En una jornada signada por el orgullo productivo y la emoción compartida, Mar del Plata se destacó como epicentro del desarrollo naval argentino con el solemne bautismo de mar de las flamantes unidades pesqueras “S. Tenorio” y “J. Barreiro”.
Forjadas con precisión artesanal y maestría tecnológica por las manos expertas de los trabajadores de SPI Astilleros, estas embarcaciones, concebidas para el Grupo Conarpesa, representan mucho más que un logro industrial: son testimonio palpable de la capacidad creadora de una ciudad que abraza la innovación sin renunciar a sus raíces obreras.
El acto, llevado a cabo en las instalaciones portuarias del astillero marplatense por excelencia, congregó a una distinguida concurrencia. Autoridades del Consejo Federal Pesquero, la Armada Argentina, Prefectura Naval, referentes sindicales, empresarios y miembros de cámaras sectoriales fueron testigos de un acontecimiento que reafirma el potencial estratégico de la industria naval en la matriz productiva nacional.

La ceremonia, cargada de simbolismo, no solo marcó el primer contacto formal de las naves con el mar, sino que honró a quienes hicieron posible su concreción. Reconocimientos especiales fueron entregados a figuras clave, entre ellas Diego Barreiro y Juan Vieitez, así como al cuerpo de inspectores de Prefectura, en gratitud por su compromiso y colaboración en este ambicioso proyecto.
En la apertura del evento, Pablo Salgado, -maestro de ceremonia-, precisó «Hay hombres que luchan un día y son buenos; hay otros que luchan un año y son mejores; hay quienes luchan muchos años y son muy buenos; pero hay quienes luchan toda la vida y esos son los imprescindibles...».
Estas palabras, mucho más que un elogio, es un manifiesto sobre la grandeza silenciosa de la perseverancia. Reconoce que el verdadero valor no radica en la hazaña fugaz y puntual, sino en la constancia inquebrantable de empresarios, día tras día, hacen de su esfuerzo un legado. Son esos “imprescindibles” los que sostienen y transforman, los que edifican futuro, porque sus luchas no es solo por ellos, sino por todos quienes de ellos dependen construyendo la base de una sociedad en desarrollo permanente.
En palabras de Sandra Cipolla, presidente de SPI Astilleros, el acontecimiento fue mucho más que un acto protocolar cargado de emociones: “Celebramos el trabajo, la producción, el empleo; celebramos la pasión de nuestros ingenieros, de nuestros obreros navales, que son el alma de cada barco que toma contacto con el agua”.

Por su parte, Fernando Álvarez Castellano, presidente del Grupo Conarpesa, -conmovido en varias oportunidades de la celebración- conmemoró el evento coincidente con sus tres décadas al frente de la empresa, subrayando el valor de generar empleo, divisas y crecimiento en un país que necesita potenciar cada recurso productivo.

El ingeniero Horacio Tettamanti, socio fundador de SPI, destacó la naturaleza casi quijotesca de construir barcos en contextos complejos: “Hacer un barco es un acto de fe y pasión. Es la prueba viva de que, aún en tiempos adversos, hay quienes eligen resistir, insistir y construir futuro”.

Sin lugar a dudas, las palabras de los tres disertantes confluyeron en una visión unificada, plasmando un vínculo virtuoso y armónico entre la industria naval y la pesquera. Pero, por encima de todo, destacaron el verdadero corazón de esta gesta: cada uno de los hombres y mujeres que, con esfuerzo constante y dedicación incansable, aportaron y aportarán, lo mejor de sí mismos en pos de una actividad más justa, equitativa, productiva y pujante.
Las naves, de 20,90 metros de eslora y dotadas de tecnología de vanguardia, fueron diseñadas íntegramente por el equipo de ingeniería de SPI, reafirmando la excelencia técnica de un astillero que es sinónimo de calidad y solvencia. Con nombres que rinden homenaje a los padres de sus propietarios, “S. Tenorio” y “J. Barreiro” son también tributo a la memoria y a los lazos que unen generaciones de empresarios que marcaron en su trayectoria el camino del trabajo, inversión, desarrollo y pasión por lo que emprendieron.

El acto, que culminó con la bendición sacerdotal, el tradicional corte de cinta y el majestuoso sonido de las sirenas al tomar contacto con el mar, incluyó la interpretación de obras de Astor Piazzolla y la proyección de imágenes del proceso constructivo, exaltando la dimensión cultural y estética de la industria naval.
Este bautismo de mar, más allá de su valor técnico, es un canto al trabajo marplatense, un manifiesto de confianza en el talento nacional y una invitación a seguir apostando por un sector que, con cada casco que se desliza al agua, engrandece el patrimonio productivo de la Argentina.