A las 20:20 h del 17 de mayo de 2025 el bergantín-goleta Cuauhtémoc, orgullo de la Armada de México, retrocedía lentamente para separarse del muelle 17 del South Street Seaport, en el East River de Nueva York. En apenas unos segundos la maniobra rutinaria se convirtió en desastre: la hélice quedó trabada empujando hacia atrás, el timón perdió presión hidráulica y la corriente de marea —casi tres nudos y en ascenso— capturó la popa, guiando las 1 800 toneladas del velero directo al basamento del Puente de Brooklyn. El impacto cortó sus tres mástiles (trinquete, mayor y mesana) de cuarenta y cinco metros, provocó la muerte de los cadetes América Yamilet Sánchez y Adal Jair Marcos, hirió a más de veinte tripulantes del os cuales hay 4 entrado crítico y obligó a cancelar un crucero de instrucción que buscaba visitar quince países.

Características técnicas
El Cuauhtémoc, es un buque a vela con aparejo bergantín-goleta de la Armada de México, concebido con criterios técnicos rigurosos y orientado a la formación profesional de los futuros oficiales de la Armada de la Republica de Mexico.
Su diseño responde a un equilibrio funcional entre estabilidad, maniobrabilidad y resistencia estructural. Con una eslora de 51.37 metros, (la mitad de la Fragata ARA Libertad que posee 104 metros), una manga de 9.99 metros y un calado de 3.90 metros, el casco ofrece condiciones seguras tanto para la navegación oceánica como para maniobras en puertos restringidos. La superficie vélica, de 1,556 metros cuadrados, permite instrucción práctica en jarcia tradicional bajo distintos regímenes de viento, mientras que la planta motriz —un motor turbodiésel de 1,000 HP— garantiza capacidad de propulsión independiente con velocidad de hasta 18 nudos y autonomía operativa de 30 días. El buque está tripulado por una dotación mixta de oficiales, personal técnico y cadetes navales, cumpliendo funciones académicas, diplomáticas y operativas con estándares compatibles con normativas internacionales de formación marítima.
La investigación preliminar reveló que la falla de propulsión se produjo en el peor lugar posible. Con el motor bloqueado en reversa y la proa ya orientada hacia la corriente, cualquier corrección exigía asistencia externa, pero el único remolcador disponible empujaba “en pecho”, sin amarras. Esa configuración le restó capacidad para contrarrestar la deriva y, cuando intentó girar al Cuauhtémoc, el ángulo de ataque contra el puente era ya inevitable.
Las condiciones ambientales agravaron la crisis. El viento transversal soplaba a unos 12 nudos, el canal se estrechaba bajo un gálibo fijo de cuarenta y un metros y la línea de agua se elevaba con la marea; cada uno de esos factores redujo la ventana de reacción a menos de veinte segundos que para un buque de esa dimensión es la nada mismo.
Posteriormente, ante el dantesco panorama donde había incluso gavieros suspendidos a gran altura, colgados literalmente de sus arneses, la tripulación ejecutó un alistamiento de emergencia: cerró líneas de combustible, aseguró jarcia suelta y emitió la llamada de socorro, mientras brigadas del puerto neoyorquino y la Guardia Costera establecían un perímetro para rescatar heridos y verificar la integridad estructural del puente, que reabrió al tráfico catorce horas después. La abultada obra muerta de toda la jarcia, más los evidentes problemas de propulsión, entre deriva y abatimiento fueron suficientes para el trágico desenlace.
Entre los 277 tripulantes —115 cadetes— se propagó la certeza de que el crucero “Consolidación de la Independencia de México 2025” había terminado antes de la primera singladura oceánica. La Secretaría de Marina (SEMAR) formó una junta de peritos para revisar los sistemas de propulsión y los protocolos de pilotaje; en paralelo, la NTSB y la Guardia Costera de Estados Unidos descargaron datos del registrador de viaje, de los radares portuarios y de las comunicaciones con el centro de tráfico marítimo. El dictamen final, previsto para el último trimestre de 2025, deberá aclarar si la raíz del siniestro fue exclusivamente mecánica o una combinación de error humano y condiciones hidrometeorológicas adversas. Sin dudas, servirá para tomar medidas precautorias para buques a velas teniendo en cuenta medidas más estrictas y protectivas de la seguridad en la navegación en espacio reducido para buques de gran porte.
Así mismo la Secretaría de Marina a través de la Armada de México, informó oficialmente que, durante la maniobra de zarpe del Buque Escuela Cuauhtémoc en Nueva York, Estados Unidos, como parte del Crucero de Instrucción “Bicentenario de la Consolidación de la Independencia en la Mar”, se registró un percance con el puente de Brooklyn. Así lo detalló en su página oficial.
El costo humano movió a la presidente de Mexico, Claudia Sheinbaum a decretar duelo nacional y establecer un fondo permanente para los familiares de las víctimas, mientras el Senado mexicano planteaba revisar la normativa que rige la asistencia obligatoria de remolcadores amarrados para grandes veleros en puertos congestionados. La comunidad marítima internacional —de la Organización Marítima Internacional a foros especializados — analizan las causas y la conjunción de eventos inesperados, desde lo estrictamente mecánico y electrónico, hasta lo humano, siendo esta factor el principal a tener en cuenta en todo desenlace desafortunado como este.
El propio Cuauhtémoc, construido en 1982 en los astilleros Celaya de Bilbao, nunca había sufrido una colisión grave en sus más de doscientas escalas diplomáticas. Sin embargo, su historial no estaba exento de alertas: en 2017, una cadete cayó por la borda en la costa de Mumbai y nunca fue localizada. Esos antecedentes nutren ahora la revisión curricular en la Heroica Escuela Naval, que desde esa época ya planeaba incorporar simulaciones específicas de pérdida de gobierno y procedimientos de abandono rápido del velamen.
Mientras el casco permanece amarrado en un astillero de Brooklyn y técnicos inspeccionan la línea de eje, motor, timón y velamen, la imagen del velero desarbolado recuerda que la navegación tradicional depende de engranajes tan modernos como cualquier portacontenedores. El mar no perdona holguras técnicas ni excesos de confianza; la lección, grabada en acero doblado y jarcia retorcida, quedará en la memoria de una generación de marinos que descubrió, a un precio doloroso, que la seguridad se forja mucho antes de soltar amarras en el muelle.