Cada 7 de agosto se conmemora el Día Mundial de los Faros, una fecha que rinde homenaje a estas emblemáticas estructuras que, desde hace siglos, orientan a navegantes y protegen la vida en el mar. En Argentina, su presencia no solo cumple un rol estratégico en la seguridad marítima, sino que también forma parte del patrimonio histórico y cultural del país.
El origen de esta efeméride se remonta a una ley sancionada en Estados Unidos en 1789 para respaldar la instalación y mantenimiento de faros, boyas, balizas y muelles públicos. Con el tiempo, la fecha fue adoptada internacionalmente como una oportunidad para destacar la importancia de estos sistemas de señalización costera.

Actualmente, el Sistema de Hidrografía Naval de la Armada Argentina registra un total de 62 faros operativos distribuidos a lo largo del extenso litoral atlántico. Catorce de ellos fueron declarados Monumento Histórico Nacional, lo que da cuenta de su valor simbólico y arquitectónico. Uno de los más reconocidos es el Faro Recalada a Bahía Blanca, en el sur de la provincia de Buenos Aires, inaugurado en 1906 y aún en funcionamiento.
Durante el siglo XX, con el auge del comercio marítimo y la navegación costera, se construyeron nuevos faros en puntos clave del territorio, como el Faro de San Jorge en Península Valdés y el Faro de Cabo Vírgenes, en Santa Cruz, una de las señales más australes del país. En años recientes, muchos de ellos fueron modernizados con tecnología automatizada que reemplazó los antiguos sistemas manuales, permitiendo su operación sin necesidad de personal permanente.


En 2023, se había impulsado un Programa de Recuperación de Faros que preveía la restauración de 11 estructuras, aunque su continuidad quedó en suspenso tras el cambio de gestión nacional.
El mantenimiento de estas instalaciones —que incluye desde la limpieza de lentes hasta la revisión de componentes eléctricos y reparaciones estructurales— está a cargo de la Prefectura Naval Argentina. Su conservación resulta clave en zonas de navegación compleja como el Atlántico Sur o la costa patagónica, donde las condiciones meteorológicas pueden representar un riesgo para embarcaciones comerciales y pesqueras.
Además de su función técnica, los faros están rodeados de un imaginario popular rico en leyendas y relatos misteriosos. Historias de fantasmas, marinos solitarios y desapariciones han alimentado la literatura y el cine en todo el mundo. Aunque muchas de esas anécdotas no tienen origen local, su influencia también resuena en faros argentinos ubicados en parajes remotos y escasamente habitados.
Cada torre luminosa guarda una historia de ingeniería, dedicación y coraje. En este Día Mundial de los Faros, se invita a reconocer su legado como guardianes silenciosos del mar y celebrar el vínculo entre navegación, tecnología y cultura costera.