El pacto social que seguramente finalizará en junio, a pesar de que ya llevamos 19 días de mayo y esto aun no empezó, apenas empieza a asomar su nariz en un Senado que no logra ponerse de acuerdo en el preámbulo del mismo con la media sanción de la desdichada Ley de Bases. Esta ley podría volver a Diputados para ver si la suerte le sonríe, pero seguramente con algunas modificaciones.
La sociedad argentina no cambia, y por ende, los resultados macroeconómicos tampoco. Argentina es un país predecible. Aquí, siempre pasa lo mismo. Los planes de recomposición llegan y siempre se basan en ajustar y reprimir la demanda en vez de estimular una explosión en la oferta. ¿El resultado? Una caída violenta en la actividad económica como lo vemos a diario y una represión futura en los precios de bienes y servicios que apenas logra amortiguar temporalmente los desajustes del IPC.
Argentina es previsible, cíclica y repetitiva. Retrasa el tipo de cambio, genera inflación, dualiza el tipo de cambio, ajusta, devalúa, unifica, licúa deudas, licúa pasivos y, finalmente, dispara al alza. ¿Y por qué esta vez sería diferente? Estamos tratando de atraer dólares frescos, ¿para qué? Para sostener desajustes que no se solucionan con una motosierra dialéctica que resulta ser un bisturí desafilado, provocando solo un tipo de cambio bajo. ¿Beneficia esto a alguien? A nadie, porque ni siquiera se pueden girar divisas al exterior, y el poder adquisitivo de la gente no permite comprar ni un caramelo.
El mercado del consumo en Argentina está roto y con las actuales medidas, mucho más. No habrá inflación, pero recordemos que en Marte tampoco hay inflación… ni vida.
Reflexionemos: ¿a quién beneficia un tipo de cambio bajo? Los ciclos alcistas en nuestro PBI que generaron inversión, trabajo, desarrollo y bienestar se lograron con un tipo de cambio alto. Argentina necesita un tipo de cambio alto y competitivo, pero hoy no lo tiene.
En menos de 60 días, el modelo crujirá. Los costos aumentan por el IPC y las exportaciones se ajustan con un tipo de cambio que avanza al 2% mensual. El cambio no es en el consumo, sino en la psiquis de los consumidores, y eso está lejos de nuestra realidad.
El modelo apunta a un mercado concentrado superior al ABC1 para unos pocos, dejando a un 55% de pobres sin mercado interno. Los precios bajan no por un aumento de la oferta de bienes y servicios, sino por un ajuste ortodoxo, como siempre.
Las castas a erradicar parecen ser los jubilados, mientras las quintas prosperan en el estamento público. Cambian los nombres, no los hábitos. Cuando el capital privado quiera entrar, tocará el resorte justo en el Congreso para cambiar o modificar leyes, con la ayuda de consultoras y congresales. Nada nuevo bajo el sol.
Es urgente un cambio de paradigma, una esperanza de cambio que se desdibujó en el intento. En el pacto entre oficialismo y oposición, dos puntos destacan:
- Ajuste de desequilibrios macroeconómicos: Es crucial reducirlos para evitar que los líderes parezcan incompetentes y debiliten la legitimidad del estado.
- Duración limitada del pacto: La frágil alianza entre oficialismo y oposición podría desmoronarse si la economía se estabiliza y el gobierno gana apoyo popular. La oposición podría sabotear el pacto para evitarlo.
La inflación se controla con políticas fiscales y monetarias, pero la recesión persiste, beneficiando a los mercados financieros, no al ciudadano común. La oposición teme que la estabilización económica aumente la inversión y reduzca su poder. Este conflicto se evidenciará en el Pacto de Mayo, donde se intentará capitalizar políticamente los sacrificios económicos.
Podría llevar a un empate, forzando un nuevo acuerdo más discreto para equilibrar cambio y estabilidad, beneficiando al empresariado local. Esto va más allá de nuestra dirigencia local. Argentina ha sido rehabilitada por la necesidad mundial debido a la guerra con Rusia. Si hacemos las cosas bien, en una década podríamos duplicar nuestro producto bruto con petróleo, gas, litio, cobre y productos agrícolas, además de la industria del conocimiento. Nos necesitan, no deberíamos desaprovechar esta oportunidad.
Para crecer en el mundo, necesitamos dos pilares: capital y trabajo. Si el capital es alto, la mano de obra debería ser barata. Pero los gremios argentinos no están de acuerdo con una mano de obra barata. Compensamos al usuario con servicios subsidiados, lo que es injusto porque los sectores más pobres subsidian a los más adinerados.
¿Cuándo cambiará Argentina? Cuando cambie la idiosincrasia de los argentinos. El sector privado en algún momento entenderá que se llega al 25 de Mao, sin Ley de Bases y sin Pacto de Mayo, la mezcla puede ser explosiva y mientras tanto, en los muelles la merluza ($750), la jubilación mínima ($171.217) y el tipo de cambio ($895 ó $1040), seguirán siendo las variables más baratas de la economía argentina como el desagiado reconocimiento a quienes hacen las cosas bien, que no abundan, pero tampoco escasean.
Y, como siempre, se expone la opinión al criterio del lector, anticipando que no son 4 los puntos cardinales como tampoco 7 los colores del arco iris, dejando las consideraciones de ésta temeraria dinámica a su juicio, y sugiriendo que no la desconozca…
Buen domingo para todos..!
Por DMC