China ha iniciado una profunda reconversión de su sector acuícola con el objetivo de fortalecer su seguridad alimentaria y reducir la dependencia de importaciones. La estrategia se apoya en dos pilares: el desarrollo de grandes granjas marinas en aguas profundas y la incorporación masiva de sistemas de recirculación acuícola (RAS) en tierra.
Según Chen Xi, directora ejecutiva de Shangai Decycle New Materials, “la acuicultura china está transitando desde un modelo tradicional hacia una industria moderna, con alta tecnología, eficiencia y bajo impacto ambiental”. Este proceso, impulsado por políticas de “agricultura verde”, refleja la orientación del gobierno central hacia una producción sustentable y tecnológicamente avanzada.
Megaproyectos en alta mar
El plan nacional contempla la creación de unidades productivas offshore capaces de operar en aguas abiertas. Entre los proyectos más destacados se encuentra la “Shenlan-2”, una estructura sumergible de 20 pisos diseñada para albergar un millón de salmones, y el “Suhai No. 1”, un buque de 250 metros de eslora con una proyección de 8.000 toneladas anuales de producción.


Ambas iniciativas combinan inteligencia artificial, monitoreo remoto y automatización de procesos de alimentación, control ambiental y gestión biométrica. La empresa CIMC Raffles, uno de los principales actores del sector, -paralelo a la construcción de plataformas para gas y petróleo-, ya ha construido 25 plataformas de cultivo marino y 12 jaulas de aguas profundas, con la meta de alcanzar 100 proyectos para 2030.
Tecnología y sostenibilidad en tierra firme
Paralelamente, el país impulsa la instalación de sistemas RAS, que permiten un uso eficiente del agua y reducen al mínimo la contaminación. La legislación ambiental impone límites estrictos de descarga y prevé sanciones de hasta 500.000 yuanes (unos 69.000 dólares) para quienes incumplan.

El apoyo financiero es decisivo: los subsidios estatales cubren entre el 30 y el 40 % de las inversiones, mientras que el resto se financia con capital privado y préstamos comerciales. El resultado es un auge de proyectos como la planta de Ze Hui Aquaculture, que abarca 520.000 m² y produce 15.000 toneladas anuales de anguila Zehui mediante un sistema totalmente cerrado y automatizado.
Empresas líderes del rubro de alimento balanceado —como CP, Evergreen, Tongwei y Haida— también apuestan a este modelo, con ocho grandes granjas RAS para camarones de cultivo que suman dos millones de metros cúbicos de agua y una producción estimada de 70.000 toneladas por año.
Un modelo que desafía a Occidente
Expertos internacionales advierten que el avance chino en acuicultura no responde únicamente a metas productivas, sino también a una estrategia geopolítica de largo alcance. “Mientras Occidente debate, China construye. No se trata solo de salmones, sino de quién definirá el futuro del suministro global de proteínas”, resume el especialista Alan Cook.
El gigante asiático articula inversión pública, planificación centralizada y una poderosa sinergia con el sector privado, logrando una velocidad de innovación difícil de igualar. Su dominio tecnológico en biotecnología marina, automatización y control sanitario lo posiciona como un actor capaz de modificar las reglas del comercio pesquero internacional.
Ante este panorama, el desafío para regiones como el Atlántico Sur se vuelve evidente. Por más natural, salvaje y biológicamente rico que sea el caladero argentino, corre el riesgo de quedar relegado a un nicho de consumo global, mientras los grandes volúmenes y precios de referencia se definan en granjas industrializadas de Asia. La competencia ya no se mide solo en capturas, sino en eficiencia tecnológica, calidad, trazabilidad y capacidad de abastecer de forma constante un mercado mundial cada vez más exigente.
