La vigésima sexta edición de la Feria Internacional de Productos del Mar Congelados, Conxemar, celebrada recientemente en Vigo, España, prevaleció, una vez más, como un claustro para la industria pesquera argentina.
Más allá de las transacciones comerciales y la exhibición del potencial del «Mar Argentino salvaje y natural» , la cita transatlántica sirvió de plataforma para deliberaciones de alto nivel que perfilan el futuro administrativo de uno de los recursos más preciados del país; el langostino (Pleoticus muelleri) salvaje y natural. El eje central de estas conversaciones, que adquirieron un tono de relevante espíritu introductorio, fue la potencial implementación de un sistema de cuotificación para esta pesquería.
Agenda reservada y la necesidad de ordenamiento
La nutrida delegación argentina en Vigo, encabezada por referentes empresariales de peso, como el presidente de Conarpesa, Fernando Álvarez Castellano, otros empresarios y presidentes de cámaras del sector langostinero congelador mantuvieron encuentros que trascendieron la agenda pública. En ese ámbito de análisis reservado, la idea de cuotificar la pesca del langostino cobró especial relevancia entre CEO, armadores, lobistas y asesores jurídicos, configurando hoy uno de los ejes principales de las conversaciones privadas del sector.
Este planteamiento no es menor. La pesquería del langostino, ha sido históricamente gestionada bajo un esquema de esfuerzo pesquero, lo que a menudo desemboca en una carrera olímpica por la captura, generando pérdida de calidad, ineficiencias, saturación de la oferta en momentos clave y un consecuente impacto en la volatilidad de los precios internacionales con fuerte sesgo oferente, puntual y cíclico, hasta hace algunos meses.
El mayor testeo que evidenció la ruptura de esa actividad cíclica se registró este año, cuando, desde el 19 de septiembre de 2024 hasta principios de agosto del corriente, la flota tangonera congeladora permaneció en puerto a raíz de un conflicto gremial que, entre otros factores, respondió a la necesidad de sondear el mercado y facilitar la reducción del excedente de langostino procesado en tierra, proveniente de la campaña 2024-2025 en aguas provinciales, que había saturado la capacidad de almacenamiento en las cámaras de frío del complejo langostinero chubutense.
La búsqueda de ese cónclave, estuvo orientada a poner límites que superen lo biológico y le ponderación a lo económico; desde el segmento congelador, la propuesta de cuotificación apunta a:
- Ordenar el sector, mediante la asignación de Cuotas Individuales Transferibles de Captura (CITC), que permitan regularizar permisos y brindar previsibilidad operativa y comercial.
- Planificar la producción, estableciendo volúmenes de captura predefinidos que posibiliten sincronizar la actividad industrial con las demandas del mercado, generando un flujo de producto más estable y de mayor valor.
- Valorizar el recurso, replicando el modelo exitoso aplicado a la merluza, con impacto biológico positivo en los últimos 15 años. La cuotificación se concibe como una herramienta que otorga valor intrínseco y sustentable a las empresas tenedoras de cuotas —algunas en proceso de cambios de capital internacional—, favoreciendo tanto su valuación patrimonial como la sostenibilidad de la pesquería.
El langostino y el termómetro global de precios
El debate se enmarca en un cierre de temporada atípico: demorado por conflictos gremiales, pero acompañado por una recuperación de precios en el mercado global, impulsada parcialmente por la menor oferta. Sin embargo, destacados empresarios del sector —particularmente de capital español— han coincidido en que la solución a largo plazo no pasa por reducir capturas de forma coyuntural, estrategia que puede afectar el empleo y las finanzas empresariales cuando existe demanda, sino por establecer una regulación estructural que garantice planificación, defensa del precio y rentabilidad sostenida.
Vigo, como termómetro de clientes y precios del langostino argentino, fue el escenario propicio para contrastar esa visión con la realidad de la demanda y la competencia internacional. En este contexto, incluso se mencionó la posibilidad —aún prematura y controvertida— de revisar la apertura de aguas nacionales fuera de la ZVPJM para 2026, decisión que requeriría un consenso más amplio dentro del sector productivo y laboral.
Esa perspectiva deja entrever, por estos días, un desplazamiento del foco: de los fundamentos biológicos que históricamente guiaron la apertura y cierre de las pesquerías, hacia un enfoque más alineado con el equilibrio económico-financiero de las empresas.
La posibilidad de cuotificación, que requerirá un amplio consenso entre cámaras empresarias, gremios –especialmente en un contexto de recientes tensiones sindicales–, biología, administración pesquera y Estado Nacional; se vislumbra como el próximo gran desafío regulatorio para la pesca nacional.
Bajo esta perspectiva introductoria, resulta preponderante señalar el entramado de complejos intereses económicos que subyace a la discusión sobre la cuotificación. La implementación de un régimen de Cuotas Individuales Transferibles de Captura (CITC) para el langostino se verá inexorablemente confrontada con los intereses divergentes de cada sector, segmento productivo y de las provincias con jurisdicción pesquera, incluyendo la sensible cuestión de la validez y reasignación de los permisos de pesca existentes.
El dilema central radica en el principio rector para la asignación de cuotas: si se optará por convalidar la historia de descargas (otorgando primacía a los volúmenes capturados históricamente) o si se avanzará hacia la condición irrestricta de permisos de pesca, más equitativa o con nuevos criterios. Este punto de fricción se anticipa como un álgido tema de desencuentros y constituirá el nudo gordiano de las negociaciones que definirán la estructura futura de la pesquería.
La semilla del cambio ha germinado en suelo gallego, llamada a delinear la fisonomía futura de la pesca del langostino argentino. Con plena conciencia de que, aquello que el desconcierto supo unir circunstancialmente, la cuotificación —en su inevitable lógica competitiva— tal vez vuelva a situar a cada actor en el lugar que verdaderamente le corresponde.