Maine es uno de los Estados más al Noreste de Estados Unidos de América, tiene una población de 1.3 millones de habitantes dedicados, en su mayoría en trabajos agrícolas, ganaderos y de forestación.
Su comunidad lindante al océano Atlántico norte se desarrolló con la pesca de almejas, cangrejos y langostas; productos muy preciados en la gastronomía del país pero por sobre todo, actividad que dio sustento a familias del sector costero.
Desde hace varios años se desató en el lugar una disputa de intereses que bien puede ser un leading case de lo que ocurren en otras distantes latitudes como el caso de España, y por estos últimos meses Argentina.
Donde, avanzadas conservacionistas e integrantes de organizaciones de control pesquero y medio ambientalistas deseaban limitar, mitigar la fuerza pesquera y condicionar la pesca por argumentos que escapan a la sostenibilidad y sustentabilidad de comunidades pesqueras que se iniciaron desde lo artesanal a mediados del siglo pasado.
El instituto de biología del lugar, nido de medioambientalistas defendiendo la vida de las ballenas francas, puso en duda la pesquería de langostas en Maine por considerarlos responsable de las muertes de dos ballenas en los ultimos años.
La prosperidad de la industria pesquera se veía amenazada, y junto a eso, el único sustento que permitía el desarrollo de sus pueblos linderos y sus familias.
Los pescadores del lugar, amedrentados con la burocracia verde y la imposibilidad de desarrollar sus tareas con hábitos que llevaron al crecimiento de sus actividades, no les quedó otra strada que presentarse en la justicia.
Una justicia que funciona lindante a los intereses de sus ciudadanos.
Un Tribunal de Apelaciones de Distrito de Columbia, EE. UU. falló a favor de los pescadores de langostas de Maine al ordenar al Servicio Nacional de Pesca Marina que anule una opinión biológica y conservacionista de 2021 con respecto a las ballenas francas del Atlántico Norte que condujo a la implementación de reglas más estrictas y restrictivas para la pesca de langosta.
El fallo unánime de 3-0, presentado con una opinión mayoritaria escrita por el juez superior de circuito de EE. UU. Douglas Ginsburg, encontró que el servicio fue demasiado lejos en su análisis del daño potencial de las industrias de la langosta y el cangrejo contra la ballena franca del Atlántico norte, en peligro crítico.
El director ejecutivo de la Asociación de Langosteros de Maine, Patrice McCarron, dijo que “el fallo es una buena noticia para la industria de la langosta después de años de batallas judiciales derivadas de la emisión de la opinión biológica revisada y mal intencionada”.
“Cuando la Asociación de Pescadores de Langostas de Maine tomó la decisión de demandar al gobierno federal, sabíamos que no sería fácil, pero nos negamos a rendirnos sin luchar”, dijo McCarron. “La decisión de hoy de la Corte de Apelaciones de EE. UU. es una victoria abrumadora para las familias que viven de las langostas y las comunidades que dependen de esta industria, y reafirma lo que la Cámara de pescadores ha estado diciendo todo el tiempo: el gobierno federal no tiene un cheque en blanco para usar ‘peor’. «escenarios de casos» e ignorar los datos reales en su regulación de la pesquería de langosta de Maine«.
El fallo de la corte encontró que el organismo de control de la pesquería se extralimitó en su autoridad cuando usó los peores escenarios y suposiciones pesimistas en la elaboración de su opinión biológica, lo que le obligó a crear nuevas reglas, que requerían que los pescadores de langosta cambiaran a nuevos equipos.
Ginsburg citó un caso de 1978 en el que la Corte Suprema ordenó que se detuviera el trabajo en un proyecto de represa de USD 100 millones, después de dictaminar que la Ley de Especies en Peligro de Extinción (ESA) no podía usarse para exigir una investigación interminable sobre los impactos en especies en peligro de extinción sin mostrar prueba real de daño. En 1979, el Congreso de los EE. UU. “aligeró la carga para evitar la parálisis” al cambiar parte del lenguaje de la ESA de “no poner en peligro” a “no es probable que ponga en peligro”, y agregó cláusulas que requerían que cualquier agencia utilizara los mejores conocimientos científicos. y datos comerciales disponibles en ese momento, no los mejores datos posibles.
“Esta historia muestra que el Congreso no quería que la actividad económica se detuviera cuando faltaban datos completos”, escribió el tribunal. “Decir que la incertidumbre es una razón para vetar una acción federal es decir que muchas actividades valiosas deben cesar, incluso si el riesgo de peligro no es ‘probable’, sino especulativo”.
El tribunal agregó que la opinión biológica del Instituto biológico era «caprichosa» y «contraria a la ley».
“El razonamiento legal del servicio no solo fue incorrecto; estuvo terriblemente mal” en el sentido de que basó algunos de sus argumentos legales en la historia legislativa en lugar de los estatutos, escribió Ginsburg.
“Como cualquier estudiante de educación cívica de secundaria debe saber, los legisladores votan y el presidente firma proyectos de ley, no su historial legislativo”, escribió Ginsburg. “El texto y la estructura estatutaria no autorizan a ‘seleccionar en general el valor que conduciría a conclusiones de mayor, en lugar de menor, riesgo para las especies amenazadas o en peligro de extinción siempre que se enfrente a un rango plausible de valores o enfoques analíticos competitivos”, escribió la corte. “El estatuto se centra en los resultados ‘probables’, no en los peores escenarios. Requiere que el Servicio use los mejores datos científicos disponibles, no los más pesimistas”.
Asumir el peor de los casos en toda su toma de decisiones está plagado de problemas, ya que «los peores escenarios se encuentran en todos los lados«, escribió Ginsburg.
El tribunal alegó que “El resultado puede ser la destrucción de un gran capital físico y humano, y la pérdida de miles de puestos de trabajo, con toda la degradación que acompaña a tales dislocaciones”.
La Cámara de pescadores de langostas, en Maine, argumentaron durante mucho tiempo que la ciencia del Instituto de control y conservacionismo no apoyó su plan y que la agencia se estaba extralimitando en su autoridad.
Ese punto pareció resonar en la sentencia, que señaló que la mayoría de las muertes con origen conocido ocurrieron en Canadá, y que en el peor de los casos los biólogos de las pesquerías de langosta y cangrejo matarían a 46 ballenas por década, “una desviación asombrosa de las dos muertes documentadas que se sabe que se originaron en todas las pesquerías de EE. UU. durante un período de nueve años, no puede condicionar la actividad de la comunidad “
A pesar de la poca evidencia de daño, McCarron dijo que la industria continuará desarrollando sus prácticas para proteger a las ballenas francas.
“Todos estamos de acuerdo con la necesidad de garantizar un entorno seguro en el que la ballena franca en peligro de extinción pueda recuperarse, y la Cámara que nuclea a los pescadores de langostas de Maine, tiene la esperanza de que esta decisión obligue al Servicio Nacional de Pesca Marina a volver a la mesa de dibujo para desarrollar un plan que utilice los mejores recursos disponibles. ciencia y datos precisos y, lo que es más importante, eso protegerá a las ballenas sin eliminar la pesca de langosta”, dijo.
La opinión biológica también fue parte de un fallo judicial que finalmente resultó en que el Marine Stewardship Council retirara su certificación de la pesquería de langosta del Golfo de Maine. Más tarde, la industria se retiró de la certificación voluntaria de MSC , y Jackie Marks, gerente de MSC, informó que dependería de la industria volver a solicitarla.
Todo un ejemplo que a veces solo se aplican cuando la decisión de los pescadores unidos reclaman con fundamento las necesidades del sector. Algo que se debiese aprender por estas latitudes, donde en los ultimos años parece que la vida humana no es siquiera parte de una cadena trófica. Desalentando la variedad y empujando el sistema hacia la mono pesca que tanto mal le hace al caladero y al futuro desarrollo del sector. La participación de determinados sectores que responden a intereses contrapuestos con el arte de pescar, pueden ser frenados, alegando la extralimitación de funciones, vaya ejemplo para ocurrencias en estas latitudes.
En otro ámbito y a modo de ejemplo para demostrar como los ecosistemas NO NECESITAN DE LA REPARACION DEL HOMBRE para buscar los auto equilibrios que lo llevan al desarrollo sustentable, ponemos de manifiesto esta corta historia.
En 1960, David Latimer plantó un brote araña de raiz de vid dentro de un botellón grande de vidrio, agregó un cuarto de litro de agua y luego la selló. Abrió la botella 12 años después, en 1972, para agregar un poco de agua y luego la selló para siempre. El ecosistema autónomo ha florecido durante más de 60 años. El jardín es un ecosistema perfectamente equilibrado y autosuficiente. Las bacterias en el compost comen las plantas muertas y descomponen el oxígeno que liberan las plantas, convirtiéndolo en dióxido de carbono, que es necesario para la fotosíntesis. La botella es esencialmente un microcosmos de la Tierra. De esta forma se demuestra que el sobre interés de algunas ONG no es con el fin que demuestran, sino con el lucro que esperan.