“Mal de muchos consuelo de tontos” se decía en otros tiempos. Frase de nuestras abuelas totalmente aplicable a estos días. Básicamente es decir que lo que nos sucede en la Argentina, también pasa en otros países. Claro está que eso no cubre ningún delito.
Nuestra colega Mariana van Zeller quien pertenece a la prestigiosa cadena National Geographic, pudo certificar algo que sucede también en aguas argentinas y que se refiere a la pesca ilegal. Situación que vive los Estados Unidos y que no escapa a otros países.
De acuerdo a la investigación se ha podido ver como la pesca ilegal se convirtió en un mercado negro de millones de dólares, además de producir un grave perjuicio en los diversos sistemas oceánicos. Sin control, todo se hace.
En declaraciones públicas, la prestigiosa colega dijo “creo que conmocionada es probablemente el término más preciso. Pero cuando aprendes lo fácil que es pescar ilegalmente y salirte con la tuya, entiendes porque se hace con tanta frecuencia y tan ampliamente. Como me dijo un ex agente especial del Servicio Nacional de Pesca Marina, ‘es como robar un banco en medio del océano’. En este caso se trata de un banco que vale más de 20 mil millones de dólares, que es lo que se estima que genera el mercado negro de la pesca ilegal. Es el comercio de vida silvestre más grande del planeta y, sin embargo, casi nadie parece estar prestándole atención”.
“Pasé varios días en el Océano Atlántico, a bordo de algunos de estos barcos de pesca industrial, y lo que presencié fue impactante. Las redes son gigantes, y cuando se enrollan se puede ver como sacan todo. Todo el pescar dentro de una media milla más o menos fuera del agua, todo de una sola vez. Literalmente estás minando el océano de toda su vida. El impacto de la pesca ilegal es enorme”, sentenció luego de vivir de cerca la experiencia de ver como suceden estas cosas.
A raíz de esta situación que tomó obviamente estado público, a partir del 7 de febrero, la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica que pertenece al Departamento de Comercio de los Estados Unidos, informó que a los buques mexicanos que pescan en el Golfo de México, se les prohibiría ingresar a los puertos de Estados Unidos y se les negaría el acceso y los servicios portuarios. (que diferencia con Uruguay…!)
Toda esta situación no muestra más que esa pesca ilegal en Estados Unidos, que alcanza al 30% y llega de parte de buques de banderas que no son las norteamericanas, tendrán sus consecuencias, sobre todo a la hora de la operatividad.
Por nuestros mares sucede algo parecido –pesca ilegal- con buques que entran y salen de la milla 200, otros con permisos de dudoso origen o bien sin permiso.
Las consecuencias mayores, más allá de aspectos legales y económicos, es una depredación desmedida del recurso.
El Estado argentino invierte millones en estudiar el recurso, en investigadores, en científicos, en mantener embarcaciones que ayudan a que se pueda pescar bien y en tener a través de la autoridad marítima los controles necesarios para que se pueda estar cerca de las diversas acciones ilegales que se producen, tarea para nada fácil cuando se tiene un mar tan amplio (y dicho sea de paso tan rico) donde pareciera no alcanzar nada, ni satélites, ni embarcaciones rápidas, ni aviones, nada.
Tal vez sea hora de controlar también el apoyo logístico que pueda existir en tierra y desde embarcaciones “fantasmas” que lo único que hacen además de arruinar el recurso, quitar mano de obra a los trabajadores argentinos y arruinar los capitales empresariales. Uruguay es un pais que da apoyo logístico para que esa flota a 10000 millas náuticas de su puerto de origen puedan subsistir. El apoyo de buques nodriza de gas oíl, el mismo se carga en Montevideo y en menor medida en Puerto Argentino; y por otro lado, las descargas en alta mar, en su mayoría son a reefer’s que descargan en zona franca Montevideo y Puerto Argentino.
Entendemos oportuno que Cancillería debiese tomar cartas en el asunto, porque habitualmente se habla de países vecinos, pero algunos son menos vecinos que otros…..
Si sucede “allá arriba”, ¿por qué no podría suceder “acá abajo”?
Por Gustavo Seira