los países menos desarrollados. La FAO trabaja en la promoción de alimentos acuáticos como una respuesta integral a estos problemas, destacando la importancia de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero para prevenir un calentamiento global aún más perjudicial para los océanos. Argentina, en esta materia, tiene mucho por crecer, en principio por las benevolencias de la calidad de agua de deshielo que surcan la meseta patagónica; donde Neuquen, Río Negro y Chubut se destacan ofreciendo grandes ventajas para la inversión casi virgen en la cuenca de sus principales ríos.
En síntesis, la acuicultura emerge como una herramienta clave para alimentar al mundo de manera sostenible. Sin embargo, su éxito dependerá de una gestión adecuada de los recursos marinos y de la adaptación a los desafíos impuestos por el cambio climático, con el fin de garantizar la seguridad alimentaria de las generaciones futuras.