El histórico muelle de la banquina chica de Mar del Plata se llena de actividad y entusiasmo. Las icónicas lanchas amarillas, símbolo de la tradición marinera y pesquera local, han vuelto a la acción con una esperanzadora noticia: la llegada del bonito a aguas cercanas ha desatado un movimiento expectante en la flota menor.
No podía ser de otro modo: la histórica lancha amarilla Siempre Sara Madre, insignia de la tradición pesquera, se alzó con el botín. No es fruto del azar, pues sobre esas cuatro legendarias tablas se erige un equipo forjado en el temple del mar, hombres de conocimiento, de intuición certera y de capacidad inquebrantable para la captura. Con recursos mínimos y en una embarcación histórica, han dado testimonio de su maestría, engrandeciendo el nombre de aquellos que, con esfuerzo y honor, llevan la pesca en las venas. Son los herederos de una estirpe marinera, auténticos guardianes de la banquina histórica del puerto de Mar del Plata, cuya bravura pocos pueden reivindicar.
Como una escuela viviente de la noble pesca marplatense, cuna indiscutida de la pesca comercial argentina, estos avezados marineros –sobrevivientes de una tradición que el tiempo ha menguado– han logrado la gesta de dar con un pez de gran valía: el esquivo y veloz bonito. No es empresa sencilla, pues su captura exige pericia, destreza y un conocimiento que solo la experiencia concede. Sin embargo, la hazaña se concretó con brillantez, con cerca de 200 cajones desembarcados, testimonio irrefutable de la maestría que distingue a los hombres de la Siempre Sara Madre.

Allí, veteranos como «Tato» Caridi, con medio siglo de mar en su historia, se vislumbran como faros de sabiduría para las generaciones venideras. Mientras tantos hablan de pesca sin haber sentido el gusto del salobre mar, estos hombres han forjado su vida en la inmensidad del océano. Medio siglo compartiendo la misma embarcación, siendo huéspedes en tierra y locales en el agua. No fue casualidad que la astucia del pez sucumbiera ante la inteligencia de estos pescadores; las pruebas están a la vista, y la historia se escribe con su gesta.
Algunos barcos costeros ya habían reportado algunas magras capturas de esta codiciada especie a menos de dos horas de navegación, lo que motivó de inmediato a las lanchas históricas a adaptar sus artes de pesca para no perder la oportunidad. Y la apuesta resultó más que acertada. Las primeras capturas no solo revitalizan la actividad en el puerto, sino que también representan un respiro económico para los pescadores que ven en este fenómeno una temporada prometedora. Los bonitos se comercializaron entre $6.500 y $8.000 el kilo, sea fábrica o fresco para la exquisitez de platos delicados; por lo que el botín de 200 cajones llenó de alegría a la capacitada tripulación.
El bonito, un pescado altamente valorado en la gastronomía internacional, se ha convertido en un producto estrella, sobre todo para la elaboración de sashimi y sushi. Su carne firme y su alto contenido graso lo hacen ideal para el mercado gourmet, además de ser una materia prima esencial para la industria conservera. Este creciente interés ha elevado la demanda, convirtiéndolo en un recurso aún más preciado.
La temporada de bonito suele ser esquiva, pero este año las condiciones climáticas han sido aliadas de los pescadores. La temperatura del mar y las corrientes favorables han favorecido la presencia de estos veloces peces de media agua, algunos de hasta 4 kg. Conocidos por su energía y vitalidad, los bonitos pueden elevar su temperatura corporal hasta 10°C por encima de la del agua, lo que les otorga una gran resistencia y hace de su captura un desafío emocionante.
Históricamente, esta especie se capturaba con anzuelo, garantizando una frescura inigualable. Actualmente, se pesca con la modalidad de «a la pareja», lo que permite optimizar las capturas sin perder la calidad del producto. La imagen de las lanchas amarillas regresando al puerto con bodegas cargadas de bonito no solo trae alivio a los pescadores, sino que también evoca el esplendor de tiempos pasados, cuando esta flota era protagonista indiscutida de la actividad pesquera local.
Hoy, el bonito no solo es una oportunidad económica, sino también una inyección de esperanza para quienes mantienen viva la tradición marítima de Mar del Plata. Con cada captura, las lanchas históricas no solo refuerzan su lugar en la historia, sino que también escriben un nuevo capítulo en su lucha por seguir surcando estas aguas con orgullo y pasión, algo perdido en cualquier otro segmento de flota.