Es verdad, algunos barcos están operativos, los centolleros y como decíamos en la nota anterior, el potero Hai de Li 701; pero en la ciudad es oportuno para la lectura y la reflexión.
Tristemente en estos días, con la desaparición física de quien fue el Papa Benedicto XVI, deja un su célebre trayectoria dentro de la iglesia un legado que se lo resume en sus escritos. Profundo, alentador, futurista y con un fuerte sesgo a los feligreses jóvenes. No todo está perdido. Lo compartimos, porque creemos en Dios como fuente de amor y esperanza, máxime cuando el medio marino es hostil e impredecible para todo marino y navegante por más avezado que sea. Benedicto XVI fue un gran sabio y nos dejó muchas enseñanzas, entre ellas a los jóvenes, pero bien se aplica a todo ser de bien.
«Queridos amigos, que ninguna adversidad os paralice. No tengáis miedo al mundo, ni al futuro, ni a vuestra debilidad. El Señor os ha otorgado vivir en este momento de la historia, para que gracias a vuestra fe siga resonando su Nombre en toda la tierra. La razón no se salvará sin la fe, pero la fe sin la razón no será humana. La fe no se opone a vuestros ideales más altos, al contrario, los exalta y perfecciona. Queridos jóvenes, no se conformen con menos que la Verdad y el Amor, no se conformen con menos que Cristo. El yo absoluto, que no depende de nada ni de nadie, parece poseer realmente, en definitiva, la libertad. Soy libre si no dependo de nadie, si puedo hacer todo lo que quiero. Y precisamente esta absolutización del yo es degradación del hombre; no es conquista de la libertad. El libertinaje no es libertad, sino más bien el fracaso de la libertad. La libertad de matar (sobre el aborto) no es una verdadera libertad, sino una tiranía que reduce al ser humano a la esclavitud.
Cuando la política quiere ser redención, promete demasiado. Cuando pretende hacer la obra de Dios, pasa a ser, no divina, sino demoníaca. La verdad no se determina mediante un voto de la mayoría. El amor es la única fuerza capaz de cambiar el corazón del hombre y de la humanidad entera. Allá donde la moral y la religión son reducidas al ámbito exclusivamente privado, faltan las fuerzas que puedan formar una comunidad y mantenerla unida. Nos hemos de liberar de la falsa idea de que la fe ya no tiene nada que decir a los hombres de hoy. Una fe que nosotros mismos podemos determinar, no es en absoluto una fe. En su acepción relativista, dialogar significa colocar la actitud propia, es decir, la propia fe, al mismo nivel que las convicciones de los otros, sin reconocerle por principio más verdad que la que se atribuye a la opinión de los demás. No somos el producto casual y sin sentido de la evolución. Cada uno de nosotros es el fruto de un pensamiento de Dios. Cada uno de nosotros es querido, cada uno es amado, cada uno es necesario. El mundo ofrece comodidad. Pero tú no estás hecho para la comodidad. Tú has sido hecho para la grandeza, para el Bien. La pureza del corazón es lo que nos permite ver. Quien tiene esperanza vive de otra manera; se le ha dado una vida nueva. No se puede encontrar a Cristo y no darlo a conocer a los demás. Por tanto, no se guarden a Cristo para ustedes mismos. Comuniquen a los demás la alegría de su fe. El mundo necesita el testimonio de su fe, necesita ciertamente a Dios. La persona humana encuentra su perfección en la búsqueda y el amor de lo que es verdadero y bueno. La organización del trabajo, pensada y realizada en función de la competencia de mercado y del máximo beneficio, y la concepción de la fiesta como ocasión de evasión y de consumo, contribuyen a disgregar la familia y la comunidad, y a difundir un estilo de vida individualista. Quien ha negado y sigue negando a Dios y, en consecuencia, no respeta al hombre, parece tener vida fácil y conseguir un éxito material. Pero basta raspar en la superficie para constatar que, en estas personas, hay tristeza e insatisfacción. Dejarse «llevar a la deriva por cualquier viento de doctrina» parece ser la única actitud adecuada en los tiempos actuales. Se va constituyendo una dictadura del relativismo que no reconoce nada como definitivo y que deja como última medida sólo el propio yo y sus antojos. Quien pertenece a la verdad, jamás será esclavo de algún poder, sino que siempre sabrá servir libremente a los hermanos. Gracias por tanto, Santo Padre».
Fragmento de la homilía de Joseph Ratzinger en la Misa pro eligendo Pontífice, horas antes de ser elegido Papa como Benedicto XVI (abril 2005)