La celebración de la Semana Santa para la feligresía católica, aumenta la venta y el consumo de pescado en gran parte del mundo. Nuestro país no escapa a estas fiestas tradicionales, con precios dispares como suele suceder en la Argentina en cualquier rubro y sobre todo en el alimenticio.
Por caso un relevamiento realizado por PESCARE marca esta marcada disparidad en pescados y mariscos en lo que debe abonar el consumidor final.
En la provincia de Santa Cruz, en el norte de la misma, en la ciudad de Caleta Olivia, debieron realizar un acuerdo de precios para que los precios sean razonables y no con una ganancia abusiva de parte de los comerciantes.
De todos modos es llamativo que el filet de merluza se está comercializando a $ 800 el kilogramo en la provincia santacruceña, sobre todo si se lo compara con el valor al que se estaba comercializando en Mar del Plata. Por el mismo producto se puede abonar entre $1450 y $1800.
Insólito es que en ciudades como Bahía Blanca, se está llegando a vender a más de $2000 el kilo.
Aunque ya no parezca raro, en algunas ciudades como Comodoro Rivadavia, el incremento para pescados y mariscos supera el 150%, aunque se asemeja al valor de Mar del Plata, rondando en la ciudad del sur los $1500.
En la recorrida por varias pescaderías marplatenses, los precios son dispares de acuerdo a su ubicación. En el paseo comercial lindante a la banquina chica, se puede conseguir calamar entero a $1400 los dos kilos, las rabas a $2400, la corvina a $750, la cola de langostino a $3100 y un mix de frutos de mar para paella o cazuela a $3700.
En virtud de tanta diferencia y lo poco accesible que resulta para algún sector el poder adquirir pescados y mariscos, en algunos lugares como Santa Cruz, días atrás debió intervenir el Estado de algún modo para realizar un acuerdo con quienes lo comercializan, suscribiendo “precios de referencia”.
Los precios a los que llegaron para lo que más consume el público en Semana Santa en la última zona mencionada, marcan que el filet de merluza congelado debería cobrarse $2500 por dos kilos, mientras que la misma cantidad de filet de róbalo fresco cuesta lo mismo.
En esa variable de precios está el producto Premium argentino (langostino) donde los valores pueden oscilar entre los $2300 y los $5000 por el producto pelado y crudo de óptima calidad, aunque una de las cadenas de supermercados que más sucursales tiene en la Argentina –de acuerdo a la ciudad- lo comercializa hasta $6280.
Para el bolsillo del turista que visite Mar del Plata durante estos días y sin chances de cocinarlo, sentarse en un restaurante, no le será nada accesible tampoco.
Si bien las decenas de establecimientos gastronómicos que hoy tiene la ciudad y que elaboran platos tradicionales (rabas, cornalitos, paella) ofrecen variadas promociones difícil resultará encontrar algún menú que esté por debajo de los $4000/4500 por persona, sin contar la bebida, pudiendo llegar algunos (en la macrocentro por ejemplo) a ofrecerse a $8000 por comensal.
Esto evidencia que el esfuerzo que se estaba realizando por concientizar al consumidor a ingerir pescados y mariscos, con una campaña de “el 19 comé pescado”, no se condice con los valores que se tienen que abonar en las pescaderías y restaurantes, fundamentalmente en productos donde casi no hay mano de obra entre lo descargado en el muelle y el producto en góndola, como el caso del langostino entero fresco, donde en el muelle vale $700 y en góndola $2300/Kg. en el mejor de los casos.
Distinto es el panorama en donde el sector de las conservas parece haber “leído” la situación y se ofrecen buenas ofertas en enlatados, donde se pueden combinar los artículos y se termina pagando algo más acorde al flaco bolsillo de los argentinos.
Anchoas, boquerones, atún en sus diversas presentaciones (saborizados) hoy son algunos de los productos que más venta tienen y que la oferta es aprovechada de otro modo para elaborar platos de “vigilia”.
El consumo interno evidencia que hay cosas que no están del todo bien, ofertas en apenas algunos lugares y sin mayores propuestas para los visitantes como ocurrió en la Semana Santa 2022, donde se ofrecían desde degustaciones hasta un festival artístico gratuito.
Realidades dispares en nuestro país, donde el consumidor observa absolutamente todo: calidad, presentación, pero sobre todo precio.