Muy temprano de madrugada, a las 3, era el llamado de bajada. Así viejos patrones de algunas lanchas históricas amarillas sin perder tiempo buscaban llegar mientras el sol aún permanecía sin salir. El desafío era marcar el camino de la sabiduría a jóvenes marineros que cuestionaban ese horario; claro, era muy temprano.
En el puerto, un puñado de ellas, Siempre Sara Madre, Don Nino, Alba, Príncipe Azul, Libertad, Due Fratelli, Mi Lucha y Tte.Cnel. Romeo Aralde esperaban en la fría noche como testigos del tiempo.
Otrora, esperaban viejos pescadores con sus canastas, donde llevaban quizá un pan casero humedecido con rodajas de tomate, sal y aceite de oliva, alguna manzana y mandarina , cuando había; y algunas pocas pertenencias más, entre ellas seguro, la cortapluma o navaja marinera, que siempre acompañaba a un buen pescador.
Entre discordia y silencios, las lanchas, como en la década del 50, emprendían un nuevo día de pesca, un nuevo desafío…. Evitar gastar mas combustible que el necesario. Así, sobre las piedras, a pocos metros de la costa, al norte de la ciudad, que aun descansa, entre los “cuarteles” y Santa Clara, empieza a aparecer lo buscado.
Trabajando de a dos, pero siempre calando al cerco, casi arriba de las piedras, 250 cajones de pescadilla de muy buen tamaño comercial. A mano y de noche, como a la vieja usanza lo hacían Camilo, Bastiano, Capicchione y Zu Paulo, entre otros, evitando el ruido que las espante.
Una vez cercadas, entre gritos de alegría y reproches, los pescadores suben de a canastos todo lo capturado.
Mas de 300 toneladas fueron de capturas en esta zona y por estas embarcaciones que, a veces de a 250 cajones y otras de a 100, luchan por subsistir, como ajenas y testigos del tiempo.