En la madrugada del domingo 14 de septiembre, la ciudad portuaria fue escenario de un robo tan audaz como meticuloso en el edificio conocido como Torre Azul, ubicado en Juan B. Justo 50.
Al menos cuatro delincuentes, vestidos de negro y con los rostros cubiertos, permanecieron en el interior durante aproximadamente cuatro horas, desplegando un accionar calculado que dejó en evidencia un alto nivel de planificación y conocimiento del lugar. Antes de ingresar, uno de ellos se presentó a las dos de la mañana y, según relató uno de los damnificados, “tocó el portero eléctrico para comprobar que no hubiera nadie”.
Una hora más tarde, el grupo forzó una ventana que da al centro de la manzana y, ya dentro, se movió de oficina en oficina utilizando amoladoras para romper cerraduras y abriendo boquetes en las paredes, evitando así desplazarse por los pasillos y reduciendo el riesgo de ser detectados.

Aunque la magnitud del botín permanece envuelta en la penumbra de la incertidumbre, se ha confirmado que los delincuentes actuaron con precisión quirúrgica en cuatro de los ocho niveles del edificio. En esos pisos, según las primeras hipótesis, podría estar operando una oficina vinculada al ámbito financiero, lo que daría contexto a la audacia y el objetivo de su golpe.
Hasta el momento, solo se ha presentado una denuncia formal; la representante de la empresa EuroPatagonia, dedicada a la comercialización de maquinaria para pesca y silvicultura, declaró que “le robaron 20 mil dólares en efectivo y una suma de dinero en pesos que aún no ha podido calcularse”.
Otra de las oficinas afectadas pertenece al Grupo Moscuzza, referente del sector pesquero marplatense, aunque sus responsables no han dado a conocer el monto sustraído. Las autoridades no descartan que el total de lo robado sea considerable, ya que otras empresas habrían sido víctimas del golpe pero todavía no radicaron denuncias, posiblemente debido a auditorías internas en curso o por cuestiones de confidencialidad.
Las cámaras de seguridad captaron imágenes que reflejan la precisión con la que actuó la banda. En uno de los registros se ve a un delincuente señalando una cámara mientras otro la cubre improvisadamente con un papel arrancado de una puerta. Este detalle confirma que “conocían la ubicación de los dispositivos y habían planeado cada movimiento para no dejar rastros”. El caso quedó en manos de la Oficina de Determinación de Autores, dirigida por la fiscal Gabriela Fabraci, quien lo caratuló como robo agravado.
El asalto a la Torre Azul ha generado preocupación entre las empresas del sector portuario y en la comunidad en general. Más allá de las pérdidas materiales, el episodio deja al descubierto una sensación de vulnerabilidad y plantea interrogantes sobre la logística y los posibles vínculos de los autores con el ámbito empresarial de la zona. Mientras la investigación avanza, la incógnita sobre el verdadero alcance del robo mantiene en vilo a los damnificados y a las autoridades.