Los armadores de los barcos costeros “Don Mario” y “Temerario”, Vicente Vuoso y Blas Asaro, enviaron una carta a nuestro medio para fijar posición sobre el conflicto abierto por los pescadores artesanales de Monte Hermoso y Claromecó en abril pasado.
Las embarcaciones locales, vale recordarlo, buscaron operar sobre “El Rincón” desde el puerto de Ingeniero White; pero se toparon con una medida judicial que lo devolvió a Mar del Plata. Estas son sus impresiones:
“Por primera vez, los dueños de las embarcaciones Don Mario y Temerario utilizamos este medio para dar a conocer nuestras impresiones y vivencias, a propósito del fallo por unanimidad que nos condenó a abandonar el puerto de Ingeniero White sin poder desarrollar la tarea para la que fuimos contratados.
Ante todo, deseamos agradecer el cálido apoyo de los directivos del frigorífico White Gulf, económico y humano, a su personal, que nos ayudó a soportar los más de 80 días de inactividad; al consorcio de Ingeniero White y a las cámaras sindicales. Sin ese sostén, nos hubiera sido imposible sobrellevar todo ese tiempo, lejos del contacto de nuestros afectos y la inactividad.
Durante ese tiempo, fuimos sometidos al destrato y la descalificación, tanto de las cámaras de Monte Hermoso y Pehuencó, como de la mayor parte de la prensa, que tomó abiertamente partido por las embarcaciones artesanales, sin ocuparse, al menos, de acercarse a nosotros y plantearnos sus dudas y sus temores.
Una publicación nos tildó de «Gigantes del mar». Nos trataron de depredadores y de arruinar el recurso en Mar del Plata. Desde los numerosos piquetes que tuvieron una generosa cobertura, nos hicieron sentir como si fuéramos piratas, o grandes buques de bandera extranjera de los que todos conocemos el accionar, que se dedican a depredar, agotar el recurso y buscar otras costas.
Las dos embarcaciones que llevamos adelante con gran esfuerzo y que incluso tripulamos y comandamos son emprendimientos familiares; hablamos de barcos tradicionales, con una historia detrás y antecedentes irreprochables. Por eso nos eligieron y la Dirección de Pesca autorizó el traslado. Es una movilidad lógica y usual dentro de los límites de la provincia de Buenos Aires. Los directores de White Gulf soñaron con este proyecto, lo llevaron adelante y seguramente, de haberse llevado a cabo, hubiera dado impulso a la economía de la zona.
Cuando hablan de la pesca de arrastre o pesca comercial, como si fuera una aberración, recordamos que es una actividad legal, que se practica hace años y que está legislada y vigilada como corresponde. Prefectura Naval Argentina nos asignó una zona de pesca que en modo alguno interfiere con la actividad desarrollada en Monte Hermoso y Pehuencó.
El Don Mario y el Temerario cuentan con sistema de seguimiento satelital, de manera que nuestras tareas se desarrollarían dentro de las reglas impuestas y aceptadas de antemano. Nuestros tripulantes cobran en blanco, tienen cobertura médica, seguro y aportes en regla. Pagamos religiosamente todos los permisos, nacionales, provinciales y fluviales y los que están en nuestro rubro, conocen que en ocasiones esa presión económica es insoportable.
Pero no nos quejamos. Solo pedimos la libertad de ejercer nuestro oficio, con la responsabilidad que acreditamos en numerosas ocasiones. Preguntamos: ¿Qué porcentaje de la flota de Monte Hermoso y Pehuencó se encuentra en las mismas condiciones? ¿Cuántos de ellos cobran en blanco? ¿Cuántos de ellos declaran sus capturas? ¿Cuáles son los controles sanitarios que se les exige? No hay respuestas a esas preguntas. O sí las hay.
Pero el fallo que nos condenó a retirarnos, no hizo más que elegir la ilegalidad y la Informalidad a afianzar una fuente de trabajo, sin tomarse el trabajo de investigar a fondo y acercarse a nosotros para conocer nuestras intenciones.
Prefirieron demonizarnos, igual que la prensa. En una vergonzosa tapa de La Nueva mostraron nuestras humildes y legales embarcaciones y debajo, el título que decía: «Chau chau adiós», como si fuera un gran triunfo, como si realmente expulsaran de nuestras costas a buques concesionados por empresas multinacionales y de bandera extranjera.
El argumento prioritario de Monte Hermoso y Pehuencó era no sentarse en ninguna mesa de negociación hasta tanto los barcos se retiraran de Ingeniero White. Solo eso. El desprecio, el no querer vernos y darse cuenta que somos buena gente, gente de trabajo con buenas intenciones. Bastó con eso para echarnos como si fuéramos perros.
Y nosotros no cortamos rutas. Ese fue nuestro principal déficit. No agitamos, esperamos. Nos pidieron plazos y aceptamos, porque esa es nuestra naturaleza. Por eso suelen avasallar nuestros derechos. No nos hacemos notar, ni montamos un piquete, o exponemos a nuestros hijos en una foto en primera plana. Preferimos esperar los tiempos legales, sabiendo que nuestros papeles están en regla, que no hicimos otra cosa que buscar otro destino, aceptando una oferta conveniente, como se suele hacer en incontables ocasiones. Ese es nuestro derecho, que fue avasallado.
El fallo de los jueces es ilegible. Lo repasamos en incontables ocasiones, ya en nuestros hogares, y no pudimos encontrarle sentido. Está escrito en el idioma de los jueces, que es inentendible para el resto de los mortales. No hay manera de encontrarle sentido. Por mucho que uno se esfuerce, un fallo que nos condenó y nos obligó a retirarnos, sencillamente es imposible de leer.
Uno sabe que frente a los jueces, tiene que manejarse con letrados. Pero alguna vez, para variar, deberían acercarse al lugar del conflicto y ver de qué se trata. Decidieron a 800 kilómetros, sin tomarse el trabajo de hablar con las partes interesadas.Es vergonzoso.
La pesca de arrastre se sigue llevando a cabo en la zona El Rincón, no es eso lo que está en discusión. Barcos de distinta procedencia efectúan sus tareas frente a las costas de Monte Hermoso, Pehuencó e Ingeniero White. Y vuelven con la carga a sus puertos de asiento. Lo que Monte Hermoso y Pehuencó no quieren, es que el fruto de esa pesca se descargue en Ingeniero White, como pretendíamos hacerlo nosotros, fortaleciendo la economía del lugar. ¿Por qué? ¿Quizás existen intereses que no declarados, ocultos, políticos? Esa sería una buena investigación, que seguramente no llevará a cabo la prensa que nos condenó antes que los jueces.
Una última reflexión: uno puede ser juez y al mismo tiempo, un absoluto ignorante. Parece un contrasentido, pero no lo es. Sentaron un precedente peligrosísimo, que pone en jaque a toda la pesca comercial de bandera nacional.
El agotamiento del recurso no sobreviene de la explotación de barcos pequeños como el nuestro. Basta ver las fotos de nuestras humildes embarcaciones, para saber que ese argumento, cargado de temor, es infundado. Incluso ofrecimos un tope de captura, si es eso lo que les preocupaba. Lo desestimaron. La depredación de nuestras costas se produce por el otorgamiento indiscriminado de permisos de pesca, por los manejos políticos de dudoso origen, por la radicación de grandes multinacionales con, ahora sí, Gigantes del Mar que hacen colapsar el recurso y provocan un daño irreparable.
Los jueces le dieron la razón a Monte Hermoso y Pehuencó. Parece ser que el Don Mario y el Temerario son los responsables de todas esas calamidades. Pasamos 80 días en condiciones precarias, durmiendo en nuestras embarcaciones, lejos de nuestros afectos, aguardando pacientemente que el sentido común, (y de eso se trata la justicia) se impusiera.
Quizás otro hubiera sido el resultado si hubiéramos agitado la opinión pública, cortado rutas, apareciendo en esos mismos medios que nunca se acercaron para conocer nuestras intenciones. Nuestras buenas intenciones. Por que el fallo de ningún juez va a cambiar nuestras naturalezas. Somos hombres de bien. Solo tenían que tomarse el trabajo de conocernos. Si el Supremo Juez, (aquel cuyos fallos son justos y entendibles) lo dispone, algún día volveremos.»