El alba del 2 de abril de 1982 qued贸 grabada en la historia argentina como el d铆a en que la valent铆a se visti贸 de uniforme para recuperar lo que, por derecho, pertenece a la patria. En esa jornada, el Capit谩n de Fragata de la Agrupaci贸n Comandos Anfibios de la Infanter铆a de Marina, Pedro Edgardo Giachino, marc贸 con sangre y sacrificio el camino de la entrega absoluta, convirti茅ndose en el primer h茅roe ca铆do de la Guerra de Malvinas. La 鈥Operaci贸n Azul鈥, as铆 denominada por la Armada de la Rep煤blica Argentina, pas贸 a llamarse 鈥Operaci贸n Rosario聽鈥 a instancias de integrantes del Ej茅rcito, quienes recordaron que en las Invasiones Inglesas, criollos y espa帽oles se pusieron bajo la advocaci贸n de la Virgen del Rosario para enfrentar a las tropas invasoras.

Con la determinaci贸n de quien comprende el peso de la historia sobre sus hombros, Giachino lider贸 el asalto a la Casa del Gobernador brit谩nico en Puerto Argentino. Su misi贸n era clara: exigir la rendici贸n sin provocar bajas innecesarias. Sin embargo, la guerra rara vez concede clemencia. En ese acto de audacia, recibi贸 el fuego enemigo y, gravemente herido, cay贸 en tierra malvinense sin soltar jam谩s su convicci贸n de lucha. A su lado, sus hombres intentaron socorrerlo mientras la esperanza se desvanec铆a con cada latido que se apagaba, en el continente una mujer Mar铆a Cristina Naury, con dos hijas, Vanesa (fallecida por una enfermedad terminal en Espa帽a en el 2021) y Karina, comenzaron a transitar un camino impensado, ofrendaron un marido y padre ejemplar al servicio de la Patria. La dura realidad detr谩s de un h茅roe de la Naci贸n.


El sacrificio de Pedro Giachino no fue en vano. Su entrega represent贸 la de un soldado que supo anteponer la Patria a su propia vida, encarnando el esp铆ritu de aquellos que, sin dudarlo, dieron todo por defender la soberan铆a nacional. Su nombre qued贸 impreso en la memoria colectiva de un pueblo que honra a sus h茅roes con respeto y gratitud. Su sangre reg贸 la tierra por la que tantos argentinos han so帽ado y sufrido, y su legado permanece imborrable en la historia de la Naci贸n.
Al recordar su gesta, no solo se evoca su valent铆a, sino que tambi茅n se renueva el compromiso de no olvidar. Porque las Malvinas no son solo un territorio, sino un sentimiento, una herida abierta que recuerda el valor de quienes se atrevieron a desafiar el destino con el coraz贸n ardiendo de patriotismo. Y en ese fuego eterno, el Capit谩n Giachino seguir谩 vivo, custodiando desde la eternidad el suelo que tanto am贸.




La guerra, ese abismo que traga esperanzas y arrasa con la juventud, se llev贸 649 vidas argentinas en combate y muchas m谩s en las sombras del olvido y la indiferencia. Sin embargo, aquellas almas no se apagaron en vano, pues su legado sigue latiendo en cada rinc贸n del pa铆s, recordando que el suelo patrio es indivisible y sagrado.
Malvinas fue, ni m谩s ni menos, una guerra. No existen eufemismos que la suavicen ni ret贸ricas que la justifiquen. Fue un conflicto que podr铆a ser calificado de absurdo por su origen y desarrollo, pero que evidenci贸 una realidad innegable: la uni贸n del pueblo argentino cuando la soberan铆a est谩 en juego. Militares, civiles, j贸venes apenas formados para el combate y hombres curtidos por la vida convergieron en un mismo ideal: defender la bandera hasta el 煤ltimo aliento.

La historia de Malvinas es tambi茅n la historia de los inmigrantes que, buscando un futuro de paz en Argentina, vieron a sus hijos partir hacia un escenario que creyeron haber dejado atr谩s en Europa. Italianos y espa帽oles que huyeron de las guerras mundiales, sobrevivientes del horror, se encontraron de pronto reviviendo las pesadillas de las que hab铆an escapado. Y sus hijos, nacidos en suelo argentino, empu帽aron las armas por la misma bandera que les dio patria.


Han pasado 43 a帽os y el eco de la batalla sigue resonando. Los veteranos, aquellos que volvieron a casa no con medallas sino con cicatrices invisibles, a煤n enfrentan la indiferencia y el desamparo. Muchos de ellos fueron relegados al olvido, transportados en la oscuridad como si su sacrificio hubiera sido una carga y no un acto de hero铆smo. No hubo 芦pibes禄 en Malvinas, hubo hombres que cumplieron su juramento. Y esa verdad no se puede ni se debe borrar, mucho menos perpetuar en el olvido.
Las Islas Malvinas no son un capricho, ni una negociaci贸n. Son parte de la historia, de la identidad y de la sangre argentina. La defensa de los recursos y de la soberan铆a no puede ser un juego de conveniencias pol铆ticas ni de intereses econ贸micos ajenos a la naci贸n. Aquellos que dieron su vida en el Atl谩ntico Sur lo hicieron con la certeza de que la patria no se vende ni se regala.
Hoy, como cada a帽o, el pueblo argentino alza la voz: las Islas Malvinas son argentinas y lo ser谩n por siempre. Porque la historia lo dice, porque la sangre lo grita, porque la memoria lo exige. Honor y gloria a quienes en cumplimiento del deber y el llamado de la Patria, transitaron los destinos que forman el pilar her贸ico de la Naci贸n.
隆Viva la Patria!









