La pesca extractiva tiene varias aristas. No se trata solo de pescar y de pescar “bien” como se viene insistiendo e inculcando en los últimos tiempos, sino que se trata de una combinación permanente y constante de varios factores, entre ellos el de la seguridad a bordo.
Y hoy, esto no es solo una expresión de deseos, en el ultimo mes hubo 4 eventos desafortunados entre incendios y hundimientos donde hubo pérdidas de vidas.
Por ello queremos a través de PESCARE mostrar aspectos, muchos de ellos desconocidos o poco difundidos de lo que significa tener una balsa a bordo y que ésta se encuentre en óptimas condiciones y con todos los elementos que requiere la autoridad de aplicación bajo las normativas que marca la OMI. Tuvimos la ocasión de introducirnos en una de ellas, junto a nuestro fotógrafo Martín Garay, con quien durante varios minutos permanecimos dentro de la balsa para poder vivenciar, por ejemplo. la sensación del cambio inmediato de temperatura que se incrementa rápidamente una vez que se cubren los flancos por los que se accede.
Apreciamos como a través de un cable de acero que se conecta a una válvula hidrostática dan comienzo al proceso de apertura e inflado de la balsa para poder liberarla manualmente en caso de llegar a la balsa. Entre 1,5 mts. y 4 mts. se corta un cabo que hace que la balsa, que tiene flotabilidad positiva, empiece a salir.
El enlace tiene una carga de rotura de 2 kN (Kilonewton) que es decir prácticamente nada, cuando la balsa comienza a subir, empieza a desarmar el cabo o boza y comienza a subir, la dispara mientras el barco tira hacia abajo y la balsa tira para arriba. Para que la embarcación no se lleve a la balsa, ese cabo se corta y queda liberada la balsa. Todo este proceso se da en caso que nadie llegue a hacer el proceso en forma manual.
Cada balsa posee un botellón de CO2N, de similares características a un extintor pero por poseer características de nitrogenado, lo hace menos agresivo. Para poder tener este procedimiento “aceitado” se deben tener en cuenta tres factores: 1) que el personal a bordo tenga conocimientos plenos de la operatoria y tener la maniobra pensada y ejecutada a través de repeticiones en “entrenamientos”, de este modo se calcula que existe un 75% de probabilidades de salvar su propia vida. 2) la forma en que tiene que estar estiba la balsa, donde no hay que pasarle ningún cabo, ni tirarle una lona, no hay que hacer nada, porque en el caso de que no se llegue a accionar el sistema de forma manual para tirar la balsa. 3) se debe saber utilizarla. Para ello están las distintas capacitaciones de los diferentes lugares donde se realizan los cursos para navegar, además de las empresas que distribuyen las balsas que brindan los conocimientos de la operatoria.
Las balsas de las denominadas “SOLAS” pueden tener distintas capacidades que van desde las 6 hasta las 25 personas y en un apartado hasta 30. En lo que se refiere a embarcaciones de paseo pueden variar entre desde los 4 lugares hasta llegar a los 65.
En lo que se refiere a “buques rápidos”, tal el caso de los que navega la empresa Buquebus en la Argentina, pueden variar entre 50 y 128 personas por cada balsa.
Algunos proveedores de balsas y otros elementos de seguridad una vez que comercializan el producto y entregan el certificado correspondiente, colocan una leyenda donde invitan a las tripulaciones a realizar capacitaciones. Lamentablemente pudimos dar cuenta que son muy escasas las tripulaciones que concurren a recibir más conocimientos. En ocasiones se comprende que las tripulaciones, luego de mareas de dos semanas, apenas pueden estar dos días en sus domicilios y tomarse dos horas para hacer estas capacitaciones no siempre es fácil, pero se debería buscar la manera de poder brindar estos conocimientos que se traducen en la vida misma.
Se debería mirar de otro modo la ecuación: dos horas de la vida, pueden a uno salvarle la vida, por más que esto sea un juego de palabras.
El insistir tanto en las capacitaciones ante situaciones de máximo riesgo debería ser una norma. Ha ocurrido que por desconocimiento y al escuchar un sonido similar al de una pérdida de aire, ocupantes de las balsas se han arrojado al mar pensando que se trataba de una “pinchadura”. Ese sonido tan particular y similar a una pérdida de aire –así pudimos constatarlo- no es otra cosa que una válvula de “alivio”. Esta válvula se coloca porque el botellón de CO2N trae el 5% más de carga porque en teoría deben pasar 5 años hasta que se le haga la prueba hidráulica.
El desconocimiento resta posibilidades de sobrevida en un naufragio y posterior ocupación de una balsa. El capacitarse aumenta las posibilidades.
Recordemos que hace menos de un año atrás hubo un hundimiento en aguas jurisdiccionales de Rio Negro, donde los tripulantes estaban con la balsa, al revés, o sea el techo hacia el mar y todos sobre el piso. A Dios gracias no hubo que lamentar víctimas, pero el hecho al menos es LAMENTABLE.
Los especialistas en estos sistemas de seguridad semejan a las balsas con un cuchillo muy afilado. Si se lo agarra del mango, corta y sirve, si se lo agarra de la hoja puede cortar la mano.
Si bien el equipamiento de una balsa salvavidas es completo, a decir de los especialistas, se trata de algo extremadamente rudimentario, que otorga una supervivencia de aproximadamente cuatro días, siguiendo los preceptos de que el primer día no se debería ni comer ni tomar agua. Esa supervivencia está calculada en base a estar dentro de la balsa y prácticamente sin movilidad, ya que el cuerpo humano necesita aproximadamente 1200 kcal. para estar en un nivel de supervivencia. Por ello las balsas cuentan con raciones alimenticias con esa cantidad nutriente.
Cada una de las balsas salvavidas, para ser aprobada como prototipo pasa 37 pruebas. Una de ellas es, sin aire en uno de los pontones, se le coloca el doble del peso de la capacidad de personas que pueden ir a bordo. El francobordo de la balsa no puede bajar más allá del 30%. Esa prueba más la de 30 días de permanencia en el mar, se realiza por ejemplo en Mar del Plata.
Cada una de las balsas, entre distintos elementos, cuenta con una luz que se enciende mediante un dispositivo que al tomar contacto con el agua, hace que se encienda esa luz. Además cuentan con ayudas térmicas, equipo de pesca, equipo de reparaciones, un inflador, pirotecnia, raciones de agua, raciones de comida, un botiquín, pastillas anti mareos, remos, un ancla de capa de repuesto (ya que en uno de sus extremos cuenta con una adosada), una tabla de acción inmediata (instrucciones básicas) que solicita la PNA, linterna, pilas, achicadores. Cada uno de los elementos se encuentra sellado para evitar el ingreso de agua o humedad.
Cada uno de los pontones de la balsa cuenta con una válvula de alivio.
Lo primordial es que cada uno de los tripulantes deben saber es como debe estar la balsa trincada a bordo, que se tiene que observar de la balsa, como debe estar la boza (agarrada a la válvula), como se tiene que disparar y como se debe abordar, cuestiones básicas que se deben saber.
Una vez que la balsa está en el agua se debe cerrar para buscar mayor temperatura y evitar la hipotermia. Para ello poseen una entretela para que se genere mayor calor ya que está comprobado que la temperatura en los mares argentinos, por lo general está entre los 3 y los 10 grados.
En una de las bandas cuentan con un aro de rescate para que aquellos que hayan podido subir a la balsa puedan arrojárselo a algún ocasional tripulante que no hay podido subirse a tiempo, de ese modo se lo ayuda para que suba a la balsa que tiene características de inhundible.
En el caso que se rescate a alguien que haya quedado en el agua, se lo hará subir y quitar la ropa y a través de la “ayuda térmica” (algo similar a una bolsa de dormir que se usa en campamentos por ejemplo), se lo colocará para que aumente la temperatura corporal sin frotarlo, debido a que la piel ha recibido temperaturas muy bajas y esa acción podría lastimar al sobreviviente.
Si bien la PNA se encuentra muy activa con la insistencia en la capacitación y el conocimiento de los elementos, principalmente en el puerto de Mar del Plata, aún falta para continuar transitando el camino de la concientización, capacitación y hacerlo extensivo a otros puertos, donde los controles son -al menos- menos rigurosos, digamos.
Por Gustavo Seira
Fotografía Martin Garay