La situación en Gaveteco parece atrapada en un ciclo interminable de desesperanza. Cada día, más de 150 empleados se congregan en la planta, ocupando pacífica y respetuosamente las instalaciones en lo que alguna vez fue un espacio de descanso para un break y conversaciones ligeras entre horas de trabajo, que abundaba.
Hoy, ese mismo lugar es un escenario de angustia, una espera tensa en la que lo único que queda es la voluntad de resistir, pese a que el panorama se vuelve cada vez más sombrío y enrarecido.
El trasfondo de esta crisis no podría ser más desolador. Los trabajadores llevan meses sin cobrar, con cuentas pendientes que crecen día a día. La presión más inmediata recae sobre la amenaza de corte eléctrico por parte de EDEA, la empresa distribuidora de energía, que reclama una deuda que ya roza los 35 millones de pesos. El tiempo se agota y, con él, también la esperanza de preservar lo poco que queda en pie.
En las cámaras frigoríficas de la planta, decenas de toneladas de pescado esperan un destino incierto. Merluza HGT, rayas y otras especies procesadas reposan en un limbo, a merced de un corte inminente de energía que podría arruinar completamente lo poco que queda de valor en la empresa. Los empleados, conscientes de la fragilidad de la situación, se ven impotentes. No tienen poder de decisión sobre la mercancía que, sin un milagro, podría quedar inservible en cuestión de horas.
La desesperación se hace eco en cada rincón de la planta. El Secretario de Producción del municipio, Fernando Muro, ha escuchado los reclamos, pero la realidad es que las soluciones parecen no estar a su alcance.
La titular de la empresa parece haberse desvanecido, sin más rastro que una reunión con las delegadas de los trabajadores hace más de 10 días en una estación de servicios de Juan B Justo y San Juan, por temor a acercarse y enfrentar la totalidad del personal en grado de desesperación.
Mientras tanto, Cristina Ledesma, histórica dirigente del SOIP con acabada sabiduría para encontrar un camino viable en el marco de esta alarmante situación, sigue en su rol de contención, lidiando con la desesperanza de quienes no saben si mañana tendrán algo para llevar a sus hogares. Su presencia, inquebrantable y solidaria, es de las pocas certezas en medio del caos, como siempre lo fue, cada vez que la situación llamó a su puerta, aportando desde el gremio los mínimos recursos alimenticios disponibles para paliar la situación de los más necesitados.
Gaveteco, una vez referente en la industria pesquera, ahora es un símbolo del derrumbe. Lo que fue una planta pujante se encuentra hoy estancada en la incertidumbre. Las 150 familias que dependen de ella viven con la angustia de un futuro que parece haberse clausurado. Carla Seain, figura siempre comprometida con los trabajadores, y Carlos Liberman, con su peso en la pesca bonaerense y una destacadisima cintura política demostrada, enfrentan un desafío titánico para evitar que esta crisis explote, empeorando aún más un sector que ya está al borde del abismo.
En esta trama compleja, la merluza almacenada es una metáfora de lo que está en juego: un producto valioso que, por la inacción y la desidia, corre el riesgo de convertirse en un desecho, reflejando la impotencia de una empresaria que ha llevado a Gaveteco al borde del colapso. Con más de 1.6 millones de dólares en deudas y una masa de impuestos y cargas sociales sin pagar, el panorama es poco menos que desesperante sin vías de solución por parte de quien desde hace mas de 10 dias rompio vinculo epistolar con sus referentes del sector laboral.
El tiempo corre, y cada minuto que pasa sin una solución es un paso más hacia el desastre. Gaveteco es hoy un símbolo de lo que se pierde cuando la inacción y el abandono se imponen, pero cuando desaparecen las rentabilidades de una actividad. ¿Cuantas Gaveteco podría haber en Mar del Plata?, ¿Hasta cuando algunas empresas pueden «bancar» el stock de filetes y HGT de merluza?, ¿a quien se les venderá el pescado cuando el sistema se torne más caótico?… todas preguntas que no encuentran respuestas en una actividad que dejó de ser rentable hace mucho tiempo, y que por inercia, capacidad y perseverancia continúa. La pregunta es ¿hasta cuando?. Lo que una vez fue esperanza y trabajo, ahora es incertidumbre y desesperación.