La pesca ilegal es una constante en todo el mundo. Océanos incontrolables por sus lógicas dimensiones no permiten el control total de una actividad que debería estar regulada en un ciento por ciento.
A decir verdad, pescar en mares mas allá de las 200 millas náuticas, en sí, no convierte a un barco en pesquero ilegal. Hay numerosos atributos para convertirlo en algo fuera del marco de los convenios internacionales, a veces, hasta la misma declaración de recursos migratorios producto de corrientes o cadena trófica, que lo traslada hacia afuera de esos límites de la ZEE.
Lo llamativo es que países como los Estados Unidos, con tecnología líder en el mundo, tenga tan solo un 12% de su flota con AIS incorporado.
El AIS es un sistema de identificación automática y está puntualmente diseñado para proporcionar información sobre una embarcación hacia otras, como así también permite una visualización a las autoridades marítimas de los países.
Un estudio publicado por la Fundación Oceana indica que tan solo el 12% de los más de 19 mil barcos pesqueros registrados, utilizan el dispositivo AIS.
La Fundación Oceana es una organización no gubernamental sin fines de lucro que persigue como objetivo la conservación marina. Es la Asociación más grande dedica a la preservación de los océanos.
En el informe dan cuenta que los Estados Unidos requiere que los barcos pesqueros de 19 metros o más, estén dotados del dispositivo AIS y que éstos transmitan señales dentro de las 12 millas náuticas de la costa.
Por el contrario, dice la Fundación Oceana, la Unión Europea requiere que todos los barcos pesqueros de más de 15 metros transmitan continuamente sus señales AIS durante todo el trayecto.
El dossier también pone de relieve que si los Estados Unidos ampliasen el requisito al mismo punto que la Unión Europea, el uso del AIS aumentaría nada menos que en un 65%, posibilitando de esa manera cubrir más de 1500 embarcaciones pesqueras que hoy no lo poseen o no lo utilizan.
No solo la Unión Europea tiene requisitos más estrictos que la norma estadounidense sino también otros estados como el Reino Unido, Liberia y países pesqueros de menor dimensión demográfica como Mauricio e Indonesia, que requieren que todas los barcos pesqueros, ya sean nacionales como extranjeras, deben usar el dispositivo.
Otro dato no menor es que el 85% del pescado que se consume en Estados Unidos es importado, el informe remarca que “es necesario ampliar estos requisitos nacionales para mantener los productos del mar importados en estándares más altos”.
La explicación es que con una mayor implementación del control, los funcionarios podrían enfocar, de manera más efectiva, sus acciones de control e inspección en embarcaciones de mayor riesgo, como aquellas que desactivan sus sistemas de seguimiento o parecen estar pescando en áreas vedadas.
Los números son concluyentes. Para la Comisión de Comercio Internacional, Estados Unidos importó en el año 2019, un valor estimado de 2400 millones de dólares en productos del mar derivados de la pesca ilegal, no declarada y no reglamentada.
Es evidente que cuando no se mide con la misma vara o cuando se está de “ambos lados del mostrador” es muy difícil poder ordenar una actividad que posee diversos elementos y controles que al no funcionar como deberían hacerlo, se cae en un círculo vicioso que termina beneficiando a algunos con la complicidad de otros.
Por eso los denodados esfuerzos que hace nuestro país por mantener un control sobre la milla 200/201 parecen pocos, pero en definitiva cuando existen cómplices que terminan adquiriendo productos que provienen de un lugar donde fueron extraídos ilegalmente, se torna muy complicado; hoy en día a pesar de los controles/descontroles tecnológicos. Una mal que nos afecta desde hace más de 40 años y que «exporta» sin pago de derechos, cupos ni sanciones, mas de 600.000tn anuales de productos del mar.