La principal empresa encargada de los desguaces en el varadero de la Base Naval Mar del Plata, según la información disponible en su sitio web, resulta de la fusión de varias empresas especializadas en ingeniería, montaje y construcción, con una trayectoria inicial en los sectores petrolero y naval.
Actualmente, Lusejo se ha reestructurado para adaptarse a las exigencias del mercado, enfocándose en áreas clave como ingeniería, ejecución de proyectos, desguace y remediación ambiental.
Lo concreto es que la misma opera desde fines de septiembre de 2022 llevando adelante tareas de desguace de buques inactivos o semi hundidos en los distintos muelles del puerto local con el objeto de ganar metros operativos y reordenar la capacidad operativa del puerto en momentos donde la actividad pesquera viene teniendo una competencia por el mayor movimiento de buques portacontenedores y la actividad offshore.
Las operaciones están dirigidas bajo la supervisión del Ing. Naval Christian Wolfran y la administración del trabajo propiamente dicho, bajo la supervisión de Brian Joel Molina, quien quedara al frente de esa función debido a la salida de actividades de su padre Américo; persona que ante distintos inconvenientes con la anguilera tomo la determinación de subir cascos sobradamente desguazados y aligerados de peso aprovechando la pleamar y sin anguilera.
Así pasaron por las gradas del varadero de la BNMDP los que fueran emblemas de la pesca en otras épocas, como el BP Magritte, Don Luciano, Polarborg II, Mellino II, María Luisa y el actual San Pablo, que luce en las instancias finales por estos días.
Los trabajos parecen lentos, el tiempo pasar velozmente, pero la realidad es que se trabaja parejo, sin contratiempos después de la primer experiencia del Magritte, que fue algo problemática después de estar pesado por ese entonces, sobre la anguilera, y esta, enterrarse por debajo de los varales del viejo varadero que estaba inactivo y sin mantenimiento por más de 20 años con la acumulación de limo bajo la superficie del mar.
A pesar de los contratiempos, tanto oportunamente Américo, como el actual capataz, Brian, han logrado un equipo de trabajo que se destaca en sus dos tareas muy distintas. Cuando el casco llega y comienzan las operaciones a flote, donde se prioriza la limpieza y cuidado con el medio ambiente, pero por sobre todo la seguridad de cada integrante de calderería en instalaciones que pueden contener vestigios de combustible, gases y otras sustancias altamente inflamables; y las operaciones cuando el casco queda totalmente alivianado, después de extraer todo resto de planta propulsora, línea de eje y sobre todo el tedioso concreto que estas viejas construcciones navales guardan debajo de la proa, donde se ha visto espesores que superan las 40cm haciendo engorrosa la tarea propiamente dicha.
Las operaciones al momento de izar por el varadero “arrastrando” los viejos cascos, se realizan sin anguilera, muchas veces aprovechando super mareas donde se gana algo más de 8 metros a seco y de proa, que a posteriori se aprovecha para desguazar por completo y volver a repetir la maniobra hasta llegar a la popa.
Rubén Darío, el operador de la grúa, juega un papel fundamental en la operación, trasladando los fragmentos del barco cortado, de aproximadamente 7 metros cuadrados cada uno, al muelle, apilados en un reducido espacio para luego volver a cargar en camiones semirremolques de traslado. Además de estas tareas logísticas, realiza ajustes en la hidráulica de la grúa, que también siente el paso de muchos años de trabajo. Los caldereros, siguen un plan detallado, planificado y supervisado continuamente por la PNA, fundamentalmente bomberos y también inspectores de casco.
Todo el material extraído es posteriormente transportado vía terrestre hasta Dock Sud, para su venta a las acerías que funden y reciclan el material.
Los trabajos son arduos, donde la lucha entre el hombre y lo que queda de un barco es sobradamente desnivelado por la capacidad de trabajo de unos 10 operadores, todos caldereros, que con picos al rojo, se abalanzan sobre chapas viejas y muchos metros de tuberías que a veces complican el veloz avance de las tareas.
El esfuerzo humano, le gana a los viejos cascos, en una actividad alejada del mundo cibernético, innovador y tecnológico del siglo XXI, y pareciendo volver, casi, al medioevo.
Lo concreto es que ya han pasado 6 grandes barcos que habían quedado semi hundidos e inactivos ocupando ocioso lugar en muelle y aguas aledañas a los mismos, y de a poco, en 2 años, los han convertido en material reciclable en distintas acerías de San Nicolás, Dock Sud y Buenos Aires. Mientras que por el lado de La Pasteca, la otra empresa que desguaza y comparte el mismo varadero, hizo lo propio con cascos de viejos remolcadores ligeros de la Armada Argentina, contabiliza 3 buques más y a la espera de un cuarto, más ampuloso, ya en el muelle y a la espera para las primeras maniobras como el ARA Suboficial Castillo, perteneciente a la clase Cherokee de la Armada de los Estados Unidos, participando en aquella fuerza en la Segunda Guerra Mundial bajo el nombre de USS Takelma (ATF-113). Fue entregado oficialmente a la armada el 30 de septiembre de 1993 y se afirmó el pabellón argentino el 7 de junio de 1994. En 2020 fue dado de baja quedando inactivo hasta estos días.
Cabe destacar, que cuando la decisión política es llevar adelante un proceso de limpieza de todo las aguas del puerto local, si bien los trabajos insumen muchísimo tiempo, cada día que pasa, son metros de buques arrumbados con herrumbre que van desapareciendo, en una decisión política llevada adelante por Gabriel Felizia y hoy continuado bajo la dirección de Marcos Gutiérrez; con un esfuerzo económico importante de cada empresario responsable del sector privado que cumple con lo exigido por la Ley.
De esta manera, va tomando color, trabajo y espacio el puerto de Mar del Plata, pero es tanto lo que hay para desguazar, que por el momento, a los ojos, ni se nota.