La Comisión Europea ha lanzado una propuesta que puede redefinir el comercio transatlántico; abrirá la puerta a casi 400 000 toneladas de pescado estadounidense libres de aranceles a cambio de blindar su sector automovilístico frente a Washington. El acuerdo incluye al abadejo de Alaska, el salmón, la merluza, el calamar, el camarón y la tintorera, y consolida además el acceso privilegiado de la langosta estadounidense al mercado europeo.
Detrás de esta apertura se encuentra una negociación política mayor, que es la reducción del arancel aplicado por Estados Unidos a los automóviles europeos, que bajará del 27 % al 15 % con efecto retroactivo al 1 de agosto. Según cálculos de Bruselas, solo en el primer mes de aplicación, esta rebaja supondrá un ahorro de más de 500 millones de euros para los fabricantes europeos.
El contingente central es de 340 000 toneladas de abadejo de Alaska, al que se suman cuotas adicionales para calamar, sepia, salmón y merluza. En total, 395 000 toneladas de productos del mar de origen estadounidense entrarán al mercado europeo sin gravamen. Para la industria transformadora de la UE, este movimiento garantiza materia prima estable y a bajo costo. Sin embargo, para el sector pesquero europeo supone un agravio comparativo, ya que sus propias exportaciones hacia EE. UU. siguen enfrentando un arancel del 15 % impuesto por la administración Trump.
La langosta se convierte en símbolo de continuidad. Desde 2020, la UE ha importado con arancel cero este producto, lo que en 2024 representó 72 millones de euros en compras a Estados Unidos (22 % de las importaciones extracomunitarias de la especie). Ahora Bruselas amplía el beneficio incluso a los productos procesados, consolidando una ventaja competitiva que favorece al exportador norteamericano.
De aprobarse, el nuevo esquema puede tener efectos colaterales en terceros países, en particular en la Argentina, gran exportador de productos del mar hacia la UE. El ingreso masivo de pescado estadounidense con arancel cero podría desplazar a proveedores alternativos de calamar, langostino y merluza, reduciendo la competitividad argentina en un mercado clave.
Al mismo tiempo, la falta de concesiones para acceder al mercado estadounidense mantiene intactas las barreras que enfrenta la pesca argentina en ese destino. En la práctica, el pacto transatlántico refuerza la concentración de beneficios en el eje Washington-Bruselas, mientras limita las oportunidades de países emergentes con fuerte dependencia de las exportaciones pesqueras.
Estas compensaciones, cuando se aplican en el comercio internacional de bienes de naturaleza tan diversa, tienden inevitablemente a distorsionar el delicado equilibrio entre oferta y demanda de los productos de origen marino.
Un antecedente ilustrativo se encuentra en la provincia de Tierra del Fuego, donde la introducción de compensaciones vinculadas a importaciones de componentes electrónicos se tradujo en volúmenes adicionales de exportación de pescados y mariscos, permitiendo la participación de actores externos al sector pesquero y procesador.
Esta dinámica, en principio, provocó un impacto significativo en los negocios de manufacturas pesqueras locales y afianzadas, desplazando parcialmente a los operadores tradicionales.
No obstante, cuando la expansión del sector pesquero incorpora participantes de peso y reconocida capacidad operativa, el resultado puede convertirse en un factor de estabilidad y fortalecimiento para todo el conjunto del sector, favoreciendo tanto la competitividad como la solidez estructural del mercado.
Bruselas defiende el acuerdo como una forma de restablecer la previsibilidad en las relaciones comerciales y de inversión transatlánticas, aunque reconoce los costos colaterales en sectores sensibles como la pesca. El Parlamento Europeo y el Consejo deberán ahora aprobar la propuesta en el marco del procedimiento legislativo ordinario, algo que puede entorpecer en los tiempos de aplicación de las medidas.
En definitiva, Europa protege su industria metalúrgica pesada y automotriz, Estados Unidos asegura el acceso privilegiado de su pesca, y la Argentina observa con preocupación cómo se estrecha su margen en dos mercados fundamentales.