Mucho se habla de una de las “postales marplatenses”, símbolo y emblema de un lugar donde conviven el trabajo con la naturaleza. Lugar cuasi irrepetible en el mundo, donde la pesca y los lobos marinos conviven desde siempre.
A través de un proyecto interdisciplinario denominado “Los otros lobos”, apuntado a la figura de los lobos marinos en la cultura y la identidad marplatense, buscan mostrar sus sorprendentes facultades sonoras y sociales, así como sus prácticas territoriales.
Tal cual sucede con las tradicionales lanchas amarillas del puerto de Mar del Plata, que se presentan como símbolos portadores de sentido identitario, y tratando de recuperarlas para no perder la mencionada postal, los lobos marinos, animales o seres desconocidos, a través de un trabajo del Centro de Arte y Ciencia de la UTN – Regional Mar del Plata, se podrá apreciar algo hasta ahora desconocido para el común de la gente.
El Honorable Concejo Deliberante recibe la preocupación de titulares de lanchas amarillas.
Las lanchas amarillas llevan su historia al HCD de Gral. Pueyrredón.
El proyecto consta de una instalación sonora generada a partir de las vocalizaciones de las lobas de la colonia reproductiva de Punta del Este (Uruguay), denominadas firmas acústicas. Esos sonidos son procesados e intercalados con figuras musicales inspiradas en las producciones sonoras de la especie.
La reseña que acompaña al proyecto destaca que los lobos vivían en lo que hoy conocemos como el puerto marplatense antes que nosotros, ya que Mar del Plata antes de ser Mar del Plata era Lobería Grande, un territorio habitado por una importante colonia reproductiva de la especie. Las zonas de descanso ocupaban muchas de las playas turísticas que conocemos hoy y a partir de los primeros asentamientos humanos en la zona se comenzó a improvisar un tipo de convivencia entre ambas especies no siempre muy amistosa.
En 1895, una guía de bañistas promocionaba la zona asegurando que “aquí se hallarán diversiones espléndidas y hasta pueden pasar buenos ratos cazando lobos marinos que son muy numerosos en las cercanías de Punta Mogotes”.
La historia de los desplazamientos de los lobos puede narrarse junto con la de los pescadores inmigrantes. El puerto de Mar del Plata funcionó como un espacio habitado por excluidos. El encuentro cara a cara Inter especie entre lobos marinos y humanos surge a partir de una práctica común: la pesca, y un espacio común: el puerto.
El trabajo muestra que estos animales, portadores de capacidades sonoras sorprendentes que la biología describe como “firmas acústicas”, con dialectos que se dan entre las colonias, con condiciones extraordinarias para la pesca, llamados a ejercer acciones heroicas para la continuidad de su especie.
En el marco del proyecto Los otros lobos se exhiben en derredor de la sede de la UTN Mar del Plata, donde a través de 12 ilustraciones de 1,4 x 1,4 m intervenidas con diseño gráfico que presentan a los lobos marinos de Mar del Plata bajo una iconografía que enfáticamente se distingue del lobo ejemplar simbólico encarnado en la escultura “Monumento al lobo Marino” (1940), modelo perceptivo para la identidad local.
Un repertorio de lobos diversos: descansando, pequeños lobos, cachorros, lobos lastimados por combates por un harem o por pasar una temporada de pesca, y más, se exponen bajo la retórica visual con la que en general se presenta el lobo de piedra.
El proyecto reflexiona sobre cómo se construyen visualidades hegemónicas de ciertos animales que a su vez enmascaran la diversidad de la especie. Las ilustraciones se acompañan con una breve leyenda que indica alguna característica particular de la especie, útil para establecer lazos simpáticos a partir de sus habilidades evolutivas.
Las “firmas acústicas”, término que usaron para denominar a un sonido extremadamente característico que la loba marina enseña a su cría desde sus primeros días de vida y que sirve para que el pequeño la identifique. Si bien en los términos de una escucha humana esos sonidos resultan indiferenciables, los cachorros aprenden a distinguirlo con una altísima precisión siendo a su vez ese enlace sonoro fundamental para el desarrollo de la especie.
Sin dudas que el proyecto de Martín Virgili se destaca por la originalidad y la particularidad de un lugar tan emblemático y singular como es el puerto de Mar del Plata, más precisamente la banquina de pescadores, lugar que además de albergar trabajo, lleva inmerso un sentimentalismo único, que se puede encontrar solamente en lo que conocemos como “la banquina chica”.