A las 08:36 horas del pasado sábado, el puerto de Mar del Plata fue el escenario de un acontecimiento que trasciende lo cotidiano: el ingreso del BP Anita tras su primera marea. Este buque pesquero, concebido y construido íntegramente por manos argentinas en SPI Astilleros, en una mancomunada y perfecta simbiosis entre la firma armadora Luis Solimeno e Hijos S.A. y el astillero, simboliza no solo el talento y la capacidad de la industria naval local y nacional, sino también el compromiso con la generación de empleo y la creación de riqueza desde el puerto de Mar del Plata para el país.
El BP Anita, un barco diseñado para operar con los más altos estándares de eficiencia, confort y respeto por el medio ambiente, es un ejemplo palpable del impacto positivo que la inversión sostenida puede tener en la economía y en las comunidades locales. Durante sus tres años de construcción, más de 800 trabajadores, directos e indirectos, participaron en el proyecto, aportando no solo su experiencia, sino también la dedicación que caracteriza a los oficios vinculados a la industria naval y pesquera.
Sin embargo, el impacto del BP Anita no se detiene allí. Este buque, que es a la vez una fuente inobjetable de trabajo en movimiento, abre sus puertas al empleo de decenas de trabajadores a bordo y en el continente. Desde los fileteros que procesarán las 275 toneladas de pescado fresco que el Anita trajo en su bodega –principalmente merluza hubbsi–, hasta el personal administrativo, operadores de grúas, camioneros, fleteros, caldereros, técnicos y agentes de logística que trabajan para que el fruto del mar llegue a los mercados locales e internacionales, la cadena de valor que genera este barco es vasta y compleja.
El puerto de Mar del Plata, que alberga esta actividad, encarna un universo de silencioso esfuerzo. Cada marea trae consigo no solo la promesa de sustento para las familias marplatenses, sino también la certeza de que la industria pesquera es un pilar fundamental en la generación genuina de divisas para un país que lo necesita con urgencia.
La visión estratégica de los hermanos Solimeno, quienes apostaron al futuro con la construcción del BP Luigi y posteriormente su gemelo fresquero, Anita, merece ser destacada. En un contexto de incertidumbre, este emprendimiento simboliza una apuesta por la reactivación económica y el fortalecimiento de la industria pesquera como un sector clave para el desarrollo del país. 70 años en la actividad, así lo avalan.
En palabras de los trabajadores y parroquianos del puerto, hechos como este no suelen ocupar los titulares. Sin embargo, deberían hacerlo. Porque detrás de la imponente silueta del Anita, cargada de esperanza y producción, se encuentra un motor de empleo, progreso y compromiso que beneficia no sólo a Mar del Plata, sino a toda la Argentina.
Como dijo el célebre artista don Benito Quinquela Martín, «el puerto es vida, movimiento y trabajo «. Hoy, el BP Anita lo reafirma con su llegada. En cada marea de pesca, en cada exportación y en cada mesa que recibe el fruto del mar, se refleja la abnegada labor de quienes mantienen viva la llama de la industria pesquera nacional que con esfuerzo, sacrificio y dedicación colaboran para generar un eslabón de desarrollo y prosperidad en una Mar del Plata que necesita poner en lugares decorosos las pésimos índices de los últimos años en materia de subdesarrollo laboral.
El puerto de Mar del Plata, con su dinámica incesante y su capacidad para generar empleo y riqueza, contrasta de manera dolorosa con la apatía y la falta de ideas de quienes dicen representar a la ciudadanía desde el sector público. Mientras se celebran con pompa y circunstancia reparaciones menores en las calles deterioradas de la ciudad, el muelle, siempre fiel a su función productiva, recibe con modestia la llegada de embarcaciones como el BP Anita, símbolo de esfuerzo y progreso, bajo la inclaudicable guía y voz de su armador, Antonio Solimeno, que deja su impronta en la llegada de la primera marea año 2024, » Bienvenido Anita.! «.
Es significativo, pero habitual, que en un evento de tal trascendencia para la industria y la comunidad no estuvieran presentes las autoridades ni funcionarios nacionales que, en otras ocasiones, se aprestan a figurar en ceremonias menores.
Era de esperar, no hacía falta la presencia de gestos simbólicos, como la presencia del intendente, la Guardia del Mar o una banda musical. Nada de eso opaca la realidad: el puerto, con su discreta grandeza, continúa siendo un pilar fundamental para el desarrollo económico y social de Mar del Plata.
Sin embargo, esa indiferencia no es casual. Refleja el desconocimiento –y en algunos casos, la ingratitud– de aquellos que desde oficinas capitalinas y distantes dictan cátedra sobre lo que la pesca «debe hacer», ignorando las múltiples contribuciones de este sector. La industria pesquera no solo sustenta a miles de familias en la región, sino que también aporta divisas y dinamiza una vasta red económica que incluye transporte, logística, procesamiento, exportación y consumo local.
Es inaceptable escuchar afirmaciones desde la administración pública que sugieren que la pesca «no paga por lo que extrae«. Este sector no solo genera empleo directo e indirecto, sino que también afronta desafíos regulatorios, fiscales y operativos que muchas veces carecen del acompañamiento necesario por parte de las autoridades. En lugar de valorar el impacto positivo del puerto y la pesca en el tejido social y económico, se perpetúa una narrativa de desinterés y subestimación que no se condice con la realidad.
El puerto es mucho más que un espacio físico: es un motor que impulsa a Mar del Plata y al país, en una lucha constante por sobreponerse a la falta de políticas públicas efectivas y al escaso reconocimiento de su importancia estratégica. Es hora de que las autoridades comprendan que la pesca no solo paga, sino que sostiene y transforma, a pesar de la indiferencia oficial.
El puerto no descansa. Genera y rebalsa de trabajo genuino, y su compromiso hacia la sociedad y la economía del país merece ser reconocido y celebrado.