Un potente sismo de magnitud 7,4 en la escala de Richter sacudió la mañana de este viernes 2 de mayo el extremo sur del continente, con epicentro en una zona marítima del Pasaje de Drake a unos 219 kilómetros al sur de la ciudad argentina de Ushuaia, en el Estrecho de Magallanes. El evento fue registrado por el Servicio Geológico de los Estados Unidos (USGS), y generó una inmediata alerta por la posible formación de un tsunami que podría afectar particularmente a la Región de Magallanes en Chile, donde ya se han activado protocolos de evacuación del borde costero.
El temblor, que se percibió con claridad en Ushuaia, Río Grande y otras localidades fueguinas, sorprendió a comunidades acostumbradas a la calma relativa de una geografía austral más asociada a vientos y temporales que a violentos movimientos sísmicos. Esta vez, sin embargo, la magnitud del evento ha encendido señales de alerta no solo en los centros urbanos, sino especialmente en el extenso entramado de actividades productivas marino-costeras que sustentan gran parte de la economía regional.

El epicentro del mayor evento sísmico de magnitud 7.4° en la escala de Ritcher fue seguido de al menos 20 movimientos menores detectados a 23.8 millas náuticas al Sudeste de la Isla Diego Ramírez (Ch).



Particular preocupación despierta el impacto potencial sobre las comunidades pesqueras artesanales y las instalaciones de maricultura —especialmente cultivos de mejillones, ostiones y salmones— que se distribuyen a lo largo de los canales fueguinos, donde las condiciones oceanográficas estables son esenciales para su operación. Un eventual tsunami, incluso de baja altura, podría dañar jaulas flotantes, hatcheries, desanclar estructuras de cultivo suspendido o alterar las corrientes y salinidad, con consecuencias difíciles de prever en los ciclos biológicos de las especies cultivadas.
Por su parte, el Servicio Nacional de Prevención y Respuesta ante Desastres (SENAPRED), organismo similar a Defensa Civil, en el frente terrestre movilizó a las comunidades costeras para abandonar sus casas preventivamente hacia lugares de mayor cobertura ante un eventual tsunami; mientras que en alta mar, a través del canal 16 de VHF se instó a todos los navegantes a salir de aguas someras y buscar alejarse, al menos, a profundidades superiores a los 150 metros para evitar implicancias desafortunadas ante posibles fenómenos naturales.
A este escenario se suma la fragilidad de la infraestructura portuaria y de servicios logísticos en una zona caracterizada por su aislamiento, donde la recuperación frente a eventos disruptivos suele ser lenta y costosa. Barcos menores, sistemas de fondeo, balsas de cosecha y centros de acopio en zonas de difícil acceso podrían verse comprometidos si se materializa una alteración significativa del nivel del mar.

El gobierno chileno, a través de su presidente Gabriel Boric, llamó formalmente a evacuar la zona costera de Magallanes y activar todos los recursos del Estado para prevenir una tragedia mayor. En paralelo, organismos de emergencia argentinos monitorean la evolución de la situación, aunque por el momento no se ha emitido una alerta de tsunami por parte del Servicio de Hidrografía Naval Argentino.
En la zona estaban operando dos buques de gran porte, el arrastrero BP Unionsur y el palangrero BP Globalpesca II, ambos dos de bandera chilena, sin manifestar ninguna anomalía visible a simple vista en el lugar al momento del evento telúrico.


En estos momentos, el monitoreo satelital, los mareógrafos costeros y los modelos de predicción oceánica serán fundamentales para determinar si el movimiento sísmico generó una perturbación significativa en la columna de agua capaz de traducirse en una amenaza real. Lo concreto es que la autoridad SUSPENDIÓ toda operación de pesca en la zona y monitorean, al norte del país, alguna conexión a la altura de Atacama.
Cabe la posibilidad de que, pese a la magnitud del sismo y el comprensible temor inicial, todo concluya en una alarma preventiva sin consecuencias mayores. No obstante, el episodio vuelve a poner en el centro del debate la necesidad de preparación técnica, inversión en capacitación en estos eventos desafortunados y capacidad de respuesta rápida para los territorios australes ante un riesgo sísmico y oceanográfico que, aunque es muy poco frecuente, no puede ser descartado, principalmente en hatchery de cultivo en esa vasta zona chilena.