En una actividad tan cuestionada últimamente como la pesquera, sería un sacrilegio hablar de la ética aristotélica en la actividad. De hecho es una exquisitez, un extremo. Si a eso se le suma que gran parte del procesado de corvina y peor aún, las exportaciones de la misma llegan como consecuencia de una pesca ilegal no declarada y no reglamentada en lo que era una flota artesanal de subsistencia y contemplada en las bases de la Ley pero además con un gran espíritu humanitario por parte de autoridades que justificaban la prioridad social de subsistencia -insistimos- por sobre el comercio a gran escala; hasta puede ser entendible, mientras del negro, y con suma ayuda, de a poco pasa al blanco en tiempos considerables, al fin y al cabo en producción se parte artesanalmente y se transita hasta lograr los estándares comerciales con toda la legislación de rigor, lógico.
Pero otra cosa es lo que sucede en esa pesquería, procesamiento y comercialización donde los jugadores gozan de una mirada cómplice de quienes deben impartir reglas claras conforme a derecho y Ley.
No es adecuado ni conforme a Ley,-repetimos-, que haya una flota de lanchas artesanales, que descarguen sin ningún tipo de control sanitario, productos de origen marino, alimento; en medio de pésimas condiciones sanitarias, con una vara distinta a quien se encuadra en la Ley; y lo saben. Ademas, tampoco puede compararse el control tributario que poseen las empresas de buques costeros que hacen verdaderos malabares para pagar el gas oíl o evitar caer en endeudamiento tan solo por el hecho de pescar y trabajar; cuando ademas hay exigencias de todo tipo, incluso de la Autoridad Marítima tan severas y rigurosas como entendibles; porque de la seguridad y prevención de la vida humana en el mar se trata, mientras que centenares de trakkers entran y salen muchas veces sin tener siquiera elementos de seguridad, y lo saben. Basta con analizar lo que llevo al trágico hundimiento de la lancha Proa al Sol II hace tan solo unos meses, siendo casi un tema olvidado cuando incluso se perdieron dos vidas humanas zarpando desde el mismo corazón deportivo del puerto de Mar del Plata, que hace negocio o comercio desde un muelle deportivo, y lo saben.
Decir que buques, optan no ir a buscar el preciado langostino porque prefieren y justifican que su documentación legal en partes de pesca se inflen para justificar capturas no documentadas adquiridas contra culata de camión en la Bahía de Samborombón; y lo saben, es un engranaje más de uno de los tantos hechos que la actividad desea mostrar como impoluta, bajo un manto hipócrita e interesado de quienes deben controlar, y no controlan. (Después, y mal que le pese a muchos, el malo del barrio es el Dr. Federico Sturzenegger).
Como si esto fuese poco, es real y valedero que los valores del IPC de los últimos 9 meses, si bien ha mermado su empinada alcista y multiplicación espiralizada, la realidad es que frente a un Tipo de Cambio con casi anclado de ajustes al 2% mensual, y costos de insumos, proveedores de bienes y/o servicios, combustible, gremios embarcados, servicio de muelles, cargas-descargas y hielo más la tasa de puerto, hace que las rentabilidades hayan desaparecido.
Con el agravante que el mercado del consumo interno tenga una caída generalizada cercana al 50% en el año; la flota más castigada, es sin dudas aquella que es parte de la cola de la actividad pesquera; la flota costera; porque hereda todos los costos y vicios desde otros segmentos de flotas más grandes, pero no tiene capacidad de soportar tan solo una gota más a bordo, para permanecer a flote.
Todo hace prever, que el fin de la temporada de langostino en aguas nacionales está llegando a su fin, de hecho varios fueron los pesqueros de altura que ya armaron desde el puerto de Mar del Plata a otras capturas objetivo, como la merluza; que sufre los mismos precios en muelle que hace 10 meses atrás, 700 pesos el kilo en boca de bodega, con cheques que muchas veces es un acertijo saber si se efectiviza y otras, con fecha tan diferida como la realidad que tocar vivir.
Lo concreto es, que ante este panorama, de hecho desolador, lleva a la ruptura de valores. códigos preestablecidos que en el vendaval del sálvese quien pueda no se duda en desafectar, con algunas premisas implícitas que desde la Ley lo avala.
Fue oportunamente tan criticado un barco que tenía más eslora que la profundidad en la que pescaba anchoíta pero no porque su permiso de pesca no lo avale, sino porque en la vieja escuela de la banquina chica a pesar de épocas más complicadas que ahora, cuando los pescadores trabajaban 18 horas al día para sostener a sus familias, mientras el esparcimiento de los sábados y domingos con la familia, era que la mujer haga firme la red a reparar, mientras el marido pescador, reparaba algún daño ocasional por arriesgar arriba de las piedras, mientras los pibes jugaban en el muelle con la esperanza de portarse bien para tener a futuro la promesa de un vaso de Coca Cola la semana siguiente, que nunca llegaba, porque lo que faltaba no era conducta sino dinero.
Los hechos cambiaron, vale todo y al diablo con códigos e historias sujetas al lirismo de la palabra y las buenas costumbres. Son varios los buques pesqueros de altura que pescaban merluza, hoy armaron para corvina a la pareja. Por supuesto su permiso lo avala, nada por discutir; pero es la sentencia letal para un segmento de flota que espera la zafra para poder subsistir, que además siquiera desde autoridades de provincia regulan la actividad de artesanales, por el contrario hay más de 850 permisos a otorgar de artesanales provinciales que ademas gozan en definitiva de mejor permiso que un nacional costero, ya que son irrestrictos, pescan lo que quieren y no se declara, mientras los poseedores de permisos de pesca costero nacional, son cupificados; pescan su cupo y van a casa , ademas de una compleja parafernalia de documentación duplicada que justifica la burocrática acción de quienes regulan la actividad con el desconocimiento del muelle.
Sera que así como han desaparecido las lanchas, en la cadena trófica de fagocitar al vecino para crecer en un vuelo tan corto como el de la perdiz, ¿es hora que le toque a los costeros?
Entendemos que la Asociación de Embarcaciones de Pesca Costeras y Fresquera nucleada por Enrique Di Costanzo y el Dr. Sebastián Agliano, ambos de destacada labor, van a dar lucha por defender los intereses legítimos de sus asociados para evitar ser relegados y el próximo segmento de la cadena trófica del sector pesquero.
En conclusión, la flota de costeros hoy presenta un escenario complejo, por un lado sobre el piso, cada vez más competitivo y desleal está la flota artesanal de la Bahía Samborombón; mientras que por el otro, el techo impuesto por la flota de fresqueros de altura que ante números horrorosos en la pesquería de merluza, buscan defender mejor su rentabilidad en una pesquería zafral como la corvina, pulverizando las 12 parejas que históricamente operan y esperan el año para al menos acomodar mejor los números. Otra pregunta que se desprende es ¿Cuánto tiempo puede durar el precio de $1100 por kg. de corvina cuando lluevan ofertas a pasto en el muelle de Mar del Plata?. El escenario es conflictivo, nadie a sano juicio está dispuesto a perder en tiempos críticos como los actuales por cambios en las reglas de juego y dejamos otra pregunta al aire que surge de los hechos de público conocimiento de hace 10 días atrás, las exigencias de una mejor recomposición salarial y trasladar al sector costero el valor «al cajón» (la tablita), ¿no habrá sido el testeo para saber si los costeros podían pagar, lo que otro segmento de flota, sí?.
Muchas más preguntas que respuestas, mientras se comienzan a percibir los primeros signos de fractura en una actividad que, por falta de cohesión, no supo establecer límites claros. Estos son apenas los primeros indicios; mayores turbulencias están por venir.