En las últimas tres semanas, el puerto de Mar del Plata ha sido testigo de una verdadera efervescencia industrial, catalizada por un fenómeno natural y productivo de alto impacto: el desplazamiento del caladero de calamar Illex argentino a lo largo del talud continental, conocido entre los hombres de mar como «la barranca», ha reconfigurado no solo las estadísticas de captura, sino también el tejido laboral del sector pesquero. Con un incremento rayano a 26.000 toneladas desembarcadas en apenas 20 días, —este es el récord—, el enclave portuario marplatense asoma como epicentro operativo de una marea productiva que impulsa empleo, divisas y desarrollo territorial.
En números oficiales, hasta el pasado 22 de abril, se habían descargado en Mar del Plata 37.070 toneladas; en Puerto Madryn 49.594 toneladas; y en Puerto Deseado 35.105 toneladas, valores que ampliamente se modificaron desde la primer semana de abril.
El fenómeno ictiológico, que abarca desde el paralelo 37°30’S hasta el 42°S, ha reposicionado a Mar del Plata como nodo estratégico de desembarque, desplazando parcialmente a otros polos de recepción como Puerto Madryn —que aún lidera con más de 52.000 toneladas descargadas— pero que cede protagonismo ante el empuje logístico del puerto bonaerense, que alcanzó las 45.700 toneladas al pasado miércoles.
El Espigón 2, el dinamismo es visible, casi coreográfico: hasta seis buques poteros descargan de forma simultánea, en una operación que, salvo en ocasiones específicas donde intervienen empresas mixtas de capital chino-argentino, transcurre con orden meticuloso y una cadencia milimétrica. En tierra firme, más de 50 operarios por descarga —entre estibadores, supervisores, choferes y técnicos logísticos— dan cuenta de la urgencia y sofisticación que exige una cadena de frío de alta eficiencia, desde la bodega del buque hasta la carga en camiones térmicos de gran porte.
El trabajo en los muelles combina intensidad y experticia. Las cooperativas locales, de consolidada reputación, aportan un nivel técnico sobresaliente que garantiza estándares de seguridad y rendimiento, en un marco donde cada operario desempeña un rol crítico. La sincronía entre el atraque, la descarga y el alistamiento para la próxima marea constituye una coreografía industrial de precisión.
Desde la perspectiva macroeconómica, el escenario pesquero argentino no solo exhibe una recuperación sostenida de la biomasa de merluza común —particularmente visible en los últimos cinco años—, sino también un desafío normativo de carácter geopolítico y técnico. La flota congeladora nacional que opera al sur del paralelo 41°S enfrenta una competencia desigual con embarcaciones de bandera uruguaya que, amparadas en la misma normativa de la Comisión Técnica Mixta del Frente Marítimo (CTMFM), capturan calamar a ritmos desiguales incluso a 100 millas del puerto marplatense.
Este contraste expone la necesidad de revisar marcos normativos anacrónicos que, en nombre de la conservación de una especie ya sostenible con creces, hoy podrían estar obstaculizando la competitividad de la flota argentina en zonas compartidas de pesca (ZCP) para la especie calamar. Mientras tanto, el mercado internacional demanda cefalópodos con una voracidad pocas veces registrada, registrándose precios por encima de los mejores promedios históricos. En este contexto, congeladores argentinos se mantienen al margen del ese caladero viendo como el mismo segmento uruguayo pesca aguas afuera de Mar del Plata, siendo la flota local discriminada por una normativa que afecta su presencia al norte del paralelo 41 por una vieja norma para oportunamente recuperar otra especie.
Asimismo, buques poteros como el Hai de Li 701, actualmente en su quinta marea y a minutos de ingresar al muelle de la 7ma sección para su descarga, evidencian la vitalidad del recurso. Aunque las marcas en media agua no siempre resultan consistentes y fáciles de levantar, la persistencia de señales biomásicas y su vivacidad sugiere una posible extensión de la temporada del calamar Illex. La especie, activa y aún presente en la plataforma, proyecta nuevas oportunidades de captura y empleo hacia las semanas venideras.
El puerto de Mar del Plata, con su incesante actividad entre buques poteros, congeladores y el portacontenedoresVaramo, configura una verdadera postal de la productividad industrial argentina. En esta confluencia estratégica, conviven quienes proveen materia prima —como el calamar Illex— y quienes, a través del procesamiento en tierra, agregan valor antes de exportar desde el mismo espejo de agua.

Este flujo constante de bienes y esfuerzos articula una compleja red de eslabones logísticos, donde cada paso implica un proceso productivo y cada proceso, trabajo genuino. Se trata de un círculo virtuoso en el que el esfuerzo humano se convierte en motor de desarrollo, y donde cada operario, desde la bodega hasta el contenedor, se siente parte indispensable de un engranaje cuyo horizonte no es otro que una vida digna, sostenida por el mérito y el trabajo. Un símbolo especialmente elocuente, precisamente ayer, 1° de mayo, en conmemoración del Día del Trabajador.
Más allá de los números y las mareas, lo trascendental es la generación de riqueza genuina y empleo calificado en los principales puertos del litoral marítimo argentino. En un país ávido de divisas y trabajo formal, la pesca —y especialmente el calamar Illex— reafirma su papel estratégico. Mientras algunos discursos insisten en diversificar el perfil exportador del puerto marplatense hacia sectores como las papas preelaboradas o la sísmica offshore, los datos son ineludibles: en el «Coliseo de la Pesca«, el motor de las exportaciones sigue siendo el mar. El resto, por ahora, son apenas bocetos de expresiones de deseos.