El Juzgado Federal de Caleta Olivia solicitó la indagatoria del capitán de un buque pesquero extranjero por el delito de trata de personas, en perjuicio de marineros senegaleses, uno de los cuales tuvo que ser atendido en la ciudad de Puerto Deseado, como consecuencia de una emergencia médica sanitaria, al encontrarse con un cuadro de deshidratación, hipotermia y trastorno de agotamiento psicofísico.
El pedido lo realizó el fiscal federal Lucas Colla, del Juzgado Federal de la ciudad santacruceña de Caleta Olivia, el cual se consideró competente para intervenir en la causa donde se investiga la posible trata de personas con fines de explotación laboral de marineros de origen senegalés a bordo de un buque extranjero, el cual era capitaneado por un ciudadano español en el año 2017.
La jueza federal Marta Isabel Yañez , quien además lleva los destinos de la causa del ARA San Juan desde hace 7 años, hizo lugar al pedido del fiscal para que se le tome la indagatoria al capitán español, el que está acusado de “trata de personas con fines de explotación laboral por acogimiento y recepción triplemente agravado por haber aprovechado de la situación de vulnerabilidad de las víctimas, el haber consumado dicha explotación y la pluralidad de víctimas.”
En el año 2017 comenzó la investigación de la fiscalía, luego de que una médica argentina denunciara que debió brindarle atención a un tripulante de origen senegalés, en el marco de una emergencia sanitaria, luego de una aeroevacuación realizada por personal de la Prefectura Naval Argentina.
La embarcación había partido desde Cabo Verde (noroeste de África), el 15 de febrero de 2017 con rumbo a las Islas Malvinas para realizar tareas de pesca, para luego dirigirse a la capital uruguaya de Montevideo, un derrotero que se reiteró en varias ocasiones.
El hecho que dio comienzo a esta situación ocurrió el 5 de junio de 2017, cuando personal de la Prefectura Naval Argentina debió realizar una aeroevacuación en un buque que se encontraba navegando a 135 millas de Puerto Deseado, tras el llamado y la posterior radioconsulta médica llevada a cabo el capitán en cuestión.
Una vez que el tripulante senegalés pudo ser izado por el personal de la Fuerza, fue trasladado al Hospital Distrital Puerto Deseado en la provincia de Santa Cruz, donde llegó en estado de coma dado que no ese encontraba “ubicado en tiempo y espacio y con afectación del sensorio motriz”, de acuerdo al informe de la médica, que lo atendió y que puso en conocimiento a la autoridad marítima del cuadro que registraba el paciente, el cual presentaba hipotermia y deshidratación.
El paciente una vez que recobró su lucidez, manifestó que se encontraba embarcado desde hacía cuatro meses en la bodega del barco y que cumplía jornadas de trabajo continuas, con sólo dos horas de descanso diarias, refiriendo además que desde hacía dos días presentaba vómitos, diarrea, pérdida de apetito, dolor en el pecho y estado de cansancio mayor.
El informe de la médica también registró que presentaba “disminución anormal del tono afectivo, con respuesta emocional excesivamente disminuida e inadecuada a la situación real del sujeto, que además presenta abatimiento, lenguaje inexpresivo y lentitud de movimientos, con pérdida de interés por todo lo que antes le producía satisfacción”.
Luego de los dichos de la víctima la fiscalía tomó intervención e instruyó el sumario correspondiente, donde se incluyó que el marino mercante trabajaba para una empresa radicada en el puerto de Vigo, España y que había sido buscando en Senegal, para lo que debió viajar vía aérea desde Cabo Verde para embarcar en febrero de 2017, relatando que el capitán español del buque “no le dio un respiro” y que una vez que llegaron a zona de pesca lo hicieron trabajar casi tres días sin dormir.
“La victima contó que luego le propusieron trabajar en la bodega, para realizar tareas de estibado, donde el capitán le dio ropa que no era la adecuada para tales labores, medias y botas de agua de mala calidad. Refirió también que los cuatro empleados que trabajaban en tal sector, se posicionaban junta al tubo de escape, ubicado en la salida de la sala de máquinas, donde se abrazaban para darse calor”, según destaca el sitio www.fiscales.gob.ar, agregando que “al cabo de un tiempo, uno de los trabajadores se enfermó y lo cambiaron de sector, pero que las tareas eran las mismas, por lo que fue un trabajo muy duro durante esos próximos tres meses”, expresó.
La víctima también relato que el contrato recién se lo hicieron firmar a los veinticinco días de haber sido embarcado y que el buque trabajaba de día y noche, con un descanso mínimo, ya podía durar entre dos horas o nada y que muchas veces estaban comiendo y en cuanto sonaba el timbre, tenían que ir a trabajar y dejar lo que estuvieran haciendo, por lo que muchas veces no llegaban a descansar ni dos horas por diarias.
Respecto de la comida, manifestó el tripulante que algunas veces desayunaban, que no tenían un horario fijo, que si había un poco de pescado los mandaban a comer. No podía comer cuando tenía hambre, sino que debía ser habilitado por el timbre de descanso o de trabajo fue parte de sus dichos, mientras que en relación al comportamiento impartido par los superiores en el barco, señaló que el capitán era quien mandaba, que el trato no era cómodo, y que todos los marineros (15 senegaleses, 11 indonesios y un mauritano) se sentían mal y sólo esperaban que finalice el contrato para poder volver a sus casas.
Esta situación no es nueva y se viene repitiendo permanentemente en una práctica que parece muy habitual y por la que se han realizado muchas denuncias, tal como lo venimos mostrando en PESCARE desde hace casi una década, en una situación que hasta el propio Vaticano se pronunció al respecto.