Si bien se realizan diversos esfuerzos desde el ámbito público se evidencia que no alcanza para incrementar el consumo interno en nuestro país, por caso hoy los números indican que el promedio está en 7,2 kilogramos por habitante al año.
Durante el 2021-2022 se vivió una “temporada” que parecía modificaría las cosas. Por caso con un fuerte impulso desde el sector gubernamental, de promover el día 19 de cada mes para consumir pescado, se habían logrado aumentos significativos en el consumo en la mesa de los argentinos, pero no ha prosperado. Aunque, la medicina recomienda al menos tres veces a la semana consumir pescado, desde el gobierno una vez al mes….
Sin ir más lejos, nuestro país “compite” con el Uruguay por ser el país “más carnívoro del mundo” con números asombrosos.
En el año 2022 cada argentino consumió en promedio 47 kilogramos de carne vacuna, de acuerdo a los números del INDEC, que están notablemente en baja por el alto incremento del producto, pero igual sucede con el pescado, donde no es accesible para todas las economías familiares.
Más de 16 mil kilómetros de litoral marítimo no son suficientes para que sirvan como inspiración y repensar estrategias para que los argentinos podamos comer un producto rico en vitaminas, prácticamente sin conservantes ni ningún tipo de aditivo.
Tal vez el árbol no nos deja ver el bosque, o tal vez las exportaciones no nos dejan ver el mercado interno. Entre una comercialización y otra, queda poco para pensar y elegir.
Otro dato no menor es la apertura y sostenimiento de establecimientos gastronómicos, que aún en la permanente crisis que vive el país, continúan propagándose en todo el territorio nacional, donde la apertura de nuevos locales están más vinculados a otro tipo de comidas que a las relacionadas con los productos de mar. Extraoficialmente podríamos hablar de 20 a 1.
La incorporación de los productos de mar en las cartas de los restaurantes es casi nula, y aquellos que las incorporan proponen platos como el pez limón, la chernia o algún bivalvo como pueden ser las ostras, ya son productos de un sector consumidor que necesita un alto poder adquisitivo.
Especialistas indican que el alto consumo de carne vacuna en nuestro país (el cerdo puede ser una alternativo o el pollo por su inferior costo), tiene una explicación histórica.
La mayoría de los inmigrantes que llegaron a la Argentina eran españoles e italianos, de bajos recursos económicos, que huyeron del hambre que les proponía una Europa castigada por dos guerras al menos.
En nuestro país encontraron la abundancia de la carne vacuna, la cual podían disfrutar casi a diario, a diferencia del viejo continente donde el consumo cárnico era prácticamente un lujo reservado para las clases altas.
El historiador Daniel Balmaceda lo resume en unos de sus tantos textos: “Escribían cartas en las que decían ‘acá comen carne todos los días’. Veían a la carne como un lujo, como un alimento más completo que los demás. La Argentina tuvo su mayoría de pobladores primero tierra adentro y luego se trasladó a las costas”, dando así un poco de claridad a una realidad hoy tangible y que va hermanada con las costumbres culturales.
La realidad latinoamericana marca que países como Perú son conocidos por ser uno de los de mayor consumo de pescado per cápita en América Latina. Su dieta tradicional incluye una gran cantidad de pescados y mariscos, como el ceviche, que es un plato icónico del país, teniendo un consumo por habitante de 25 kilogramos al año.
Por su lado Chile también se destaca por un consumo significativo de pescado y mariscos, especialmente en la región costera. El salmón es uno de los principales productos de exportación y consumo interno, teniendo como media por habitante unos 13 kilos.
Brasil vive una situación parecida a nuestro país. A pesar de tener una extensa costa, el consumo de pescado per cápita ha sido históricamente más bajo en comparación con otros países latinoamericanos. Sin embargo, en años recientes, ha habido esfuerzos para aumentar la conciencia sobre los beneficios del consumo de pescado y promover su ingesta, aunque sin mucho éxito, promediando los 9 kilogramos.
En líneas generales, algunos países latinoamericanos tienen una tradición arraigada de consumo de pescado y mariscos debido a su proximidad a los océanos y la importancia de la pesca en sus economías.
Sin embargo, en otros países, como Argentina y Brasil, el consumo ha sido históricamente más bajo, pero ha habido esfuerzos para aumentar la conciencia sobre los beneficios nutricionales y ambientales del consumo de pescado. Las políticas gubernamentales, la educación pública y las iniciativas de la industria deberán seguir haciendo los “deberes” para incrementar el consumo de unos de los productos alimenticios que más demanda el mundo. No todo es exportación, miremos hacia adentro también.