Me tomé el atrevimiento de parafrasear al filántropo economista Carlos Federico Díaz Alejandro, no porque me considere digno de emular su legado, sino porque, oportunamente, él insinuó que los desequilibrios macroeconómicos que no pueden ser quebrantados, suelen encontrar su destino en otra parte.
En la década de los ’80, este insigne economista que decidió vivir en Cuba nos enseñó que las economías con desajustes obscenos pueden contener sus efectos en un sector particular, pero no pueden impedir que, eventualmente, estos desequilibrios eclosionen.
En el horizonte se vislumbran cambios para la economía argentina, marcados por la sombra de nuestros desequilibrios, hijos de un orden político que permite el ejercicio omnímodo y discrecional del poder. Un poder que se legitima sin importar el respeto por los valores e instituciones que cimentan la civilización.
Nuestro proceso político se caracteriza por integrar alegremente facciones que ignoran la restricción presupuestaria, desconocen cualquier límite institucional y se indignan ante el concepto de marginalidad. Estas facciones, en su ferviente pasión por la felicidad del pueblo, consideran herejía cualquier obstáculo que se interponga en su voluntad de alcanzarla.
El resultado económico es una progresiva erosión patrimonial, ya sea por la pérdida de activos o por un obsceno endeudamiento, que desemboca en crisis endémicas. En estas tormentas, actores con gran capacidad de lobby o elevada ponderación electoral logran socializar sus pérdidas, mientras que las facciones políticas que los apadrinan comparten los beneficios de este arreglo.
Ergo, cualquier cambio de régimen que no contemple la exclusión de las facciones y métodos totalitarios, está destinado a fracasar, perpetuando los factores y estructuras que fomentan y se benefician de esta mecánica.
El oficialismo, en su intento por erradicar la inflación y garantizar la seguridad de vida y propiedad, enfrenta el desafío de hacerlo sin alterar la dinámica política previamente descrita. Sin estos cambios, probablemente veremos una repetición de las desgracias que han marcado nuestra historia pendular reciente… aunque con variaciones en su forma pero idénticas de fondo.
Porque si la socialización de las pérdidas fiscales y financieras del Estado requiere la monetización de estos desaguisados y una adecuación cambiaria que mantenga un equilibrio externo, la eliminación de los mecanismos que permiten expandir los medios de pago, junto con la habilitación de otros que legalicen la elección de monedas para impedir el fraude, hará que cuando la facción totalitaria vuelva al poder, los desequilibrios acumulados no puedan «resolverse» por vía monetaria y cambiaria. Pero esto no impedirá que se acumulen.
Y si el enjuague no puede lograrse mediante la expansión del numerario, se recurrirá, inevitablemente, al repudio de las obligaciones.
En efecto, si el presupuesto público no puede ser satisfecho con medios «espurios», deberá financiarse con recursos «genuinos», apelando al crédito nacional o extranjero. Y si la dinámica de endeudamiento se vuelve incompatible con el ahorro disponible o la aversión al riesgo de los prestamistas, caeremos en una insolvencia que demandará, inexorablemente, la poda del valor presente de las obligaciones, dado que las instituciones monetarias ya no estarán bajo su control.
Por tanto, si se concreta el cambio en nuestro régimen monetario como se ha indicado, la atención de quienes arriesgan capital en Argentina deberá desplazarse: el riesgo pasará de la expansión monetaria a la contracción crediticia.
Sugiero, estimado lector, que mantenga esto presente en su mente a la hora de las decisiones, recordando que los problemas de desorden por estas latitudes no se resuelven, sino que se transfieren o cambian de lugar para que el costo lo pague el otro.
Y entiéndase el otro a muchas veces el sector privado. ¿O acaso el problema argentino no es del Estado sobredimensionado corrupto, ineficiente y burocrático?, que siempre busca la perpetuidad en el poder sin hacer los ajustes que se deben hacer prorrateando el costo político y transfiriéndolo o al pasado o a los entrantes, y pretende financiarse con el bolsillo del otro.
Tomando lo expuesto como prefacio, y bajado a la actividad primaria extractiva; y procesadora exportadora, además se le debe adicionar la problemática internacional, que presiona y pone de relieve en un caldo de cultivo que desaliente la paz social y el normal devenir de la relación laboral.
Ya es archiconocido que los mercados de demanda internacional han caído vigorosamente; primero por situaciones del post COVID, después por los conflictos del Este europeo pero, por sobre todo, por un cambio de hábitos y costumbres que se desprendieron después de estos eventos. El ciudadano común y las nuevas generaciones en busca del bon vivir y la simplicidad de las cosas, esquivando la idea del sacrificio de hoy por el bienestar del mañana, irrumpe en el consumo, y si a eso se le suman actividades como el desarrollo de la acuicultura de cultivo, que ofrece a menor precio la disponibilidad del producto en cualquier mes del año a solo una llamada de teléfono sin depender de stockearse durante el año; la mezcla es explosiva.
Bajada esta situación particular al escenario local, es simple que la conflictividad aumente en forma exponencial, como lo vemos en Comodoro Rivadavia, Puerto Deseado, Rawson e incluso en Mar del Plata, donde poco se habla de la cesación de pago de Gaveteco, y posible cierre; como de más de 350 empleados de la conserva en estado de paro, ruidoso reclamo y movilización más el doble con un marco laboral irregular también absorbido por esa actividad; en plena zafra de anchoita.
Es simple. Todo se esconde detrás de la rentabilidad de las empresas. Cuando las empresas no son rentables o para hablar correctamente, cuando las empresas no tienen la rentabilidad que da equilibrio al riesgo que asumen, las mismas no pueden pagar es claro, su techo cada vez más bajo producto de precios deprimidos en el circuito internacional y un Tipo de Cambio con un soberbio retraso, pulverizaron los números llevándolos al rojo. Mientras tanto y hasta con justa razón, los gremios buscan recomponer el poder adquisitivo de sus representados, que hoy encuentran un IPC que si bien es cierto opera a la baja -hasta el momento y difícilmente perdure-, su impacto en el bolsillo licuó el equilibrio que necesita para poder sustentar los gastos. Ergo, los problemas trepan y van a seguir in crescendo hasta la eclosión del modelo. Parafraseando a Don Álvaro Alsogaray, “hay que pasar el invierno” y entiendo la primavera.
Nos encontramos en el prefacio de un estallido de variables, o de la irremediable caída de una actividad. En medio de todo esto, el Estado que desea recaudar, exige al sector un perfil económico más alto por la renovación de cuotas de capturas a 15 años, mientras la actividad, acepta una mayor erogación, discute -seno adentro- quien paga más o quien paga menos.
Todos con justificadas razones entienden que el segmento en que trabajan, póngase por ejemplo variado costero, no admite un centavo más de carga, por ende que el mayor costo lo pague el otro, y así se disputan los cuatro segmentos más importantes de la pesca argentina, complejo langostino, merluza, calamar y variado costero-resto de especies todos, con números al borde del rojo.
En el mientras tanto el reloj avanza, el tiempo pasa y el fantasma de una licitación internacional no se termina de desdibujar en la mente de intrépidos que ante la pasividad aparente del sector, desempolvan esta última variable. Lo claro es que la caja de la pesca, o la alimentan los actuales participantes, o la acercan otros, de lo que no hay dudas, es que alguien en los próximos 4 meses la va a terminar poniendo.
Las opciones son fáciles de entender y son dos; o el sector ordenado se pone de acuerdo evitando dar pasto a las fieras, o cualquier mente pragmática puede dar sustento a otras alternativas menos convenientes.
En una mañana fría y diáfana en el medio de la pampa húmeda, yo escribo; Ud decide, esto “es rápido, cortito y al pie”, diría Carlos Salvador Bilardo.
Y, como siempre, se expone al criterio del lector, bajo la premisa que no son 4 los puntos cardinales como tampoco 7 los colores del arco iris, dejando las consideraciones de ésta temeraria dinámica a su juicio, pero sugiriendo que no la desconozca…
Buen domingo.!
By DMC